Las drogas de abuso, esas que producen severa adicción y se trafican ilegalmente, como la cocaína, la marihuana y las anfetaminas, posiblemente constituyan para usted, lector, si no es entendido en el tema, un grupo homogéneo de sustancias. Al fin y al cabo, los medios periodísticos y la sociedad en general las encasilla a todas como "drogas peligrosas con acción psicotrópica". Pero, ¿es esto realmente así? Me temo que no.
Cierto que tanto la cocaína como las anfetaminas inhibirían un transportador que normalmente recapta dopamina (un neurotransmisor de efecto excitador), haciendo que su concentración baje bruscamente en el espacio sináptico y cortando la transmisión nerviosa. Cuando actúan estos estimulantes, la señal nerviosa se prolonga en el tiempo, causando el conocido efecto excitador. Por lo tanto, estas dos drogas sí son bastante homólogas en sus efectos neurológicos, si bien las anfetaminas también inhiben el transportador recaptador de noradrenalina.
Sin embargo, tenemos la marihuana, que posee un mecanismo de acción completamente distinto, ya que, al parecerse a un tipo natural (aunque no convencional) de neurotransmisores, que son los endocannabinoides, interactúa con el receptor correspondiente, interfiriendo en su accionar normal en distintos puntos del encéfalo que tienen que ver con la percepción, con el control psicomotor, con la memoria y con el apetito.
Es más: estimulantes de uso antiguo como el Betel y la muscarina (del hongo Amanita muscaria) son antagonistas (bloqueadores) o agonistas (estimuladores) de distintos tipos de receptores de otro neurotransmisor fundamental: la acetilcolina. El opio, una droga usada como analgésico desde el Renacimiento, está constituido por péptidos opioides sintéticos, que son moléculas señal nerviosas naturales (remito al lector que no lo ha leído, a mi artículo sobre neuropéptidos).
Y en esta "mezcolanza" de sustancias corresponde incluir muchas que no solemos tratar junto con todas estas "drogas de abuso". Me refiero a un grupo muy heterogéneo. En él figuran la nicotina, alcaloide de origen vegetal cuyo efecto está mediado por la unión a un receptor de acetilcolina (apropiadamente llamado "receptor nicotínico"). Y también venenos como el curare y los organofosforados. Eso sin olvidar a drogas terapéuticas útiles, tales como la atropina (usada para dilatar la pupila) y la escopolamina. Todas ellas son interfirientes en la vía de acción de la acetilcolina.
También hay que mencionar drogas utilizadas por la psiquiatría, como las benzodiacepinas, que se unen a receptores de neurotransmisor GABA, logrando un efecto ansiolítico; o los antipsicóticos como el haloperidol, que bloquea receptores de dopamina; o los barbitúricos, que se utilizan como anestésicos debido a su efecto hipnótico, también mediado por receptores de GABA.
En resumen, ser adictivas e ilegales es un criterio útil para agrupar sustancias psicoactivas desde el punto de vista de la sociología, pero no desde el de la neurobiología molecular, perspectiva ésta última desde la cual todo lo que el imaginario social distingue parece mezclarse, como dice el tango Cambalache: "la Biblia junto al calefón".
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados
Cierto que tanto la cocaína como las anfetaminas inhibirían un transportador que normalmente recapta dopamina (un neurotransmisor de efecto excitador), haciendo que su concentración baje bruscamente en el espacio sináptico y cortando la transmisión nerviosa. Cuando actúan estos estimulantes, la señal nerviosa se prolonga en el tiempo, causando el conocido efecto excitador. Por lo tanto, estas dos drogas sí son bastante homólogas en sus efectos neurológicos, si bien las anfetaminas también inhiben el transportador recaptador de noradrenalina.
Sin embargo, tenemos la marihuana, que posee un mecanismo de acción completamente distinto, ya que, al parecerse a un tipo natural (aunque no convencional) de neurotransmisores, que son los endocannabinoides, interactúa con el receptor correspondiente, interfiriendo en su accionar normal en distintos puntos del encéfalo que tienen que ver con la percepción, con el control psicomotor, con la memoria y con el apetito.
Es más: estimulantes de uso antiguo como el Betel y la muscarina (del hongo Amanita muscaria) son antagonistas (bloqueadores) o agonistas (estimuladores) de distintos tipos de receptores de otro neurotransmisor fundamental: la acetilcolina. El opio, una droga usada como analgésico desde el Renacimiento, está constituido por péptidos opioides sintéticos, que son moléculas señal nerviosas naturales (remito al lector que no lo ha leído, a mi artículo sobre neuropéptidos).
Y en esta "mezcolanza" de sustancias corresponde incluir muchas que no solemos tratar junto con todas estas "drogas de abuso". Me refiero a un grupo muy heterogéneo. En él figuran la nicotina, alcaloide de origen vegetal cuyo efecto está mediado por la unión a un receptor de acetilcolina (apropiadamente llamado "receptor nicotínico"). Y también venenos como el curare y los organofosforados. Eso sin olvidar a drogas terapéuticas útiles, tales como la atropina (usada para dilatar la pupila) y la escopolamina. Todas ellas son interfirientes en la vía de acción de la acetilcolina.
También hay que mencionar drogas utilizadas por la psiquiatría, como las benzodiacepinas, que se unen a receptores de neurotransmisor GABA, logrando un efecto ansiolítico; o los antipsicóticos como el haloperidol, que bloquea receptores de dopamina; o los barbitúricos, que se utilizan como anestésicos debido a su efecto hipnótico, también mediado por receptores de GABA.
En resumen, ser adictivas e ilegales es un criterio útil para agrupar sustancias psicoactivas desde el punto de vista de la sociología, pero no desde el de la neurobiología molecular, perspectiva ésta última desde la cual todo lo que el imaginario social distingue parece mezclarse, como dice el tango Cambalache: "la Biblia junto al calefón".
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