Cada filosofía tiene un estilo diferente. Contando con los mismos datos, es posible enmarcarlos en las estructuras de pensamiento más sencillas o más extravagantes. Pero, más allá de las diferencias individuales, podríamos clasificar todas las formas de pensamiento en dos grandes modos: el argumentativo y el oracular.
El primero consiste en lo que Hegel llamaba "el arduo trabajo del entendimiento". Avanza paso por paso, todo lo divide en partes pequeñas, y luego las ensambla, bajo reglas estrictas. Tiene siempre un método, nos dice dónde ubicarnos para ver lo que su discurso describe. A menudo es aburrido seguirlo.
El segundo modo es el de quien habla un lenguaje que surge perfecto y total desde el principio, ilumina todo de un sólo golpe y deja a quienes leen o escuchan con la boca abierta, preguntándose ¿cómo lo hace? ¿Cómo no se me ocurrió a mí antes?
En Biología, extrañamente, sucede lo mismo. La Biología Molecular rastrea paso por paso los procesos que llevan a la formación y destrucción de las distintas biomoléculas en el interior de la célula. Cada día aporta descubrimientos nuevos. Nos habla de las estrictas leyes físicas y químicas por las que se rige el movimiento de la materia y la circulación de la energía en los organismos vivientes.
La Biología Evolutiva, en cambio, funciona a puro ingenio, a golpes de iluminación y genialidad, y suele expresarse de un modo entusiasta y literario. No es posible dejar de sentir el orgullo de Darwin cada vez que inventa una solución posible a un problema suscitado en su teoría por alguna objeción consistente.
Una de sus soluciones, repetida hasta el cansancio por sus epígonos, es mostrar que los sistemas más complejos presentan "versiones" menos complejas e igualmente funcionales en otros seres vivientes. La escala natural de los ojos es un buen ejemplo de ello, aunque El origen de las especies contiene otros menos afortunados, como la vejiga natatoria de los peces como anticipo de los pulmones, o las barbas de los patos como modelo de transición entre dientes y barbas propiamente dichas en el desarrollo que va de los vertebrados terrestres a las ballenas. Este recurso vuelve a repetirse cuando se intenta probar que hay formas menos complejas de coagulación de la sangre que las mencionadas por Behe.
Otro de esos recursos, repetido al infinito, es proponer, para órganos complejos que no pueden haber tenido funcionalidad de faltarle alguno de sus elementos integrantes, la posibilidad de que una versión más simple haya cumplido antes una función distinta para la supervivencia. Por ejemplo, las plumas, aun sin estar ligadas a huesos livianos y un aparato respiratorio adaptado al vuelo, pudieron haber servido como medio de conservación de la temperatura corporal en algunos dinosaurios que, según se sabe, ya poseían plumas en vez de escamas.
En ambos casos, la idea es que uno pueda remontarse paso a paso a formas más primitivas, y por ello más simples, hasta llegar a un punto en que ya no es posible hablar de "vida" y todo puede explicarse químicamente. Nunca se da una descripción detallada de cómo se pasó concretamente de un sistema funcional al otro, más que a través de la alusión a mutaciones beneficiosas, que, como ya hemos dicho, constituyen el sustituto actual de las pequeñas variaciones fenotípicas de Darwin.
Aquí se nota la búsqueda de una solución deslumbrante, de la intuición genial, de una iluminación oracular. Darwin solía presentar el problema como prácticamente irresoluble, para de inmediato dar con una respuesta posible, siempre con un tono de modestia no muy creíble, adoptando ese "perfil bajo" que era tan efectivo a la hora de probar la inteligencia del Creador en las obras de su admirado "rival" Paley. Pero no vemos aquí un "arduo trabajo del entendimiento" capaz de mostrar, según leyes firmes, el modo en que se produce el cambio. Siempre se nos habla de algo que "podría" haber sucedido. La Filosofía de la Naturaleza, tan criticada por el positivismo decimonónico, no ha muerto. Se ha refugiado en los libros de divulgación escritos por los biólogos evolucionistas.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.
2 comentarios:
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Saludos.
de todo lo que lei, me quedé pensando en la intención,
¿con qué intención?
M.
Con la intención de mostrar que hay dos formas de hacer biología. Una depende del paradigma vigente acerca de lo que se entiende por hacer ciencia. La otra, de tipo especulativo, y, por lo tanto, materia opinable. Y si es materia opinable, no debemos despreciar a la Filosofía de la Naturaleza como un tema superado después del Romanticismo. Es un discurso que se teje en torno al misterio. Sin misterio, tampoco puede haber ciencia. La ciencia es un proyecto abierto. Pretender haberlo cerrado y cancelado es una manera de matar el proyecto. Por eso las visiones totales son bienvenidas, pero deben adscribirse al ámbito de la Filosofía. La Teoría de la Evolución es un capítulo de la Filosofía. Y, como decía Borges, la Filosofía es un capítulo de la literatura fantástica.
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