miércoles, 9 de abril de 2008

La información biológica está bien distribuida

Lejos quedó el tiempo en que la información biológica se adjudicaba exclusivamente a la secuencia que siguen los nucleótidos en los polímeros ácidos ADN y ARN.
Entonces, prácticamente todo el tesoro informativo de la célula se almacenaba en el cofre del núcleo, en forma del ADN que constituye el genoma (sólo una pequeña parte se refugiaba en el genoma mitocondrial, también de ADN). Sólo meras reproducciones de ciertos segmentos de dicha información podían salir de aquel cofre en forma de ARN mensajeros, para luego traducirse a otro lenguaje, el de la secuencia de aminoácidos que determina la base estructural de las “obreras” de las células, las proteínas.
Lejanos tiempos aquellos, cuando los otros dos tipos macromoleculares - lípidos y carbohidratos- tan sólo podían aspirar a funciones subsidiarias, de tipo estructural (como conformar membranas y paredes celulares) o de reserva energética (recuerde que grasas, aceites y almidones cumplen este rol). El eje ADN-ARN-proteína parecía monopolizar la información biológica. Los “ramajes” de glúcidos que coronan muchas proteínas (las glicoproteínas) no parecían ser más que un atributo “decorativo”, o a lo sumo protector de las membranas en que ellas se insertan. A los geles formados por polisacáridos muy hidratados, característicos de las matrices extracelulares- los glicosaminoglucanos-, se les otorgaba una pobre misión de amortiguación en los tejidos animales.
Pero la investigación molecular siempre nos da sorpresas. Hoy sabemos que las cadenas de oligosacáridos que “adornan” muchas proteínas lejos de ser un “adorno” son, ni más ni menos, que la parte fundamental de estas glicoproteínas, ya que sirven como receptores que reconocen específicamente importantísimas moléculas señal que provienen de otras células, como son las hormonas, los factores de crecimiento, los factores de supervivencia. Todas las respuestas y adaptaciones celulares a los estímulos y señales del entorno dependen de estos reconocimientos entre azúcares o entre azúcares y proteínas. Los oligosacáridos de las glicoproteínas también son imprescindibles para el reconocimiento y subsecuente adhesión específica de la célula con otra célula vecina, estableciendo uniones transitorias o estables entre células. Esas uniones, cuando son estables, determinan la organización de los tejidos y cuando son transitorias son esenciales para muchos procesos fisiológicamente esenciales, como son la respuesta inmune, la morfogénesis embrionaria y la fecundación.
En cuanto a los inocentes azúcares que abundan en las matrices extracelulares, cada vez se les adjudican más funciones. Parecen regular ni más ni menos que la llegada -o no- de las moléculas señal a los receptores de la superficie de las células y la actividad de enzimas extracelulares. Son azúcares los que “deciden” hacer actuar o reservar estas sustancias según las circunstancias. Incluso parecen intervenir también en la adhesión entre células.
De manera que ahora, sin ruborizarnos, los biólogos moleculares hablamos a menudo de un “lenguaje” o “código” de azúcares, aunque todavía no lo comprendamos cabalmente. ¿Cuánto faltará para que hablemos de un “código” lipídico?
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

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