sábado, 27 de diciembre de 2008

Ambigüedades molestas

¿Qué daríamos los biólogos que además de investigar damos clases para que todos los conocimientos que transmitimos sean claros, precisos y que carezcan de toda ambigüedad? Lamentablemente, con el tiempo nuestro saber se vuelve cada vez más impreciso y hasta en ocasiones ambiguo.
Vale mencionar en este sentido el papel de la otrora enzima estrella de la biología molecular, aquella que prometía en sus tiempos ser la clave de la transformación tumoral y a la vez del envejecimiento celular: la telomerasa.
Sabemos que la telomerasa alarga los telómeros de cromosomas eucariotas, impidiendo el acortamiento de los mismos que en condiciones normales acompaña el envejecimiento (senenscencia) de una línea celular. Tiempo atrás parecía claro que esta enzima sólo estaba activa en células inmortales, como las de organismos unicelulares eucariotas (protozoos, algas), células embrionarias cuasi inmortales (ya que están llamadas a dividirse muchísimas veces durante el desarrollo) y, por supuesto, se agregaba naturalmente a esta lista a las células tumorales, patológicamente inmortalizadas. Por lo tanto, una célula normal del cuerpo de un individuo multicelular se mantenía saludable -claro que envejeciendo progresivamente de división en división celular- en tanto y en cuanto no se activara por accidente su temida telomerasa. Llegado un número máximo de divisiones celulares, esta célula moría por apoptosis. De lo contrario, si durante sus divisiones normales hacía su aparición la telomerasa, la célula originaba un tumor.
Sin embargo, las excepciones y contradicciones a este simple esquema se fueron acumulando y hoy puedo desafiar a quien pueda explicar la función de la telomerasa con claridad..
Resulta que, aparentemente, la activación de la telomerasa puede provocar dos efectos absolutamente contrarios, dependiendo del momento en que se active. Cuando se produce transformación celular es cuando la telomerasa se activa después de llegada la senescencia celular (lo que significa que, debido al acortamiento del cromosoma, se ha perdido ya la proteccion de sus extremos), o sea después de que se acumularon muchas mutaciones (lo que técnicamente se llama inestabilidad genómica), porque eso inmortaliza una célula ya muy dañada. Pero si la telomerasa se activa justo antes de la senescencia, impide que se lleguen a desproteger del todo los telómeros y que se arribe a la inestabilidad genómica y por lo tanto también evita la transformación cancerígena.
Así que la telomerasa no es buena ni es mala en sí misma.
Si vamos al caso, también hay enzimas de polimerización de ADN que causan mutaciones y a la vez reparan errores de secuencia.
Y hay lisosomas que degradan materiales extraños potencialmente dañinos y también organelas propias que en muchos casos parecen estar en perfecto estado.
¿Son ambigüedades molestas? Sólo si anhelamos un discurso claro y tranquilizador.
Copyright Mirta Elena Grimaldi. Derechos reservados.

Regulación sin límites

Alguna vez nos han enseñado que la célula eucariota significaba un gran avance evolutivo frente a la célula bacteriana y nos han hecho creer que tal avance consistía básicamente en la aparición de compartimentalización. Para que lo entendamos, alguna profesora ha apelado a una comparación arriesgada pero efectiva: la bacteria es un loft, todo debe hacerse en un único ambiente; en cambio la célula eucariota, con sus organelas delimitadas por membrana es un departamento hecho y derecho, donde se dispone de una habitación para cada actividad. ¿Quién dudaría que mejoramos nuestro nivel de vida cuando pasamos de un loft a un departamento de cinco ambientes?
Sin embargo, las comparaciones "humanizadas", por más aclaratorias que parezcan muchas veces confunden, y creo que éste es el caso. ¿Por qué lo digo? Porque hoy sabemos que no hace falta la compartimentalizacion para confinar procesos.
En el nucleo existen áreas que a pesar de no estar delimitadas por membrana, poseen alta especificidad funcional, como por ejemplo el nucleolo. En el nucléolo tiene lugar la síntesis de ARN ribosomal y el armado de los ribosomas, procesos que no ocurren en las proximidades del nucléolo ni más alla en ningún otro rincón del núcleo.
Además, la presunción de que los telómeros (extremos pegajosos de los cromosomas) escapaban de ser "pegoteados" unos con otros por la maquinaria de reparación del ADN. por medio de la formación de una estructura cerrada al entorno, una especie de "asa telomérica", parece ser errónea, ya que muchas proteínas especializadas en reparación de ADN pueden aparecer asociadas normalmente con el ADN telomérico, sin que se produzca el tan temido "pegoteo" entre ellos. Así que no es la separación o delimitación con una barrera física lo que determina que cada proceso ocurra donde debe ocurrir y sobre la molécula que debe ocurrir y no sobre otros sustratos ni en otro lugar. Dicho de otra forma, el tener "paredes" internas no mejora de por sí la eficiencia de la célula.
¿Tiene la bacteria, con su loft multiuso, una limitación importante a la eficacia? A priori no, para nada. Puede -y de hecho lo hace- abocar áreas precisas a cada función. No es necesariamente cierto que si en un espacio se encuentran todos los factores necesarios para un proceso, dicho proceso ocurrirá inevitablemente. La activación de un proceso, es decir, la regulación del momento y lugar preciso en que ocurrirá, parece requetir de muchas otras condiciones adicionales aparte de que estén disponibles todos los materiales necesarios.
La exquisitez regulatoria no tiene límites.
Copyright Mirta Elena Grimaldi. Derechos reservados.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Deleuze: un lenguaje para la vida

