Las fronteras entre los sistemas de órganos nervioso, endócrino e inmune se impusieron bastante arbitrariamente en virtud de una necesidad metodológica de acotar, en cada una de las tres áreas, el objeto de estudio correspondiente, ya de por sí demasiado complejo.
Pero desde siempre fue evidente para los buenos observadores que estos sistemas son difícilmente definibles por separado. En principio, los tres se distribuyen a lo largo y ancho del organismo, careciendo de una definición espacial clara. El sistema nervioso se extiende a través de nervios y ganglios nerviosos periféricos que parten del encéfalo y de la médula espinal centrales. El sistema endócrino se presenta como un conjunto de glándulas esparcidas por todo el cuerpo y conectadas por vasos sanguíneos. Por último, el sistema inmune comprende una intrincada red de vasos y ganglios linfáticos .
Respecto a este último sistema, Francisco Varela y sus colaboradores (según nos cuenta Fritjof Capra en la parte más interesante de su libro La trama de la vida, páginas 287-294) decidieron hablar, más que de sistema inmunológico, de "red" inmunológica, y le han otorgado un grado de cognición autónoma, responsable de la "identidad molecular del cuerpo, autoorganizada y autorreguladora". Y fueron aún más allá, postulando que los sistemas nervioso e inmunológico serían dos sistemas cognitivos interactivos.
De esta interactividad entre los tres sistemas existen pruebas que me parecen contundentes. Una, muy antigua, es el funcionamiento del eje hipotálamo-hipofisario. Como vimos al hablar de la prolactina en mi artículo anterior, el hipotálamo, que es una estructura nerviosa (o sea constituida por neuronas) secreta factores peptídicos que actúan sobre la glándula endócrina hipófisis, activando o inhibiendo la secreción por parte de ésta de una serie de hormonas al torrente sanguíneo, hormonas que actúan a su vez sobre otras glándulas del cuerpo, entre ellas la prolactina que actúa sobre la glándula mamaria.
La otra prueba, que surgió en los años 80 del siglo XX, pero recién está ganando aceptación los últimos años, es el nutrido grupo de péptidos señal que han sido analizados durante años desde cada uno de los tres campos como neurotransmisores, como hormonas, como factores de crecimiento o como citocinas, hasta que se hizo evidente que se trata de mensajeros moleculares que actúan sobre los mismos tipos de receptores distribuidos por todos los tejidos, y que integran una red psicosomática que comprende las actividades nerviosas, endócrinas e inmunológicas integradas en un único sistema.
Ya he hablado de estos péptidos en este blog desde el punto de vista neurológico. Remito al lector al artículo sobre neuropéptidos. En él mencioné algunos de ellos (los péptidos opioides alojados en cerebro, los intestinales, la ACTH que actúa obre glándula suprarrenal) y algunas de sus posibles acciones fisiológicas.
Lo cierto es que actualmente se sugiere que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones, con lo que la tan mentada red psicosomática - como opina Capra- adquiriría por fin un sustento molecular concreto.
Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.
Pero desde siempre fue evidente para los buenos observadores que estos sistemas son difícilmente definibles por separado. En principio, los tres se distribuyen a lo largo y ancho del organismo, careciendo de una definición espacial clara. El sistema nervioso se extiende a través de nervios y ganglios nerviosos periféricos que parten del encéfalo y de la médula espinal centrales. El sistema endócrino se presenta como un conjunto de glándulas esparcidas por todo el cuerpo y conectadas por vasos sanguíneos. Por último, el sistema inmune comprende una intrincada red de vasos y ganglios linfáticos .
Respecto a este último sistema, Francisco Varela y sus colaboradores (según nos cuenta Fritjof Capra en la parte más interesante de su libro La trama de la vida, páginas 287-294) decidieron hablar, más que de sistema inmunológico, de "red" inmunológica, y le han otorgado un grado de cognición autónoma, responsable de la "identidad molecular del cuerpo, autoorganizada y autorreguladora". Y fueron aún más allá, postulando que los sistemas nervioso e inmunológico serían dos sistemas cognitivos interactivos.
De esta interactividad entre los tres sistemas existen pruebas que me parecen contundentes. Una, muy antigua, es el funcionamiento del eje hipotálamo-hipofisario. Como vimos al hablar de la prolactina en mi artículo anterior, el hipotálamo, que es una estructura nerviosa (o sea constituida por neuronas) secreta factores peptídicos que actúan sobre la glándula endócrina hipófisis, activando o inhibiendo la secreción por parte de ésta de una serie de hormonas al torrente sanguíneo, hormonas que actúan a su vez sobre otras glándulas del cuerpo, entre ellas la prolactina que actúa sobre la glándula mamaria.
La otra prueba, que surgió en los años 80 del siglo XX, pero recién está ganando aceptación los últimos años, es el nutrido grupo de péptidos señal que han sido analizados durante años desde cada uno de los tres campos como neurotransmisores, como hormonas, como factores de crecimiento o como citocinas, hasta que se hizo evidente que se trata de mensajeros moleculares que actúan sobre los mismos tipos de receptores distribuidos por todos los tejidos, y que integran una red psicosomática que comprende las actividades nerviosas, endócrinas e inmunológicas integradas en un único sistema.
Ya he hablado de estos péptidos en este blog desde el punto de vista neurológico. Remito al lector al artículo sobre neuropéptidos. En él mencioné algunos de ellos (los péptidos opioides alojados en cerebro, los intestinales, la ACTH que actúa obre glándula suprarrenal) y algunas de sus posibles acciones fisiológicas.
Lo cierto es que actualmente se sugiere que los péptidos son la manifestación bioquímica de las emociones, con lo que la tan mentada red psicosomática - como opina Capra- adquiriría por fin un sustento molecular concreto.
Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario