martes, 22 de julio de 2008

El monopolio de la cultura

Gould, Dawkins, Margulis, que pertenecen ya a la tradición de la biología de divulgación, se han hecho famosos. La fama, para los griegos, era un misterio inexplicable, que sólo podía atribuirse al capricho del destino. ¿Cuántos genios olvidados habrá en el Campo de Marte de la historia de la ciencia?
A veces lo que hace famoso al científico es ir contra corriente. Otras veces, ir contra corriente lo hunde en el río del olvido. A veces se trata de conseguir una beca del CONICET gracias a un "padrino" que ya está adentro, o bien ir a hacer cualquier curso en el extranjero que pague de su propio bolsillo. En la ciencia es tan cierto, como en otras áreas de la vida, que nadie es profeta en su tierra.
Nunca será famoso un biólogo tibio. Tiene que ser extremista, adoptar una postura filosófica y defenderla como si él fuera sólo su profeta. Viva Darwin, muera Darwin. Dos posturas. Así todo se hace menos equitativo pero más simple. No se puede ser espectador. Sin embargo, Husserl hizo del ser espectador la base de su filosofía. Para él contaba la actitud, natural o fenomenológica, y no tanto los juicios que hacemos parados sobre ella, contemplando.
Yo tengo un doctorado en la UBA, soy profesor universitario, pero no he publicado en revistas extranjeras con referato, no he hecho artículos eruditos llenos de citas a pié de página, no tengo alguien que me apadrine, no pertenezco al CONICET. Creo tener cosas interesantes para decir, pero ¿quién me va a escuchar? El blog es el último refugio para dar a conocer lo que pienso. Quien quiera oir que oiga.
Un periodista científico bastante conocido se interesó por este blog. Quedó en reunirse conmigo para hablar del tema. Pero nunca más contestó a mis e-mails.
Nuestro editor nos dice que los "media" ya no son como antes. Sólo publicitan los libros que ellos mismos imprimen en editoriales que han comprado y monopolizado. Y entonces comprendo. Comprendo que hay un monopolio de la cultura, y que los que no estamos en él no tenemos esperanzas de flotar ni siquiera nadando contra corriente.
La ciencia de hoy que no tiene uso industrial, igual que la literatura, se ha convertido en periodismo y política.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos. Pareces algo quemado con la "empresa cultural", ja, ja. Bueno, así andamos muchos: yo ando escribiendo una tesis sobre Heidegger y las ciencias de la vida con el único apoyo económico de mis padres. Pero mi director, que escribe sobre psiquiatría y filosofía (Binswanger, Merleau-Ponty, Deleuze...), lleva ya seis meses con un libro "en la nevera" y que la editorial Trotta se resiste a publicar por "falta de mercado". Él les dice jocosamente: "Pues nada, decidme vosotros sobre lo que tengo que escribir".

Es normal tal resistencia "cultural" ante determinados enfoques. Por un lado, a los filósofos "continentales" (sobre todo de habla hispana) se les atragantan los detalles científicos; por otro lado, a los científicos les asustan las corrientes filosóficas que den un paso más allá de, resumamos groseramente, la ontología naturalista. La filosofía analítica se ha apoderado de la "filosofía de la ciencia" y la filosofía continental se ha dejado. Ahora estoy ojeando "Fundamentos de biofilosofía" de Mario Bunge y pfff... no puedo concebir nada menos "estimulante" (no hay más que ver su "definición" de vida y su exclusión de la termodinámica, la cibernética, la exobiología, etc.). "Proteje" tanto a la biología que la asfixia.

Yo no sé si el enfoque fenomenológico aplicado a la biología es el más adecuado, pero desde luego es muy legítimo (a pesar de lo que digan Bunge, Mosterín & co.) y, sobre todo, altamente interesante y abierto de miras (cualidades de las que carecen muchos). Lo malo es que los fenomenólogos (o continentales en general, salvo excepciones) están poco interesados en la biología y que los biólogos están atemorizados por las advertencias de los "paladines de la ciencia" analíticos ante los "peligros" de la "metafísica" fenomenológica.

Pero tranquilo, nada cae en saco roto. ¿Has probado a publicar en "Ludus Vitalis"? Es una revista sobre filosofía y ciencias de la vida por lo que sé bastante abierta. Yo quizás lo intente con un artículo que estoy escribiendo sobre el privilegio que tienen las ciencias de la vida dentro de la deconstrucción. Lo que pasa es que mi intención es llamar la atención de los deconstructores españoles (más ocupados en otras lides) sobre ese campo apenas explorado, y quizás esa revista no sea el mejor medio. Pero para la tarea que vosotros desempeñáis creo que sería un escaparate genial.

Todavía no me he hecho con vuestro libro. Resulta que los gastos de envío (a España) son mayores que el precio del libro. A ver si lo compro en pdf. Ánimo, que quien la sigue la consigue.

A propósito, no comento nada más técnico porque aún no tengo yo mismo las cosas claras, pero hay algunas afirmaciones tuyas con respecto a la "intencionalidad" (en "Biología y filosofía de la sospecha") que me gustaría que aclarases. En concreto si piensas que toda intencionalidad es consciente (algo muy husserliano por otra parte) o si con intencionalidad estás hablando de todo tipo de teleología (algo que me resultaría extraño). Doy por supuesto que con tu formación fenomenológica debes defender algún tipo de teleología, ¿no? Seguramente hayas ya escrito sobre esto, pero hay tantas entradas que me pierdo, ja, ja.

