viernes, 9 de mayo de 2008

Penrose contra Dennet: un platónico en la era de las computadoras


He empezado a "degustar" un libro que es un verdadero placer para los paladares científicos y filosóficos. Se trata de Las sombras de la mente. Su autor es Roger Penrose, un físico y matemático famoso por las aportaciones que hizo, junto a Stephen Hawking, al desarrollo de la teoría de los agujeros negros.
Hace tiempo que, además de ocuparse de las llamadas Teorías de Todo, de las cuales la de las Supercuerdas es hoy en día sólo un ejemplo, Penrose se ha puesto a especular acerca de la conciencia humana, discutiendo contra quienes la reducen a una propiedad emergente de procesos computables que ocurren a nivel cerebral.
¿Qué tiene esto que ver con la Biología Molecular? Mucho. Y no sólo con ella, sino con la Biología en general.
Consideremos, por ejemplo, los trabajos de Daniel Dennet. Dennet ha trabajado sobre dos temas: una defensa de la teoría de la evolución en su versión ultradarwinista, y una defensa de la idea de la mente como un conjunto de procesos reproductibles a través del trabajo algorítmico de combinación de signos de una computadora suficientemente compleja.
¿Qué tienen que ver ambas cuestiones? La respuesta está en los textos de Richard Dawkins. Para Dawkins el cerebro humano es una de las tantas partes de unas complejas maquinarias que obedecen a las leyes corrientes de la física y de la química clásicas, y que son creadas y utilizadas por los genes egoístas para asegurar su propia replicación.
¿Qué tiene de interesante el libro de Penrose? En primer lugar, Penrose sostiene que, aun cuando se trate de procesos deterministas, nuestros pensamientos concientes no son computables, es decir, no podrían ser imitados por una máquina que funcionara con reglas de tipo algorítmico dentro de los estrechos márgenes de lo que es materialmente posible de acuerdo con las concepciones habituales acerca del funcionamiento de la realidad. Para Penrose, en esta manera no algorítmica de alcanzar la verdad están involucrados procesos cuánticos que se amplifican más allá de los límites aceptados habitualmente por la mecánica cuántica en su versión tradicional.
¿Y dónde aparece aquí la Biología Molecular? Ocurre que hay un biólogo llamado Stuart Hameroff, que ha salido, repentinamente, en apoyo de las ideas que Penrose había apenas esbozado en su obra anterior, La nueva mente del emperador, tratando de probar que tal aparición de efectos cuánticos a nivel macromolecular tienen lugar en las estructuras que son las verdaderas portadoras de información en las neuronas, pero que además están omnipresentes en todos los organismos eucariontes, incluso en aquellos que pertenecen al nivel unicelular. Nos referimos a los microtúbulos, esos de los que, casualmente, Mirta hablaba como de verdaderas moléculas "altruistas", que contribuyen a los más diversos procesos intra y extracelulares "sin pedir nada a cambio".
Quizás lo más sorprendente del texto sea que, sin escapar a los límites de lo que llamaríamos una concepción "estrictamente científica" de la realidad, Penrose concluye no sólo que existe cognición a nivel celular (hipótesis también sostenida antes por Margulis), sino que, al menos en el caso del cerebro, la conciencia nos pone en contacto con un reino de verdades eternas que sólo podemos identificar con el Mundo Inteligible de Platón, un mundo del cual, mal que les pese a los positivistas del más diverso estilo, los matemáticos como Penrose nunca se han sentido completamente desterrados.
Como no creo en las casualidades (hacerlo no sería nada científico), pienso que una teoría cuántica de la mente sumada a una teoría cuántica de la evolución biológica, como aquella que hemos comentado en otros artículos, pueden conducirnos a construir poco a poco una alternativa frente al ultradarwinismo-computacionismo de Dennet sin caer más allá de los límites de lo que la tradición nos obliga a aceptar como "conocimiento científico".
Construir tal alternativa en compañía de una figura prestigiosa en el campo de la física y la matemática como lo es Roger Penrose no nos viene mal desde el punto de vista del omnipresente "principio de autoridad".
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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