viernes, 2 de mayo de 2008

La evolución cuántica y el concepto de "multiverso"


Quizás lo más criticable de la idea de "evolu-
ción cuántica" sea la interpreta-
ción que utiliza para dar cuenta del origen de la vida: la de Everett III. Como en "el jardín de los senderos que se bifurcan" de Jorge Luis Borges, para Everett III el Universo se bifurca cada vez que "decide" entre estados posibles. Esto hace que se ramifique continuamente, con lo cual todas las posibilidades (por ejemplo, que el "gato de Schrödinger" esté vivo o que esté muerto, para aludir a una vieja paradoja suscitada por la amplificación a niveles clásicos de la idea de "superposición de estados") están "actualmente" realizadas en universos paralelos alternativos.
Este modelo tiene la intención de explicarnos por qué, de todas las posibilidades permitidas por las leyes de la naturaleza, sólo una se ha realizado, aquella en la que estamos nosotros para hacernos esta pregunta. La respuesta es que se trata del único, entre los infinitos mundos que se crean por bifurcaciones sucesivas, en el cual hemos hecho esta pregunta, de esta manera, en este blog, etc., etc. No se diferencia, en cierto sentido, del modelo antrópico en su versión más débil: si el Universo no fuera éste en el que vivimos, no estaríamos aquí para contarlo.
Mc Fadden plantea que, dada la ínfima posibilidad de que la vida surja en alguno de los mundos posibles, ella "debe" haber surgido en alguno de ellos. Eso directamente hace inútil seguir indagando sobre esta posibilidad.
Un planteo así tiene extrañas consecuencias. Por ejemplo, si es físicamente posible (es decir, cuánticamente posible) la existencia de Dios, Dios existe en algún mundo, aunque puede que no en el nuestro. También los marcianos existen. Y Caperucita Roja. Y ¿por qué no? en el mismo mundo en el que existe el Lobo (un lobo que habla no es cuánticamente imposible). Y así podríamos seguir jugando con estas ideas. Pero hay un problema: cada universo debe ser coherente consigo mismo. Es decir, por alguna razón (y esa razón no ha sido dada), es en el mismo mundo en el que no hay lobos que hablan, en el que una vida improbable ha surgido al menos en un planeta, pero sin cobrar todas las formas y estados que físicamente (cuánticamente) podría haber cobrado. La respuesta de Everett podría ser, de todos modos, que hay infinitos mundos en que la vida existe y existimos nosotros y también lobos que hablan y una tal Caperucita Roja. Pero eso no nos dice por qué estamos nosotros en este mundo, y no en esos otros, ahora. ¿Puedo yo estar en varios de esos mundos a la vez? Cuánticamente es posible, debe, entonces, ser real, pero eso implicaría que yo, ahora, debería estar viviendo, simultáneamente, en esos otros mundos, y tal cosa no ocurre.
El mismo mundo en el que es poco probable que haya surgido la vida, la vida ha surgido. Explicar no es enlazar un mundo con otros, sino enlazar por leyes los acontecimientos de un mundo con los acontecimientos de ese mismo mundo que le sirvieron de precedentes. Es más lógica la vida en un mundo en que la vida haya existido siempre (un mundo que es, cuánticamente, un mundo posible). Y sin embargo, el mundo en el que estamos es uno en el que la vida, según las evidencias actuales, no ha existido siempre. Y aunque las leyes físicas nos dicen que un sistema evoluciona necesariamente hacia estados más estables, el surgimiento de la vida nos enseña lo contrario. No se resuelve el problema del origen de la vida, entonces, diciendo que habiendo infinitos mundos distintos, en alguno de ellos "debe" presentarse la vida. Se trata del mismo argumento que Mc Fadden rechaza cuando se enuncia en términos de "combinaciones al azar" sumadas a "un tiempo suficiente". Mc Fadden sólo ha sustituido el tiempo por el espacio, las combinaciones posibles por los Universos posibles. Eso no le quita nada de su fuerza, por otra parte, a su argumentación acerca del posible origen cuántico de las mutaciones beneficiosas en bacterias, con el cual nos mostramos de acuerdo.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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