Pensando en salir del marco de la oposición darwinis-
mo-creacio-
nismo, se me ocurre que un buen referente para hablar de la vida es la filosofía de Deleuze. Inventor de conceptos nuevos, a través de la desterritorialización de términos utilizados por otros juegos de lenguaje y su inserción en nuevos discursos, Deleuze ha sabido construir un lenguaje para hablar del cambio y de la vida. Este lenguaje acepta su dinamismo y su estilo sin tener que dar explicaciones moleculares o mecanicistas y sin tener que recurrir a unidades racionales trascendentes al fluir mismo de la vida para explicar su logos, su lógica interna. Con su idea de las máquinas abstractas que conectan flujos correlativos y les otorga un plano de consistencia donde habitar en medio del caos del puro devenir, podríamos dar cuenta de la relación entre genómica y proteómica, es decir, entre dos movimientos de la vida, el de la información y sus mutaciones por un lado, y el de las proteínas y sus construcciones por otro. Y eso sin necesidad de hablar de un origen mítico de esos flujos, con la convicción de que la vida "siempre crece por el medio", y que sus cambios de configuración no pueden explicarse a través de una visión totalizadora de una Historia con mayúsculas. En vez de usar un lenguaje que "explique" el movimiento de la vida, reduciéndolo a un plano físico, químico, matemático o sociológico, se trata de encontrar un lenguaje que "vibre" al ritmo de esa vida, que se implique mutuamente con ella sin dejar de distinguirse de ella. Se trata de encontrar un lenguaje que no pretenda apresar la vida (pues eso haría de la vida una forma del lenguaje) ni de reflejarla (pues eso haría que la vida tuviera que presentar una estructura sintáctica como la del lenguaje que presuntamente la refleja).
Ilustración: el árbol (eterno en Platón, histórico en Darwin), versus el rizoma (eterno en Leibniz, histórico en Deleuze).
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Por qué no es científico el darwinismo

Foucault estableció una distinción entre "fundar una ciencia", por ejemplo la física moderna, y establecer un discurso, por ejemplo, el marxismo o el psicoanálisis freudiano. En el primero de los casos el sujeto del discurso es suprimido y sustituido por una economía de signos independientes. Cada científico modifica y enriquece el saber, y queda reducido a un plano secundario frente a la constitución de ese saber universal. Los escritos del fundador de una ciencia son parte de esa ciencia, su lugar está determinado por la ciencia misma, y su relectura no altera en nada lo conquistado por ella como saber objetivo.
Todo lo contrario ocurre con la fundación de una nueva discursividad. En este caso, la palabra del fundador queda fuera de la historia de ese saber, es un lugar de verdad al cual debe retornarse cada tanto, y cada retorno modifica el discurso al rescatarse aspectos de su discurso que habían pasado desapercibidos. Ese discurso funda el saber y lo determina, y ese modo de discurrir no puede desprenderse de aquel sujeto que lo fundó.
Esto que para Foucault ocurre con el discurso de Marx y el de Freud, puede aplicarse igualmente a cualquier filosofía. Cada filosofía es el discurso de aquél que la fundó.
Lo curioso es que lo mismo exactamente puede decirse del darwinismo, al punto de que la última gran obra de Gould se presenta como un retorno a Darwin que lee los aspectos que habían sido dejados de lado por lecturas anteriores.
Podría haber habido física moderna sin Galileo y sin Newton, pero no podría haber habido darwinismo sin Darwin (habría tal vez "wallaceismo", sin el ascendente social que le otorgara esa adhesión que hizo del darwinismo un fenómeno de creación de un discurso específico).
Es por eso que podemos afirmar que la genética, que prescindió de Mendel mucho tiempo, y que podría haber prescindido de Watson y Crick, es una teoría científica, mientras que la teoría de la evolución es un discurso filosófico.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.