miércoles, 15 de octubre de 2008

Etología: el mundo por los ojos de los animales

En la película Despertares, basada en la novela de Oliver Sacks, vemos el modo en que personas que sufrían un síndrome peculiar, actuaban ante estímulos muy específicos (agarrar una pelota en el aire, caminar sólo sobre un piso a cuadros, comer al escuchar su música favorita). Lo hacían en un estado de completa inconciencia, pero con una precisión que no se veía empañada por ningún acto fallido. Lo mismo ocurre con un ave que acomoda sus huevos en el nido, pero se olvida de ellos en cuanto le son arrebatados y quedan fuera de su campo visual. Y eso no es extraño si tenemos en cuenta que, como ha descubierto una mujer autista que se dedica a mejorar las condiciones de cría del ganado, llamada Temple Grandin, el pensamiento de los animales, como el de los autistas (y el de aquellas personas que sufrían ese extraño síndrome), es puramente visual, sin capacidad para la abstracción verbal. Sin capacidad, pero con una capacidad diferente, enormememnte sensible a los contrastes visuales.
El libro Interpretar a los animales nos habla del modo en que el desarrollo de los lóbulos frontales del cerebro hace perder a los hombres cierta inteligencia perceptiva que es reemplazada por la abstracción simbólica. Esto nos muestra, una vez más, que somos el resultado de una especie de deformación por sobredimensionamiento de ciertas capacidades juguetonas que en el resto de los animales desaparecen con el estado de madurez. Somos el producto de una extraña neotenia, embriones superdesarrollados que viven gracias al ambiente artificial que hemos creado para compensar lo que Nietzsche entendía como deficiencias en nuestros instintos.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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