jueves, 3 de abril de 2008

La polémica del actualismo

En su obra póstuma La estructura de la teoría de la evolución, Gould hace un análisis minucioso de las fuentes de la epistemología darwiniana. Una de ellas es el actualismo de Lyell. Lyell era un geólogo aficionado que se encargó de divulgar una idea que otros ya habían adoptado: las fuerzas que actualmente modelan la corteza terrestre son las mismas que debieron haber actuado a lo largo de toda la historia del planeta. Esto significa que las montañas han surgido de lentas acumulaciones de polvo arrastrado por el viento, los valles, de la horadación provocada año tras año por los ríos, etc.
Frente a las dos teorías vigentes acerca de la formación de las irregularidades geográficas, la de los vulcanólogos, partidarios de los cataclismos del fuego, y la de los neptunólogos, partidarios de los cataclismos del agua, Lyell presenta un panorama tranquilo y acumulativo, como el de la gota que horada la piedra. Bajo la influencia de la lectura de los Principios de geología, Darwin elaboró una teoría acerca de la formación lenta de los arrecifes, al inicio de su carrera científica, y hacia el final, la de la formación del humus llevado a cabo por el trabajo constante, y aparentemente insignificante, de las lombrices de tierra. En el medio está su teoría del origen de las especies, que se basa en las variaciones seleccionadas por los criadores de animales, y en la lucha (intraespecífica) por la existencia, una competencia por tener la mayor cantidad de sangre en garras y dientes (para decirlo de un modo demasiado simplificado).
¿Qué pasa hoy en día con el actualismo? ¿Sigue siendo el criterio central en materia de evolución? Según Gould, no lo es, ni lo puede ser, pues tratamos con seres históricos, que cambian con el tiempo, y "ayer" no tiene por qué haber sido igual que "hoy", aun cuando las leyes universales de la física y la química se consideren siempre vigentes. Así como no pensamos que los griegos entendieran el mundo igual que nosotros, no podríamos, a partir de las variaciones fenotípicas observadas en las poblaciones (o, como diríamos ahora, de la distribución estadística de los alelos) explicarnos el "experimento fallido" de vida pluricelular en la Fauna de Ediacara -aunque para algunos era una "flora", lo cual muestra cuánto hay de interpretación en la recolección de los "hechos"-, o la explosión Cámbrica, o las extinciones masivas, que ahora sabemos que pudieron derivar indirectamente de la caída de imponentes meteoritos, como el que se supone que modeló la península de Yucatán.
El punto de vista de Gould me parece, hasta cierto punto, correcto. Cuando vamos hacia atrás en el tiempo, y queremos reconstruir cómo surgió lo que hay ahora, caeríamos en una especie de "actualcentrismo", si se me permite el neologismo, suponiendo que las condiciones con y sin la presencia de ciertos factores fuera la misma. Digamos, ¿un ecosistema de un bosque actual funcionará igual que un ecosistema de un bosque jurásico? O el hecho de que hace milenios que los meteoritos no han sido significativos para la evolución de las especies, ¿significa que nunca lo fueron? Y, si nos remontamos al origen mismo de la vida, ¿podemos pensar en condiciones químicas y geológicas iguales a las que funcionan con la presencia de organismos vivientes? Basta con echar un vistazo a Marte y a Venus para responder negativamente. La vida es una fuerza geoquímica, y la superficie de la Tierra -quizás también gran parte de su corteza- no sería igual sin ella.
Este antiactualismo puede, sin embargo, llevarnos a la exageración. Variando imaginariamente las condiciones del mundo actual, como lo hacen algunos historiadores, o más aún filósofos como Nietzsche -cuando se pone a especular con respecto a la visión griega arcaica del mundo-, puede llevarnos directamente al campo de la mística o de la ciencia ficción. La línea divisoria, claro, es muy delgada, pero no por ello la delimitación es menos necesaria.
Por un lado, es verdad que no podemos reconstruir el pasado más que imaginariamente, construyendo relatos. Ya los antiguos mitos plantean, muy racionalmente, en verdad, que si ahora las cosas son como son, antes de que existieran, todo debió ser diferente. A veces imaginan una especie de mundo invertido, como el "reino del revés" de María Elena Walsh. Ya hemos hablado de las extrañas ideas de Fígols en otro artículo, y el físico Paul Davies se anima con la idea de un cambio histório de las propias leyes naturales. Pero...
Pero, por otra parte, lo que llamamos "actual" depende mucho de las cosas que sabemos que pasan en el momento en el que escribimos. Lyell no sabía que "ahora mismo" hay placas tectónicas en constante movimiento, o que "ahora mismo" puede generarse un súper-tsunami, una ola o pared de agua gigantesca que cruce el océano e inunde totalmente una isla que está casi en las antípodas -con lo cual, lo del hundimiento de la Atlántida pasa a ser geológicamente posible-, etc. Lo mismo podemos decir a nivel de las especies: ahora sabemos que en este mismo instante hay transposones, posiblemente de origen viral, que producen cambios que no son "pequeñas variaciones", sabemos que hay islas genómicas, es decir, unas "tiras" de ADN codificante, con los genes reguladores de "inicio" y "cierre" incluídos, que pueden pasar de una bacteria a otra a través de plásmidos... En fin, que hay comunicación de información sin reproducción sexual, etc.
La conclusión es que, por un lado, el actualismo no puede funcionar en sentido estricto para explicar las cuestiones de origen (o de fin), que, por ahora, no salen de los límites de lo especulativo (el origen de la vida, el origen de los eucariontes, el origen de los organismos pluicelulares, las extinciones masivas). Por otro lado, el campo de lo aceptado como "actual" se ha ampliado tanto, que nos acercamos mucho a poder reconstruir, sólo en base a los modos habituales de la vida, la totalidad de su historia (pues aun los choques de meteoritos masivos es algo que se da actualmente en otras partes del sistema solar, y tal vez en las lunas de Júpiter podamos ver algún día la aparición "actual", o por lo menos reciente, de alguna forma de vida). Nuestra conclusión, es pues, contradictoria, y no podía ser de otra forma cuando hablamos de límites que se están moviendo constantemente.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola,

