viernes, 6 de junio de 2008

"A cada cual su cerebro", de Ansermet y Magistretti: un bello intento fallido de conectar Biología Molecular y Psicoanálisis

Los intercambios de ideas entre distintas disciplinas pueden dar resultados sumamente creativos. Además, obligan a los dialogantes a expresarse en términos que ambos puedan comprender, con lo cual los espectadores externos se ven beneficiados, sobre todo cuando se recurre a buenos ejemplos que apelan al sentido común.
Tal es el caso de este libro, A cada cual su cerebro, escrito en colaboración por Francois Ansermet y Pierre Magistretti, psiquíatra y psicoanalista el uno, biólogo experto en neurociencias el otro.
Hay que decir que, como suele suceder en casos en que la ciencia humanística lleva la delantera en cuanto a antigüedad y a desarrollo de instrumentos explicativos, la obra queda un poco inclinada a favor del psicoanálisis, por más que la neurociencia aparezca haciendo denodados esfuerzos por alcanzarlo en poder de explicación y de comprensión.
Si bien se trata de incluir los aportes de la neurofisiología y del estudio biomolecular de las sinapsis para dar un sustento biológico a la idea de "huella mnémica", lo cierto es que el libro se va convirtiendo en una excelente exposición freudiano-lacaniana de las reglas de funcionamiento del inconsciente, y sobre todo de elusivos conceptos estructuralistas como el objeto de satisfacción (distinto del objeto del deseo) y el significante en sus múltiples remisiones.
El psicoanálisis lacaniano habla en términos de una "semiosis infinita", es decir, de una remisión de unos significantes a otros, de un modo inconciente. Esa remisión se debe a que, desde el nacimiento, se va generando en nosotros una realidad interna "fantasmática", que nada tiene que ver con los objetos de la percepción inicial que dio origen a la primera huella mnémica. Como cada percepción nueva actúa sobre la huella dejada por otra percepción anterior, nuestra visión de la realidad está influida por esas sucesivas experiencias, experiencias que se van modificando e influyendo unas a otras. La "realidad tal como es en sí" resulta, de este modo, ser incognoscible -lo cual muestra la cercanía entre psicoanálisis y kantismo-, y tiene que ver con nuestro desamparo inicial y con el primer objeto de satisfacción (el seno materno que nos da el primer alimento extracorporal).
Los autores, utilizando un lenguaje neurofisiológico, nos hablan de una serie de "huellas sinápticas" sucesivas que se van sumando unas a otras, tanto en caso de experiencias simultáneas como de experiencias sucesivas, hasta formar una especie de huella sináptica única capaz de activarse ante estímulos que nada tienen que ver con aquél o aquéllos que originaron la primera huella. Las huellas sinápticas que se generan en distintas neuronas interconectadas producen una estructura interna homeostática, que no responde a los estímulos del entorno como lo hacían las neuronas en un comienzo. Se forma así una especie de memoria inconciente que combina de modos complejos las huellas dejadas en el comportamiento neuronal por los estímulos perceptivos que se asociaron con la huella dejada por nuestra primera experiencia del mundo, pero también con las huellas surgidas del registro que las neuronas cerebrales hacen del estado interno del propio organismo en el momento en que tiene lugar cada percepción.
De este modo, el funcionamiento neuronal se aparta cada vez más de nuestra experiencia inicial del mundo, que fuera su primer "significado" (es decir, su primer referente real). Así se crea el "fantasma", que se activa frente a la percepción interna de determinados estados emocionales, sean generados o no por la presencia en la experiencia de objetos capaces de activar las huellas sinápticas de las que hemos hablado (y en las que se cruzan los efectos de nuestras experiencias iniciales, de experiencias posteriores y de estados internos correlativos).
Como la experiencia inicial de desamparo fue traumática, la presencia de cualquiera de estos objetos que activan las huellas neuronales, evocando esa experiencia, genera un desequilibrio energético que obliga a una descarga pulsional, una descarga de energía capaz de devolver a la psique su tensión habitual (que nunca es nula, porque su anulación implicaría la muerte del sujeto).
Esta explicación del mundo fantasmático inconsciente trata de llegar hasta un nivel molecular, al recurrir al concepto de "plasticidad neuronal", que involucra la modificación por reflejo condicionado de la apertura de los canales de calcio que actúan a nivel presináptico como causa de la liberación de neurotransmisores hacia la sinapsis.
Su problema principal es que no nos explica cómo, con tantas combinaciones complejas entre distintas huellas sinápticas, el significado original (la experiencia traumática) sigue "presente" en su realidad fantasmática y puede ser revivido por el paciente.
Los autores hablan del carácter adimensional del inconciente. Pero todo mecanismo neurobiológico es espacio-temporal, nunca adimensional. Eso vuelve engorroso su intento, a mi entender fallido, de conectar el nivel neuronal con el fantasmático. La cuasi-espaciotemporalidad que Husserl atribuye al objeto de lo que él llama "fantasía", y que Bachelard llama "ensueño", tan parecida a este carácter adimensional del inconsciente freudiano, no puede explicarse en términos de objetos que responden a categorías propias de una realidad material (espacio, tiempo y causalidad).
Creo que, si el psicoanálisis quiere presentarse como ciencia dura, a lo sumo una interpretación cuántica, en términos de superposición de estados, permite, como sospechaba Jung, dar cuenta de la simultaneidad sin mezcla de los elementos fantasmáticos del inconciente.
Imagen: Estudio de áreas cerebrales por resonancia magnética.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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