sábado, 28 de junio de 2008

La placenta, ese extraño ser altruista

Mirta nos habla en su artículo de la integración de los múltiples sistemas del organismo, confirman-
do que cada ser viviente es una unidad. Yo voy a referirme a la intuición contraria: constituimos una multiplicidad nunca del todo bien integrada, y es esa laxitud lo que nos permite continuarnos en nuestra descendencia.
Desde antiguo se pensaba en la multiplicidad como característica del organismo humano. Lo griegos veían al útero, en un anticipo de la idea de simbiogénesis de Margulis, como un animalito de costumbres propias que, al moverse hacia arriba, por el proceso que ellos llamaban "histéresis", aplastaba otros órganos y podían llegar a producir una "parálisis histérica".
Platón, en La República, habla de las tres almas del hombre, localizando una en el cerebro, otra en el corazón y otra en el bajo vientre. Es significativo que algunos médicos hayan encontrado actualmente un sistema nervioso autónomo en el corazón, atribuyéndole incluso la memoria emocional que los griegos le habían asignado y que fue objeto de burla a partir del Renacimiento, cuando el primer órgano en la vida intrauterina fue considerado una simple válvula impulsora de la sangre.
No debemos olvidar en esta mirada histórica a San Agustín, quien hablaba de la autonomía del miembro viril como castigo de Dios por el pecado de Adán.
Lacan señala que el recién nacido es un revoltijo de pulsiones que se descargan en cualquier dirección, una multiplicidad que se va organizando en torno a la imagen materna en lo que llama "estadio del espejo". Eso es claro en el modo en que toda la vida inicial del bebé se organiza en torno al reflejo de succión, lo único que da unidad a su descontrolado interior y lo pone en contacto con el mundo exterior. Es como una ventosa que se adhiere al pecho materno, y el resto del tiempo examina, con la mirada perdida, los movimientos de sus fluidos interiores.
Pero lo que más me llama la atención es la existencia de la placenta, ese complejo órgano temporario, esa especie de tumoración benéfica que se extiende desde la madre hacia el óvulo implantado para darle una sangre nutriente que tiene, sin embargo, una circulación autónoma -lo cual hace posible evitar que el hijo contraiga el HIV, y que tenga un grupo sanguíneo distinto al de la madre.
La placenta es una especie de organismo autónomo que se desprende de la madre por esciparición en el momento oportuno, en el kairós requerido por la llegada, a partir de las zonas misteriosas donde se guarda el secreto de la totipotencia, del óvulo fecundado. Óvulo fecundado por la llegada del espermatozoide desde distancias siderales y a partir de motivaciones, como amor y deseo, que difícilmente podemos ver de otro modo que como una "astucia de la razón", astucia de una vida que coordina infinitos procesos para mantener a salvo en el tiempo la posibilidad de una nueva generación.
El único órgano destinado a dar todo por la nueva vida para después perecer, y con él todas las réplicas de los genes maternos que están en sus células, un sacrificio grande por una vida que sólo mantendrá la mitad de la carga genética originaria, ¿no nos obliga a aceptar la complejidad irreductible de estos procesos de la vida pluricelular, y a dudar de los beneficios explicativos de conceptos como "egoísta" y "altruista"?
Imagen: La placenta por dentro.

Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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