Realmente interesante el artículo. Interesante por varios puntos:

- Efectivamente, el actualismo puede ser un error llevado al máximo, igual que el suponer infinita libertad en las condiciones pasadas también.

- Sucesos puntuales pueden ocurrir solamente una vez, pero ser lo suficientemente importantes como para marcar toda la historia posterior de la vida . ¿Y si la propia vida fue un accidente altamente improbable? ¿Y si estamos aquí únicamente por el principio antrópico?. Basta con que caiga un metorito, una sola vez, y con el suficiente tamaño para acabar con la vida en la tierra.

- La evolución no tiene porque producirse por un único motor. No hay porqué pensar que gradualismo es incompatible con equilibrio puntuado, con transmisión horizontal de genes, con endosimbiosis o con cualquier otro proceso que induzca al cambio. Particularmente, pienso que una combinación de todos ellos puede acercarse más a la realidad que un único modelo. También en este caso, un suceso fortuito y único puede marcar toda la historia posterior. Me viene a la memoria aquella reflexión de Dawkins, cuando se pregunta si no pudo ser la aparición de los organimos eucariotas un suceso único que, de nuevo, podemos observar simplemente por que ha ocurrido en nuestra línea evolutiva, no porque sea una consecuencia necesaria de la vida.

Por eso creo que entender la evolución como varios mecanismos actuando a la vez, puede ser lo más aproximado a la realidad. Un cambio brusco, producido por una transferencia horizontal de genes, sobre la que posteriormente actúa lenta y gradualmente la selección natural, hasta que un meteorito acaba con el 90% de la fauna y da lugar a que los organismos supervivientes puedan diversificarse rápidamente a tenor de los nichos ecológicos que han quedado vacíos, sobre los cuales sigue actuando lenta y gradualmente la selección natural...

