sábado, 26 de abril de 2008

La soja y el patentamiento de los transgénicos

Heidegger decía que la época de la técnica era la consumación de la modernidad. Se refería al famoso dicho del positivista Comte: conocer para predecir, predecir para dominar.
Los transgénicos son una muestra más del dominio técnico sobre el mundo. En Argentina una sola empresa controla el mercado de la soja modificada genéticamente para aumentar su resistencia a los agroquímicos. Ya no hay plantaciones de trigo que doren los campos. El precio internacional de la soja así lo establece.
Pero la soja transgénica es un producto biotecnológico, está patentada. Los sojeros no pueden apartar granos para volver a sembrar sin pagarle derechos al "dueño" de la información genética especial que porta esta variedad de soja. ¿Qué hubiera pasado si el inventor de la rueda la hubiera patentado?
El de los transgénicos es un dominio notable. En él se cruzan la biología, la tecnología, las disciplinas jurídicas, e incluso la política de Estado.
La bioética se pregunta hasta qué punto estamos creando monstruos peligrosos, capaces de propagarse aceleradamente, como las enfermedades. La soja es una curiosa manera en que la vida vegetal ha evolucionado por intermedio del hombre, suplantando en la lucha por la existencia no sólo a las otras variedades de la misma especie (viejo mecanismo darwiniano), sino a las especies mismas que compiten por el mismo suelo.
Curiosamente, para Darwin la evolución no podría funcionar de esta manera, por lucha "entre" especies. El mecanismo evolutivo se basa en pequeñas variaciones intraespecíficas, no en competencias entre especies diferentes.
Es extraño: el fenómeno de la extinción de especies es inexplicable desde el punto de vista de la genética de las poblaciones, y sin embargo, como lo dicen los mensajes ambientalistas, día a día van desapareciendo los últimos representantes de especies que se habían mantenido en estasis durante millones de años. La extinción la vivimos, pero no podemos explicarla. A la evolución la podemos explicar, pero no la vivimos.
Sonará raro plantear que la soja "usa" al hombre para proliferar, pero es lo que un partidario de la teoría del gen egoísta podría sostener con argumentos firmes. Después de todo, el egoísmo del gen es sólo una metáfora.
¿Dios? creó al hombre y a la soja. El hombre ¿creó? a Dios. Después lo mató (Nietzsche dixit). El hombre ¿creó? a la soja transgénica. La soja transgénica modificó el entorno del hombre, y ¿creó? un nuevo hombre. El hombre hace a la soja, la soja hace al hombre. Pero no exageremos: vivimos en una mota de polvo que flota alrededor de una pequeña estrella del Universo (o del Multiverso). Aunque eso es lo que "yo" estoy "soñando". Un "yo" que podría ser "Dios", aunque si lo fuera, no se llamaría Daniel.
El mundo es un círculo de círculos.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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