domingo, 31 de agosto de 2008

Concepciones alternativas (barrabasadas) alrededor de la biología

Hace un tiempo, poco antes que me retirara un tiempo del blog por cuestiones personales, escribí un artículo acerca de las barrabasadas que pululan en la publicidad y que tocan temas médicos y biológicos. Agreguemos dos ejemplos más -y más que contundente- a los que enumeré entonces. En una propaganda de televisión puede verse a una supuesta "bacteria" con forma de babosa y cara de monstruo de película de ciencia ficción diciendo "yo hago la grasa" y a otra criatura tan desagradable como la primera respondiéndole "y yo la suciedad". Así que no crea usted que ensució la cocina con los restos del guiso. ¡Son las endiabladas bacterias las que sintetizaron la grasa que usted ve, sólo para obligarlo a limpiar! También ellas son culpables de la tierra, del polvo, de las pelusas... ¡Así que no culpe a su hijo de caminar con las zapatillas sucias por la sala! Encima, se asegura que el limpiador para pisos que se promociona mata el 99% de virus, hongos y bacterias, lo cual es mentira ya que los compuestos de amonio cuaternario (grupo del que forma parte este producto) son sólo modestos desinfectantes con moderado poder bactericida, poco virucida y ninguno micocida.
Además, ¿cómo vamos a pretender crear hábitos de higiene y prevención de enfermedades en la población si desde una propaganda de un jabón de lavar la ropa nos dicen - defendiendo tan sólo su negocio- que "ensuciarse hace bien"?
Estas barrabasadas no se limitan a las campañas de publicidad comerciales, también plagan la web y los e-mails que se envían en cadena. Recibí uno que alaba los beneficios de comer frutas. Todos coincidimos en que comer fruta es saludable. El problema es que, luego de explicar que la fruta pasa de largo por el estómago y va directo al intestino, donde se digiere la fructosa, punto en el que también podemos estar más o menos de acuerdo, saca como conclusión que no debe comerse después de ingerir otros alimentos diferentes porque la fruta "queda atrapada en el estómago entre los almidones y las grasas". ¿Querrá hacernos entender que se queda allí y no puede llegar al intestino y por lo tanto su azúcar no es absorbido? ¿Tendrán el almidón y los triglicéridos una capacidad desconocida por la que se unen específicamente a la fructosa y la secuestran? ¿Y qué pasa cuando los almidones y las grasas mismas son degradadas? El mensaje no se detiene allí. Afirma que ingerir frutas evita que "la sangre se espese" y que por eso se obstruyan arterias. El único camino que veo para que esto se cumpla es que uno como sólo fruta y se abstenga de ingerir lípidos.
Las bacterias no crean la suciedad, pero sí están en ella. La suciedad les sirve de abrigo, de alimento y de sustrato.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

jueves, 21 de agosto de 2008

Belleza y verdad

He añadido a mi blog BELLEZA Y VERDAD un artículo referente a la epistemología fenomenológica de Gastón Bachelard que considero relevante para los temas que tratamos aquí, pero que es demasiado largo para incluirlo en este blog. El que esté interesado puede cliquear en el primero de los blogs recomendados que se encuentran mencionados a la derecha de la pantalla.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

jueves, 14 de agosto de 2008

¿El ambientalismo está justificado biológicamente?

