Dios sabrá por qué los libros de divulgación biológica no pueden prescindir de un relato evolutivo que, irónicamente, busca reemplazar al relato bíblico. Lo peor es que este relato, con ligeras variantes, sigue siendo el mismo de siempre, en el cual, a medida que el ambiente va presentando nuevos desafíos, la selección natural los va sorteando a través de la invención de nuevas estructuras o nuevas funciones metabólicas ad hoc que le permiten a los organismos adaptarse a los cambios del ambiente.
Encima, estos inexplicables (o mejor dicho inexplicados) hitos son presentados como proezas mitológicas. Vayan dos como ejemplos. Cuando el hidrógeno del agua de los océanos reaccionaba con otros elementos liberando hidrógeno gaseoso que se escapaba irremediablemente a la atmósfera, la vida intervino para evitar la evaporación de los océanos inventando una nueva forma de fotosíntesis, la oxigénica, más compleja que la que ya existía (anoxigénica), haciendo que se liberara oxígeno, oxígeno que al recombinarse con el hidrógeno lo retuvo nuevamente en forma de agua. Sin embargo la fotosíntesis consumía dióxido de carbono del aire, el que era necesario para crear el efecto invernadero qe mantenía la temperatura del planeta moderada. De nuevo, y de la nada ( y acá va la segunda proeza), la evolución sacó una carta ganadora: creó a las bacterias fermentadoras, que como subproducto metabólico liberan dióxido de carbono, lo que vino de perillas para mantener a la atmósfera en condiciones adecuadas para la vida.
El relato evolutivo que brinda F. Capra pavimenta todos los baches que dejaba el de L. Margulis, empezando con el "microcosmos" bacteriano y llegando al "macrocosmos" que nos incluye, de manera que resulta un atractivo cuento en el que se puede creer, siempre y cuando uno no lo analice críticamente ni busque los "peros" a ninguno de los mojones históricos que plantea.
El relato evolutivo que brinda F. Capra pavimenta todos los baches que dejaba el de L. Margulis, empezando con el "microcosmos" bacteriano y llegando al "macrocosmos" que nos incluye, de manera que resulta un atractivo cuento en el que se puede creer, siempre y cuando uno no lo analice críticamente ni busque los "peros" a ninguno de los mojones históricos que plantea.
El relato evolutivo,siempre neodarwinista, se yergue entonces como un relato bíblico alternativo. Y se afirma cada uno de sus pasos como un pasado cierto, sin utilizar ninguna forma potencial de verbalización. Lo extraño, al menos en Capra, es que se esfuerza en dar crédito a nuevas visiones de la evolución, principalmente a la autoorganización y autopoiesis de Kaufman, Varela y Maturana y a la simbiogénesis de Margulis, pero parece olvidarlos (o no saber cómo incorporarlos) a la hora de relatar los eventos evolutivos. ¿Cuándo se dará, en este tema, un verdadero paso adelante? ¿Qué piensa usted, lector? ¿Ocurrirá algún dichoso día?
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.
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