¡Qué lejos que han quedado los tiempos en que se creía que las células de un tejido estaban simplemente “pegadas” entre sí por una especie de cemento adhesivo informe y parejo! ¡Qué tranquilos tiempos en los que la complejidad se intuía encerrada por una membrana plasmática! Los reductos de la sencillez molecular se han agotado. