miércoles, 6 de agosto de 2008

Los libros híbridos: entre opinión y ciencia

Platón solía distinguir entre filósofos y filodoxos. Ambos son seres finitos y falibles, pero difieren en sus deseos. Unos son amigos de la sabiduría, la buscan aun sabiendo que ella, como decía Pitágoras, es propiedad exclusiva de los dioses. Los segundos, entre quienes ubicaba a los sofistas, a aquellos que trabajan con la eikoné o imágen y pretenden hacerla pasar por la "cosa misma" -es decir, a los abogados, a los publicistas y a los asesores de imagen- sólo se preocupan por seducir con la palabra, por opinar sobre cualquier tema que parecen conocer cuando en realidad no es así.
A los dos habría que sumar una tercera categoría, una categoría híbrida que combina un conocimiento especilizado de un área científica con opiniones más o menos arbitrarias sobre "el puesto del hombre en el cosmos". Es decir, hacen filosofía creyendo hacer ciencia, y sólo alcanzan el nivel de la filodoxia, es decir, de una retórica atractiva en la que se muestran condescendientes con sus lectores, dando ejemplos simples de cuestiones complejas, que no son verdaderos ejemplos sino imágenes y metáforas. Estos seres híbridos son los que inundan de ensayos los escaparates de las librerías, porque no asustan al proclamar que lo que van a explicar es en el fondo muy simple, que cualquiera podrá entender el quid de la cuestión sin mayores esfuerzos. Y terminan convenciendo a sus lectores porque entremezclan anécdotas y chistes fáciles de recordar entre observaciones relativas a cuestiones que sólo comprende gente con una formación de muchos años de estudio. Un ejemplo claro son los libros de Dawkins. Ya he hablado mucho de ellos, y parezco obsesivo con el tema. Alguien que dejó un comentario al respecto dijo que debo tener envidia de su fama. Pero su fama es como la de cualquier autor de best sellers. No tengo problemas con que Gould sea famoso, aunque no concuerde totalmente con él. Lo que me molestan son los vendedores de baratijas. "Baratijas" es un término técnico utilizado por el premio Nobel de física Robert Laughlin para referirse a aquellos que venden libros sobre máquinas nanotecnológicas imposibles, o programas de computadora que emulan superficialmente propiedades de seres vivientes. Es lo que ocurre con el programa El Relojero Ciego. Por suerte existen personas dispuestas a aceptar que lo real puede funcionar de modos misteriosos, aunque su habitualidad hace que no puedan calificarse como "milagrosos". Es el caso de Laughlin, quien, en su libro Un universo diferente nos dice sin pelos en la lengua que la biología, frente a fenómenos emergentes de autoorganización que no puede explicar de modo reduccionista, recurre a la fórmula "selección natural" para no tener que buscar una explicación, igual que en física se recurre a modelos matemáticos con una base filosófica equivocada para dar cuenta de fenómenos como la superconductividad en lo que el nivel cuántico no interviene.
También explica el modo en que la maquinaria capitalista se ha apropiado de la ciencia convirtiéndola definitivamente en un insumo tecnológico.
Imagen: un robot nanotecnológico físicamente inconcebible, capaz de remover células tumorales.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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