En una obra que no ha perdido nada de su vigencia para la Epistemología, llamada Crítica del juicio, Kant explicaba que la Biología perdía mucho de su poder explicativo si no trataba la constitución fisiológica de los organismos "como si" tuviera la finalidad explícita de contribuir a su supervivencia. Este "como si" ha sido fruto de malas interpretaciones, sobre todo por parte de los filósofos del romanticismo alemán, quienes no se conformaban con afirmaciones débiles. En su afán de conocimiento absoluto, el romanticismo convirtió ese "como si" en la firmación de un plan divino, o en la aceptación de fuerzas vitales o entelequias.
El darwinismo significó una salida frente a esta situación, una manera de alejar a la Biología de toda metafísica, siguiendo el ideal empirista-positivista de la filosofía británica, que sólo podía aceptar a Dios como primera causa eficiente del mundo, pero que veía como falta de cientificidad toda alusión a entelequias y fuerzas ocultas. Paradójicamente, la física de Newton, paradigma de ese modo de pensar, se basó en la aceptación de una fuerza oculta que además actuaba a distancia y de modo instantáneo: la fuerza de gravedad. Un pecado del cual la física todavía no ha sabido librarse, a pesar de los intentos de Einstein en la línea del Empiriocriticismo de Mach y Avenarius.
Lo cierto es que, más allá de Darwin y su propuesta tranquilizadora, la biología no ha dejado nunca de tratar a su objeto "como si" tendiera a su propia conservación y proliferación, "como si" todas las partes del organismo tuvieran una función que les diera un "sentido", un cierto carácter necesario. Incluso la mención de cosas como el "ADN basura" o las "imperfecciones" que demuestran el carácter "chapucero" de la evolución no dejan de mostrar cierto enojo reprimido por no poderle encontrar a cada órgano, a cada tejido y a cada molécula una función.
El atractivo creciente de la Biología Molecular radica en que se trata de la disciplina que mejor ha logrado mostrar que todo aquello de lo que se ocupa "debe" cumplir alguna función para el mantenimiento de los ciclos de comportamiento ordenados que juntos constituyen lo que, en una manera de decir quizás demasiado estática, llamamos "ser viviente". El "ser viviente" no "es", sino que se hace, y dura como viviente lo que dura su capacidad de hacerse y rehacerse constantemente.
El "debe" al que hice referencia se trata, justamente, de una im-posición, como diría Heidegger, que aplicamos a nuestra materia de estudio. Lo que todavía no sabemos para qué sirve, lo sabremos más tarde. Así tiene que ser, porque sin esa esperanza nos quedaríamos sin la continuidad de un proyecto. Decir que cada molécula debe tener su función es decir que debemos nosotros pensar que la tiene, tratar con ella "como si" la tuviera. Ese "como si" no tiene nada de metafísico. Es un presupuesto de todo programa de investigación. Sin él, nada hay que investigar, porque todo es azar, y así como es, podría no ser.
Trabajar las relaciones entre distintas moléculas "como si" sirvieran a una finalidad, que es la de mantener la regulación de los procesos que hacen del organismo un sistema de cambios complejo pero racional y coherente, y no un mero caos, le ha sido útil a la Biología Molecular como proyecto. No importa que ese "como si" sea justificado luego con frases del tipo "esto debió ser un aporte positivo para la supervivencia del organismo", o "esto debió haber sido seleccionado positivamente porque contribuía a la evolución".
Kant pensaba que el "como si" era un recurso necesario sólo en la Biología, donde dudaba de la aparición de un Newton capaz de explicar el orden orgánico a partir de causas mecánicas basadas en leyes absolutas de orden físico-químico. Se ha dicho que Darwin era ese Newton de la Biología de cuya aparición Kant dudaba. Pero se lo ha dicho en el mismo momento en que la física relativizaba las leyes de Newton. Es decir, mientras, por un lado, la Biología abandonaba el "como si" en busca de una verdad positivista, la física abandonaba el positivismo y adoptaba una actitud "como si", a la que consideraba, además, relativa a la época y a la cultura, y a la que daba el nombre de programa de investigación o paradigma.
¿Qué es un paradigma? Es, justamente, lo que Kant llamaba un "como si". Por ejemplo, Aristóteles describía el mundo "como si" las leyes en la Tierra fueran distintas de las leyes de los Cielos. Newton, en cambio, lo describía "como si" las leyes naturales fueran las mismas para todo el Universo.
¿No pasa lo mismo en Biología? Dawkins trata a los organismos "como si" fueran máquinas elaboradas por genes egoístas para asegurar su propia replicación. Margulis los trata "como si" fueran simbiontes de origen bacteriano. Maturana y Varela los tratan "como si" fueran sistemas abiertos en lo que se refiere a intercambio de materia y energía con el entorno, pero cerrados en su modo de organización. Es decir, basándose en más o menos los mismos hechos, y descartando toda alusión a entidades metafísicas, cada uno de ellos se maneja, para comprender su objeto de estudio, con distintos "como si", con distintos paradigmas. Behe, por su parte, trata a los organismos "como si" fueran máquinas ensambladas por alguna forma de inteligencia que los trasciende. Cada uno tiene su verdad. Pero siempre van a estar discutiendo entre sí sin llegar a nada, porque todos pretenden, para su visión, la universalidad.
Es igual que en arte, como decía sabiamente Kant: podemos discutir eternamente si un cuadro es bello o feo, podemos dar razones de una y otra postura, pero lo cierto es que esos juicios, más que del cuadro, nos hablan del modo en que lo vemos.
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