Saludos

DOS, MEG dijo...

Gracias por tu comentario, y tus palabras de aliento. Lo que dices del estado actual de la filosofía es exacto, y un excelente y completo diagnóstico del estado de situación. En cuanto a la intencionalidad, hay que distinguir dos usos. Uno, el teleológico, habla del apuntar a fines. Otro, el fenomenológico, habla de la esencia de los actos de la conciencia. No queda claro si esos actos son para Husserl siempre conscientes. Al menos la fenomenología genética plantea la duda. Igualmente, hay que distinguir entre conciente y conciente de sí. El acto puede ser una conciencia de objeto que no sea conciente de sí misma. Pero si no lo es, debe llegar a serlo. El científico muchas veces realiza actos de fantasía de los que no es conciente, pues toma a sus objetos imaginarios como-si fueran reales o fácticos. No sé si he respondido a tu pregunta. Gracias de nuevo por tus palabras de aliento, y suerte con tu proyecto.En cuanto a las escusas de ls editoriales para no publicar, sabemos que todo se vende con una buena publicidad. pienso en las parrafadas en latín que no impidieron que El nombre de la rosa de Eco fuera best seller. saludos.
Daniel O. Stchigel

Anónimo dijo...

Sí, bueno, la distinción que mencionas es más o menos la que hay entre "intención" (en sentido corriente) e "intencionalidad" (en sentido fenomenológico). Pero me refería precisamente a que decir que la conciencia ES intencional es decir implícitamente que la conciencia es esencialmente teleológica (que TIENDE al cumplimiento de una "intentio").

Pero la conciencia reflexiva y la intencionalidad de acto vienen posibilitadas por una síntesis temporal originaria (por una intencionalidad "de género propio", dice Husserl en el apéndice IX de las lecciones sobre el tiempo) que no puede ser ella misma consciente. Si la posibilidad de auto-designarse (en sentido amplísimo, como posibilidad de distinguirse a sí de un otro) se funda en esta "autoafección" constituyente del tiempo antes de todo "auto" (constituido), yo me preguntaba por la posibilidad de enfocar el hecho biológico desde este punto de vista (digamos aun, "trascendental"). Por ejemplo, los fenómenos inmunológicos en los que es esencial la constitución de un "propio", de un "sí-mismo" que (se) distinga (de) lo "ajeno", lo otro.

No sé si me he explicado bien. Lo que quería decir es que me parece que en el asunto de la teleología, la biología debería hablar en el lenguaje de la fenomenología genética. No intenciones hacia fines o metas como si fuesen algo "presente" (constituido) sino, en sentido fuerte, intencionalidades constituyentes. Mi camino va más allá de la fenomenología (en todo esto creo seguir las indicaciones de Derrida en "La voz y el fenómeno"), pero creo que es un paso INELUDIBLE.

¿Hasta qué punto podemos hablar de "constitución" al referirnos a una proteína, a un virus, a un procariota, a una célula perteneciente a un órgano, a un órgano, a un organismo completo, a una población, a un ecosistema...? Pues no lo sé, ja, ja. Pero me parece un bonito campo de trabajo que requiere un análisis muy diferenciado. Seguramente con esto se "traiciona" bastante a Husserl, pero ¿no es la fenomenología, según el dicho, la suma de todas sus herejías?

En fin, la única pregunta que me gustaría que me respondieses es cuál es vuestra postura respecto a la cabida de la teleología en biología. No si los vivientes tienen un "propósito" o actúan con un fin, sea la perpetuación de la especie o la conquista del espacio (siempre me ha parecido que las premisas de ese debate están viciadas de raíz). Me refiero más bien a lo que llamamos viviente ES esencialmente teleológico. Por ejemplo, el concepto de "salud" (en esto estoy con Canguilhem) me parece ininteligible sin algún tipo de teleología. Es decir, me parece que el debate no es teleología sí o teleología no, sino ¿de qué tipo de teleología hablamos?

Saludos

DOS, MEG dijo...

Entiendo. Bueno, yo creo que la vida que la Biología estudia es un producto cultural, una constitución intersubjetiva que se apoya sobre a vida propia del cuerpo sintiente, viviente, que puede hacer empatía también con los animales. Nuestro enfoque es más epistemológico que ontológico, en este sentido. En cuanto a a teleología, diría que es una condición de posibilidad del pensar lo viviente, como diría Kant, más que una cualidad real de la vida. Pero claro, qué es lo real más allá de lo que se nos presenta como real, eso fenomenológicamente ni tiene sentido preguntarlo. Pero estoy de acuerdo con Canguilhem. La crítica a Dawkins y a Margulis es más bien que no advierten, no tienen en cuenta, los alcances teleológicos de sus posturas. Dawkins pretende ser abiertamente materialista-mecanicista, cuando en realidad trata al gen como una escondida razón astuta que busca su propia persistencia a través del armado de complejas maquinarias moleculares que, ellas sí, no tienen nada inmanentemente teleológico.