Hume es uno de los primeros filósofos que ha afirmado que deben separarse las esferas del ser y del deber. Es muy común pretender, a partir de una descripción de lo que las cosas "son", tratar de derivar conclusiones acerca de lo que "deberían" ser. Quizás esta idea se deba a Aristóteles, quien pretendía del estudio de la esencia humana derivar una conclusión acerca de los bienes a los que el hombre "debe" aspirar, y a los iluministas franceses, para quienes de la naturaleza humana derivan ciertos derechos inalienables que todos debemos respetar.
Richard Lewontin, basándose en los mismos datos biológicos que llevan a los ambientalistas a hablar de la necesaria preservación del medio ambiente y de las especies en peligro de extinción, sostiene que el medio ambiente no existe, que la naturaleza biológica consiste en cambiar y no en permanecer, que los hombres somos una más de las especies que modelan el medio con su comportamiento, y que la extinción del 99,99 porciento de las especies que han existido sobre la Tierra antes de la aparición del hombre demuestra que el intento por salvar especies en vías de extinción es un inútil malgasto de recursos. Que a lo sumo se trata de mejorar las condiciones ambientales para mejorar la vida del hombre, especie destinada también, como todas, a desaparecer cuando estalle el Sol y se trague a la Tierra y a todo lo que habita en ella.
En realidad, los argumentos de Lewontin son válidos, tanto como los argumentos de los ambientalistas. Lo cual significa que no hay argumentos suficientes para decidir cuál es el camino que nuestras acciones deben seguir. Una vez que hemos decidido, podemos justificar nuestra decisión después, pero, como decía Sartre, siempre hay una ética que nos permite demostrar que lo que decidimos hacer es lo mejor que podíamos hacer. La biología nos puede decir si una sustancia pesticida que es rociada en soja transgénica puede poner o no en peligro nuestra vida, pero no nos puede decir si es bueno o malo hacer soja transgénica, si es bueno o malo usar pesticidas. Esa es una cuestión humana y no natural.
Kant planteaba que el reino de deber está en nuestra conciencia moral, que nada tiene en común con el reino del ser. Hegel, en cambio, decía que el ser humano es parte de la realidad, y con ella su moralidad, que además es vacía si no se realiza en las políticas de Estado, en la forma de la eticidad. ¿Quién tiene razón y quién se equivoca? ¿Podemos no actuar sobre la realidad como lo hacemos? Y si no podemos, ¿debemos igualmente criticar, desde nuestra conciencia individual, lo que hacemos como totalidad social?
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viernes, 8 de agosto de 2008

Causas ocasionales y acción a distancia

El gran escándalo de la física moderna es que, teniendo como base el paradigma mecanicista de Descartes (el mundo es un conjunto de átomos que se relacionan por las mismas leyes causales de contacto inmediato y reacción por choque elástico que valen para las bolas de billar), se vió obligada, sin embargo, a aceptar una acción a distancia: la de la gravedad.
Por algún motivo gran parte de la filosofía heterodoxa de la época, más acorde con los resultados de Newton, fue olvidada. Leibniz, co-fundador con Newton del análisis matemático, fue el primero en plantear que la cinemática de Descartes era insuficiente, y que había que plantear la existencia de fuerzas. Para él, la espaciotemporalidad macroscópica era un fenómeno emergente a gran escala surgido a partir de la interacción de centros de fuerza carentes de materialidad: las mónadas. La idea actual de vacío energético planteada por la mecánica cuántica y la idea de Laughton y otros del estado sólido como propiedad emergente se encuentra exactamente en la misma línea de pensamiento.
Esta idea metafísica acerca de la inmaterialidad del fondo de la realidad lleva a la conclusión de que plantear que el movimiento de una bola de billar es producto del choque de otra bola, como si se tratara de sólidos perfectamente elásticos, es un error, como lo sospechaba Hume. Pero no porque las relaciones causales sean comportamientos habituales de hechos aislados concurrentes, como él sospechaba, sino porque lo que habitualmente llamamos causas no son otra cosa que lo que Malebranche llamaba "causas ocasionales". Frente al problema, viejo para la filosofía pero aun vigente en física, de la comunicación de la sustancias (cómo dos cosas separadas pueden depender una del estado de la otra), la respuesta parece ser la misma que dio Malebranche: las sustancias separadas son aparentes, en realidad hay una sola cosa. A esa cosa él la llamaba Dios, y la física actual la llama el vacío (porque llamarla el éter, como sería lo correcto, resultaría demasiado bochornoso después de tanta antimetafísica neopositivista que se ha encaramado sobre los logros de la teoría de la relatividad restringida).
En biología ocurre lo mismo: queremos explicar el todo a partir de las partes, cuando esas partes no son más que efectos emergentes de una unidad de fondo. Si las proteínas adquieren la configuración adecuada a sus fines es porque las entidades vivientes totales fabrican esas proteínas para alcanzar esos fines. Y cuando su forma no es la adecuada, la tuercen haciendo uso de otras proteínas (por ejemplo de las chaperonas). Mutación y selección son sólo las ocasiones para el desenvolvimiento de ese movimiento total que llamamos vida.
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Los seres vivientes como sustancias anhomeoméricas