Hay evidencias de todos estos procesos, por lo que cabe pensar que todos pueden estar actuando o haber actuado conjuntamente.

Saludos.

Tumbaíto dijo...

¿Entonces disiente de que el presente sería igual que el pasado cambiando lo que haya cambiado?

DOS, MEG dijo...

En efecto, el origen de la vida pudo ser un suceso único. Es lo que pensaba Monod. Pero Monod no temió sacar de ello las últimas consecuencias: si un hecho es científico sólo cuando es repetible, el origen de la vida queda fuera del marco de la ciencia, y si un hecho prácticamente imposible y único tuvo lugar, quebrando la continuidad de las leyes del mundo inorgánico, generando un nuevo orden de necesidad en un planeta perdido en un universo sin vida, aun no habiendo sido producido por ninguna inteligencia superior, es, como un plato que se reconstruyera a partir de sus pedazos, algo que sólo podríamos calificar con una palabra: "un milagro".

DOS, MEG dijo...

En cuanto a si el presente es distinto del pasado, sólo puedo responder desde la perspectiva de lo que un científico o un filósofo pueden llegar a sostener: sí y no. Desde el punto de vista científico, sí, porque las cosas cambian constantemente, y entonces antes debieron ser distintas que ahora, y no, porque las leyes son las mismas de siempre (no hay explicación científica si no se piensa que en el fondo los cambios son la apariencia detrás de la cual se oculta una realidad permanente. Desde el punto de vista de la filosofía, sí y no conjuntamente, porque, como decía Hegel, la esencia es lo que queda de algo cuando ese algo se desvanece. Las cosas pudieron ser alguna vez totalmente distintas, y ese es tema de opinión. El modo en que son ahora, ese es tema de ciencia. La pregunta es si la ciencia, a partir del modo en que son ahora, puede avanzar sobre el modo en que fueron antes, y si la opinión sobre cómo fueron las cosas antes no tiñe el modo en que la ciencia considera que son ahora.

Anónimo dijo...

"si un hecho es científico sólo cuando es repetible"

Ummm, no creo que esa sea una interpretación muy correcta. Un experimento que pretenda demostrar o derribar una hipótesis es lo que debe ser repetible, no un hecho de la naturaleza. Es más, un hecho no es ni científico ni acientífico, únicamente es un hecho. Científico será el método que empleemos para comprendero y explicarlo, no el hecho en sí. Y claro, que no podamos aplicar método científico a un hecho único, es más que discutible.

Completamente de acuerdo con su respuesta de "si y no" a las condiciones actuales y pasadas. Muy bien explicado.

Saludos.

DOS, MEG dijo...

En esto no podemos coincidir porque tenemos filosofías diferentes. En primer lugar, no hay hecho sin interpretación. Piense en el hecho del origen de la vida. Llamarlo "hecho" implicaría que alguien lo haya "visto", pero nadie vió a la vida nacer. Sólo suponemos que, si la geología es correcta, si sus interpretaciones son adecuadas, sobre la base de la hipótesis de la formación nebular del sistema solar, en algún momento no hubo vida en la Tierra, y de pronto la hubo. Tenemos vestigios de vida en la tierra hace 3800 millones de años, y la geología data la Tierra en 4500 millones de años. Entonces, interpretando esos "hechos", que ya son interpretaciones, pensamos que hubo un hecho histórico puntual, el nacimiento de la vida en la Tierra, igual que atribuímos a Tales de Mileto el haber sido el primer matemático racional. Así que, "un hecho es un hecho" resulta ser una afirmación relativa, muy claramente en el caso del origen de la vida. Además, yo sólo citaba al premio nobel Monod, quien en "Azar y necesidad" dice que sólo un hecho repetible es un hecho para la ciencia, porque la ciencia se ocupa de lo universal, y un hecho sólo irrepetible es algo particular y contingente.
Gracias por lo del "sí y no".