Mi hija tuvo estos días una seguidilla de episodios febriles, sin más síntomas que la garganta colorada y un poco de catarro. Sólo después de cinco días de fiebres intermitentes un hisopado de fauces determinó que se trataba de una bacteria, y le recetaron el antibiótico correspondiente.
Para los médicos a domicilio mi hija padecía una virosis, que es como le llaman a las enfermedades que producen estados febriles que ceden rápidamente con el uso de antitérmicos y no tienen síntomas preocupantes.
Cuando pregunté a la médica de guardia por qué no se le había hecho antes el hisopado, la respuesta fue que el noventa y nueve porciento de los casos las anginas son virales. Lamentablemente, el caso de mi hija correspondía al uno porciento restante.
Haciendo uso del "pensar" en el sentido heideggeriano del término, dejé que se fueran hilando en mi mente una serie de reflexiones. Una me hizo confirmar mis dudas acerca de la utilidad de las estadísticas en el ámbito científico.
¿Cómo se pueden superar las probabilidades? Con un estudio histórico del caso. Mi hija ya tuvo la misma enfermedad con los mismos síntomas el año pasado, y tardaron el mismo tiempo en autorizar el hisopado para descubrir que su enfermedad era bacteriana y no viral.
El paciente está atomizado por la medicina tanto en el tiempo como en el espacio. Como decía Heidegger, la estantería (Gestell) dentro de la cual nos ubican suele categorizar a cada órgano o tejido, o a veces a cada molecula, en estantes separados. El paciente es, además, un ahora sin pasado, y la llamada "historia clínica", o brilla por su ausencia (a veces las ausencias se hacen ver con la evidencia de vacíos que "mariposean", como decía Sartre), o se multiplica por tantos médicos como fueron visitados.
Por otra parte, las dudas de los médicos no dejan de ser, en el fondo, justificadas: el uso indiscriminado, y en forma incluso preventiva, de los antibióticos, condujo a un cambio en la ecología formada por las relaciones entre los humanos y las bacterias y virus con los que se relacionan. Por un lado, ha aumentado el número de bacterias resistentes a los antibióticos. Por otro lado, los antibióticos, y muchos bactericidas hogareños, dejan proliferar a los virus, que generan efectos cada vez más parecidos a los bacterianos. Además, el uso de antihistamínicos que disminuyen la respuesta inmunitaria calmando síntomas molestos, deja al organismo más indefenso frente a los ataques de bacterias, virus y hongos.
Cada nueva sustancia que se incorpora a nuestro cuerpo altera su ecología dinámica, formando un hombre nuevo. No debemos olvidar lecciones como la de la talidomida, o el prozac, que prometía eliminar definitivamente de la existencia la molesta molécula de la angustia, sin tener en cuenta que eso podía llevar a la desaparición de la esencia misma de un proyecto de vida.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.
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