Aristóteles distinguía, dentro del mundo de las sustacias, o cosas concretas, varios tipos, de los cuales me interesa destacar dos: las sustancias homeoméricas y las anhomeoméricas. Las primeras corresponden a lo que los físicos llaman "estado libre de escala". Se trata de aquellas sustancias cuya división genera "dos partes de lo mismo". Si yo divido una barra de metal en dos, obtengo dos barras de metal. Esto es válido hasta cierto límite a partir del cual, según Laughlin, empiezan a ser relevantes las propiedades cuánticas de los átomos individuales. Ocurre entonces que la homogeneidad que muestra la sustancia a gran escala se desmorona. Eso es claro cuando hacemos microscopía de barrido electrónico sobre la superficie de un cristal. Los fractales también son libres de escala. En este sentido, fractales y procesos de autoorganización como el laser (favorito de la sinergética), los hologramas (favoritos del paradigma holográfico) o los relojes atómicos (favoritos de la termodinámica de procesos irreversibles) quedan incluídos en el mismo grupo que cosas más triviales y clásicas, como las piedras, los metales y el agua.
En cuanto a las sustancias anhomeoméricas, no son libres de escala. Si divido una de ellas en dos porciones, no obtengo dos muestras de lo mismo, ni siquiera a la primera división. Por ejemplo, si corto un eslabón de una cadena de procesos bioquímicos como la que tiene lugar en el proceso de coagulación de a sangre (favorito de los partidarios de Diseño Inteligente), el proceso ya no es el mismo, no lleva al mismo resultado, y deja de ser funcional (lo cual no quiere decir que no pueda obtener los mismos resultados finales si reemplazo todos los miembros de la cadena por otros, formando una cadena más corta, pero que no podría obtenerse a partir de un simple corte de la primera cadena). Todos los seres vivientes son sustancias anhomeoméricas en este sentido, y las teorías de autoorganización que se aplican a la superconductividad, la superfluidez, el laser, los relojes químicos, etc., no pueden simular el funcionamiento de una "simple" célula.
Esto significa que la vida posee organización a todos los niveles, y eso es lo que la hace "extraña" desde el punto de vista físicoquímico.
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miércoles, 6 de agosto de 2008

Los libros híbridos: entre opinión y ciencia

Platón solía distinguir entre filósofos y filodoxos. Ambos son seres finitos y falibles, pero difieren en sus deseos. Unos son amigos de la sabiduría, la buscan aun sabiendo que ella, como decía Pitágoras, es propiedad exclusiva de los dioses. Los segundos, entre quienes ubicaba a los sofistas, a aquellos que trabajan con la eikoné o imágen y pretenden hacerla pasar por la "cosa misma" -es decir, a los abogados, a los publicistas y a los asesores de imagen- sólo se preocupan por seducir con la palabra, por opinar sobre cualquier tema que parecen conocer cuando en realidad no es así.
A los dos habría que sumar una tercera categoría, una categoría híbrida que combina un conocimiento especilizado de un área científica con opiniones más o menos arbitrarias sobre "el puesto del hombre en el cosmos". Es decir, hacen filosofía creyendo hacer ciencia, y sólo alcanzan el nivel de la filodoxia, es decir, de una retórica atractiva en la que se muestran condescendientes con sus lectores, dando ejemplos simples de cuestiones complejas, que no son verdaderos ejemplos sino imágenes y metáforas. Estos seres híbridos son los que inundan de ensayos los escaparates de las librerías, porque no asustan al proclamar que lo que van a explicar es en el fondo muy simple, que cualquiera podrá entender el quid de la cuestión sin mayores esfuerzos. Y terminan convenciendo a sus lectores porque entremezclan anécdotas y chistes fáciles de recordar entre observaciones relativas a cuestiones que sólo comprende gente con una formación de muchos años de estudio. Un ejemplo claro son los libros de Dawkins. Ya he hablado mucho de ellos, y parezco obsesivo con el tema. Alguien que dejó un comentario al respecto dijo que debo tener envidia de su fama. Pero su fama es como la de cualquier autor de best sellers. No tengo problemas con que Gould sea famoso, aunque no concuerde totalmente con él. Lo que me molestan son los vendedores de baratijas. "Baratijas" es un término técnico utilizado por el premio Nobel de física Robert Laughlin para referirse a aquellos que venden libros sobre máquinas nanotecnológicas imposibles, o programas de computadora que emulan superficialmente propiedades de seres vivientes. Es lo que ocurre con el programa El Relojero Ciego. Por suerte existen personas dispuestas a aceptar que lo real puede funcionar de modos misteriosos, aunque su habitualidad hace que no puedan calificarse como "milagrosos". Es el caso de Laughlin, quien, en su libro Un universo diferente nos dice sin pelos en la lengua que la biología, frente a fenómenos emergentes de autoorganización que no puede explicar de modo reduccionista, recurre a la fórmula "selección natural" para no tener que buscar una explicación, igual que en física se recurre a modelos matemáticos con una base filosófica equivocada para dar cuenta de fenómenos como la superconductividad en lo que el nivel cuántico no interviene.
También explica el modo en que la maquinaria capitalista se ha apropiado de la ciencia convirtiéndola definitivamente en un insumo tecnológico.
Imagen: un robot nanotecnológico físicamente inconcebible, capaz de remover células tumorales.
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martes, 5 de agosto de 2008

