Estudios genéticos han probado que los ornitorrincos son seres transgénicos naturales. Es decir, comparten parte de su genoma con los reptiles, parte con los mamíferos, y parte con las aves. Eso los pone en el vértice de una triple frontera. Esta nueva evidencia, además de ir en contra de los árboles filogenéticos, funciona como un nuevo contraejemplo para la idea de la evolución como selección de pequeñas variaciones, y fortalece la tesis de Máximo Sandín acerca de los genomas como especie de "juegos lego" que generan múltiples combinaciones viables.
Sumado al descubrimiento de los plásmidos y de las "islas genómicas", el ejemplo del ornitorrinco da nueva evidencia para sostener una teoría saltacionista de la evolución, en un sentido distinto al del saltacionismo tradicional. La transferencia horizontal de genes, determinada por algún vector que bien podría ser de origen viral, nos habla de módulos funcionales que se pueden transferir de una especie a otra generando nuevas variedades, en una notable revitalización de la teoría de Empédocles, quien pensaba que las especies actuales son combinaciones viables dentro de mezclas al azar entre las que encontramos a las mitológicas sirenas y a los centauros. Después de todo, el ornitorrinco no deja de ser algo así como una criatura mitológica real.
No se trata del único caso aparentemente confirmado. Bien podría ser que los dinosaurios emplumados, o el mismo archeopterix, tomado por Darwin como una evidencia a favor de la existencia de eslabones intermedios, deban reinterpretarse a la luz de la idea de "evolución modular". Lo mismo podemos decir de la existencia de partes del genoma de neandertal en el homo sapiens actual, que ha llevado a los evolucionistas a la convicción de que hubo alguna cruza sexual entre ambas especies.
La transgenicidad es una combinatoria funcional entre genomas de especies distintas, y es mucho más probable como mecanismo evolutivo natural, en virtud de su realización práctica en el laboratorio, que las pequeñas variaciones sostenidas por una selección natural que se mantuviera unidireccional durante millones de años, algo de muy escasa probabilidad.
El hecho de que el hombre de Piltdown, famoso fraude científico, había sido construido con partes de cráneo de hombre y de gorila, de haber sido real, hubiera encajado mejor en una explicación modular de la evolución que en una gradualista, nos obliga a reflexionar sobre el verdadero peso de las pruebas empíricas en esa argamasa formada por hechos, generalizaciones, fantasías e iusiones que constituyen lo que llamamos una "teoría científica".
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.
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