viernes, 27 de junio de 2008

El delicado equilibrio que sostiene la lactancia

La experiencia de ser padres nuevamente nos ha llevado a Daniel y a mí a dos encrucijadas.
La primera, que nuestros lectores más asiduos ya habrán notado, es no encontrar el tiempo necesario entre cambios de pañal y administración de biberones para seguir nutriendo nuestro blog de nuevas inquietudes.
La segunda es preguntarnos por algunos mecanismos fisiológicos relacionados con el embarazo, el parto y el post-parto que parecen preservar algunas áreas de la endocrinología bajo un halo de misterio. Todos estos procesos se rigen por una coreografía precisa que varias hormonas en circulación sanguínea van"danzando" durante este período .
Los niveles de estrógenos y de progesterona (que en una mujer no embarazada caen bruscamente con el final de cada ciclo menstrual) va aumentando durante la gestación, llegando a un máximo a los seis meses que se mantiene hasta el término del embarazo. Durante el embarazo, la placenta produce dos hormonas (gonadotrofina coriónica y lactógeno placentario) que favorecen el desarrollo del bebé y preparan las glándulas mamarias para la lactancia. Además, el nivel de prolactina que secreta la hipófisis también va en aumento y sólo cae unos dos meses después del parto. La prolactina a su vez ayuda a mantener elevada la progesterona en sangre.
Sin duda uno de los más intrigante de los procesos relacionados con la reproducción humana es el desencadenamiento y mantenimiento de la producción de leche por las glándulas mamarias. Todo comienza durante el trabajo de parto cuando la oxitocina (liberada por la hipófisis) estimula por un lado las contracciones del útero y, por otra parte, la secreción de leche en respuesta a la succión del pezón por el bebé. Al mismos tiempo, el nivel de progesterona comienza a decaer. La prolactina, en las células de las mamas activa receptores de citoquinas, lo que a través de una cascada de activaciones moleculares intracelulares lleva a la activación de la transcripción de genes de proteínas que formarán parte de la leche (caseína y lactoglobulina). Como esos receptores son además mediadores del sistema inmune,la prolactina tiene la enigmática acción de estimular la proliferación de linfocitos, lo que tal vez explique la conocida "subida de la fiebre" que se asocia con la bajada inicial de la leche.
Los problemas que puede traer un mecanismo tan delicado son varios. Uno es que si no se da en tiempo y forma el encadenamiento de sucesos: contracciones uterinas-parto-succión del bebé -por ejemplo, porque una operación de cesárea impida llegar a las contracciones o porque un bebé debilitado no succione con la suficiente fuerza o una interacción medicamentosa afecte la producción de oxitocina o de prolactina- la lactancia puede dificultarse, inhibirse prematuramente o, al menos, retrasarse.
Otra dificultad es que la regulación de la prolactina se encuentra sobre el filo de una navaja. El hipotálamo la controla a través de dos factores contrapuestos que actúan sobre la hipófisis: uno de ellos estimula la secreción de prolactina por la hipófisis mientras que el otro la inhibe. Además, la mera presencia de prolactina en sangre inhibe su producción en exceso.
Así que la lactancia se sostiene sobre un delicado equilibrio de múltiples factores: hormonales, circunstanciales y hasta emocionales. Acaso, ¿no le parece probable, lector, que, siendo el hipotálamo un área de la base del cerebro, existan factores psíquicos que influyan en su acción sobre la hipófisis en un sentido positivo o en uno negativo?
Lamento decir que la lactancia materna -que el discurso actual políticamente correcto proclama como un mecanismo completamente natural y sencillo- no siempre funciona.
Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados

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