Biología y teleología

Teniendo en cuenta un comentario que recibimos en el blog, quisiera hacer una aclaración acerca de nuestra postura en torno a lo teleológico.
El filósofo Nicolai Hartmann, un realista que adoptó algunas conclusiones de la fenomenología del primer Husserl (el que amplió la idea de objeto más allá de las restricciones positivistas que lo limitaban a fenómeno sensorial), admitía que la idea de vida es inseparable de la categoría de teleología. No podemos dejar de comprender a los seres vivientes como orientados a fines, algo que resulta innecesario en el ámbito de los hechos físico-químicos.
Como era realista, Hartmann no interpretaba esa necesidad como una condición de posibilidad del conocimiento biológico, como lo hacemos nosotros, pues para él las categorías eran cualidades reales de los objetos y no, como para Kant, maneras de entenderlos. Pero siguiendo los resultados de la ciencia de entreguerras, sostuvo la necesidad de demostrar que es concebible que esta categoría emerja a partir de relaciones de tipo puramente mecánico, es decir, en las que el efecto no precede a la causa, como ocurre en los procesos que muestran tendencias a fines.
Él veía en la teoría de la evolución de Darwin la explicación del modo en que dos procesos mecánicos y ciegos que avanzan en líneas independientes, las pequeñas variaciones de las especies por un lado, las condiciones del entorno por el otro, sólo permitían la supervivencia y reproducción de aquellos seres vivientes que casualmente poseyeran las características que mejor se adaptaran al medio, funcionando de un modo que pareciera destinado adrede a alcanzar el fin de la continuación en la existencia de la especie a la cual esos seres pertenecen.
Después de Kuhn y Lakatos sería muy ingenuo seguir sosteniendo el realismo de Hartmann, y en consecuencia no tiene sentido pretender ver surgir procesos teleológicos a partir de procesos mecánicos. Mecanicismo y teleología son dos categorías que enfocan aspectos diferentes de una misma realidad que se nos escapa. No es el mismo objeto el que estudia un darwinista que el que estudia un partidario del Diseño Inteligente, por más que en última instancia ambos se refieren a las mismas "cosas".
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La memoria celular

Mirta plantea en un artículo si las células pueden recordar. Pero ¿qué significa recordar? ¿Significa simplemente tener algún tipo de marca generada por una situación del pasado que asegure igual comportamiento en situaciones similares en el futuro? Si se tratara sólo de eso, podríamos hablar de memoria de los materiales. Por ejemplo, los metales tienden a doblarse hacia el mismo lado aunque hayan sido enderezados al máximo posible. Pero parece cuestionable hablar de memoria a este nivel, excepto como una metáfora bastante próxima al animismo poético.
Podríamos interpretar la memoria, la memoria humana, en términos de memoria celular, y la memoria celular en términos de alguna clase de maleabilidad química que infuye sobre el futuro comportamiento de las células, generando algo así como "hábitos" de procesamiento molecular. Pero en ese caso tranformaríamos totalmente el concepto habitual de memoria, que implica la capacidad de evocar imágenes del pasado de un modo consciente. Estaríamos haciendo lo mismo que Newton cuando redefinió el concepto de fuerza en términos matemáticos, superando así, aparentemente, su carácter de cualidad oculta.
La memoria biológica, entonces, o bien es una metáfora, o bien nos obliga a postular alguna clase de proceso global que no se reduce meramente a determinaciones moleculares inducidas por el medio sobre el organismo, como las postuladas por la idea de flexibilidad neuronal -tema del cual nos ocupamos, en sus ventajas y desventajas, al comentar el libro A cada cual su cerebro.
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