viernes, 19 de septiembre de 2008

Campos y resonancias mórficas en la teoría de Sheldrake

En La presencia del pasado Rupert Sheldrake nos da una visión muy concisa e interesante acerca de las relaciones entre su teoría de los campos mórficos y otras con las que está emparentada, como la teoría de Waddington y Goodwin acerca de los campos morfogenéticos.
Luego de mostrar con toda razón el modo en que el platonismo de las leyes eternas y el mecanicismo atomista se combinan para formar el paradigma más aceptado en la Ciencia Moderna, nos habla de que, así como una partícula elemental es una especie de condensación local de un campo que la contiene y la supera, lo mismo podríamos pensar que un cisne es una condensación en el campo de los cisnes, etc. Y así como las partículas de un campo son inseparables entre sí y vibran a la par debido a una influencia a distancia, distintos miembros de una especie, o distintas partes de un mismo miembro, o distintas fases de su propio desarrollo, pueden repercutir unos en otros, generando patrones de interferencia que aumentan progresivamente la probabilidad de que sigan todos una misma dirección de comportamiento.
A esa influencia mutua, a la que llama "resonancia mórfica", Sheldrake le atribuye la capacidad de hacer que un comportamiento sea cada vez más habitual. Así, cuantas más veces fabriquemos un cristal en los laboratorios, más rápido será el proceso de cristalización en otros laboratorios. Como la resonancia se da entre individuos de forma similar (que sintonizan en el mismo canal, para seguir con su analogía radial), se forman creodos que separan cada vez más las distintas formas, se trate de estructuras, pautas de movimiento o modos de comportamiento. Es decir, los sistemas tienden a "enfriarse", por así decirlo, algo que podemos comprobar en el proceso de desarrollo embrionario y su canalización hacia tejidos más y más especializados, aun partiendo de una misma base genética.
Pero ¿cómo puede el hábito permitir la aparición de lo nuevo? Esta, la pregunta más interesante, es la que la teoría de los campos mórficos no puede responder. Partiendo de que no es necesario pensar en términos de leyes eternas o arquetipos eternos, Sheldrake no puede evitar preguntarse, sin embargo, por el origen de aquellas pautas de comportamiento que se hacen cada vez más habituales con el tiempo. Por un lado hace del hábito una ley, con lo cual aun el cambio progresivo de las leyes naturales obedece a una pauta única y repetitiva (la resonancia mórfica), y por otro advierte que la creatividad en la naturaleza, o se explica por alguna preexistencia de las formas, u obliga a aceptar un surgimiento al azar o desde la nada, lo cual es no dar ninguna explicación en lo absoluto. Esto demuestra que, como señalaba Kant, la pregunta misma que hace la ciencia, "¿por qué?", nos fuerza a contestar aplicando la idea de causa, que establece en última instancia una modificación en la que algo (materia, energía o información) debe conservarse. De lo contrario, no hay respuesta, y tampoco ciencia.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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