Una de las características de la datación con carbono catorce, es que se basa en un proceso estadístico, que sólo puede medirse en términos de porcentaje y vida media: la desintegración radioactiva. Esta técnica, que ha sido discutida debido a los supuestos de los que parte, no me interesa especialmente. Lo que quisiera es mostrar la analogía que existe entre el proceso de desintegración, que ocurre "al azar", en el sentido de que no se puede determinar con anticipación cuál de los átomos individuales va a desintegrarse en un momento determinado desde su formación en el interior de las estrellas, y las mutaciones, que también ocurren "al azar", pues tampoco podemos establecer para ellas más que una cierta frecuencia relativa, sin saber cuándo ni en qué (o en cuántos) pares de bases se producirá el "error" durante el proceso de replicación -hay otros procesos a los que se da el nombre de "mutaciones", pero prefiero detenerme ahora en éste, pues es el reemplazante de las "pequeñas variaciones" de Darwin en la Síntesis Neodarwinista-.
Cuando un elemento químico inestable pierde, por desintegración, alguno de sus electrones, protones o neutrones, pasamos de una forma más compleja e inestable a otra menos compleja, pero más estable, y no menos ordenada (aunque, si tenemos en cuenta a las partículas perdidas, podemos hablar de una disminución global del orden y de un consiguiente aumento de entropía).
De la misma manera, el error en la transcripción que consiste en la sustitución de una base por otra debería producir una pérdida de complejidad. A la medida de esta complejidad se la llama "información" en la jerga de la Biología. Esta información no tiene por qué coincidir con el concepto equivalente de la Cibernética, que es inversamente proporcional a la entropía de la que habla la Termodinámica.
En el interior del núcleo de la célula, sin embargo, un "error" no es necesariamente una pérdida directa de contenido material, y, consiguientemente, de estructura, y ello por varias razones. En primer lugar, el ADN que sirve de molde a la transcripción sigue a menudo intacto. Por ello existen sistemas que pueden reparar el error, lo cual baja la tasa de posible "pérdida" de la información. En segundo lugar, el "error" no lleva siempre a la pérdida de una base en una de las hebras del ADN copiado, sino, a veces, a su sustitución por otra base distinta, que hará un mal apareamiento con la hebra no modificada (daño), y luego, en una siguiente copia, quedará fijada como mutación. Es decir, la célula, en el lugar de la "información" perdida, puede ubicar una molécula tomada de su propio medio interno, y, por lo tanto, con posibilidades igualmente informativas.
Si no tuviéramos en cuenta que, como dicen Maturana y Varela, la célula es una totalidad organizacionalmente cerrada, y que nada de lo que hay en ella, ninguna molécula suya, seguiría teniendo las mismas características funcionales que afuera, en el medio externo, esta posibilidad sería incomprensible, y debería verse poco menos que como un milagro. Lo que ocurriría es que las células, con cada mutación, harían siempre que los descendientes, con ADN cada vez más pequeños, armaran proteínas más cortas, hasta que terminaran perdiendo toda funcionalidad (lo cual puede suceder ya con la pérdida de un sólo aminoácido).
Como dice Brian Goodwin, estos cambios llamados "errores" pueden llevar a que nada cambie, a que la célula colapse (por las llamadas mutaciones deletéreas), o a que encuentre un camino nuevo para funcionar que no sea incompatible con sus funciones anteriores y con el mantenimiento de su cierre estructural frente a las modificaciones del entorno (una conservación habitualmente atribuída a la "selección natural").
La razón de que no haya, entonces, necesariamente una pérdida de orden por efecto de las mutaciones, se debe al medio en el cual las mutaciones se producen, un medio complejo, capaz de "cristalizar" en nuevos ciclos vivientes, absorbiendo el desorden en el interior del orden, en la forma de "creatividad". El funcionamiento es igual que el de la creación literaria. En un medio psíquico adecuado, las contingencias pueden ser como el grano de arena que hace que la almeja genere una verdadera perla.
Como decía el filósofo Ortega y Gasset, hay tres aspectos que definen la vida del hombre: vocación (o proyecto), circunstancia (el medio, con sus leyes estrictas de funcionamiento) y el azar. De la suma de estos tres factores está hecha la sustacia de una vida, y no deben faltar en una biografía. Si queremos hacer una biografía de la vida sobre la Tierra, el azar (mutación) y la circunstancia (selección natural) no deben faltar, pero tampoco se entendería la aparición de un sentido, de un orden racional, en la deriva viviente, sin la presencia de la vocación que la vida posee (vocación que existe, haya surgido de la mente de un creador inteligente o de las leyes físicas y químicas del Universo), y que es, como decía Schopenhauer, conservar y acrecentar su propio ser.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.
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