miércoles, 17 de septiembre de 2008

Sobre vestigios y "peor es nada"

Veía a mi hijo de tres meses chuparse el dedo, y pensé que la Teoría de la Evolución de Darwin podría explicar ese acto como "vestigio" de algún mecanismo de autoalimentación que se ha perdido.
La idea de los órganos vestigiales, usada como prueba del evolucionismo, hizo que la escuela médica positivista hiciera de un modo salvaje extracciones de amígdalas y de apéndices como si se tratara de órganos inservibles. Ahora ha cambiado la opinión sobre el tema, y sólo las muelas de juicio parecen un problema para quien niegue la teoría de los vestigios.
Lo contrario del vestigio es el órgano en formación. Se supone que, o bien tiene al principio otro uso que el definitivo, o que funciona mal, pero es mejor mal que nada. Esta es toda una filosofía, contraria al espíritu de los griegos, quienes consideraban parte de la educación el enseñar a ser el mejor ("aristos", de donde viene el término "aristocracia", es decir, el gobierno de los mejores). Es difícil probar, sin embargo, que existan órganos que funcionen a medias, salvo en casos disfuncionales, es decir, en casos de enfermedad, cuando es verdad que el que posee tal órgano puede vivir, pero con una espectativa menor. Un órgano en formación lo es en relación con un órgano terminado, con lo cual nunca puede saberse si algo es un órgano en formación hasta que el órgano en cuestión termine su formación (cuando ya es tarde para hacer predicciones sobre su futuro desarrollo).
Los neodarwinistas aplican el mismo criterio a un nivel metacientífico (o epistemológico): mejor que no tener ninguna explicación es tener una cualquiera, algo que dicen de su propia teoría de la evolución.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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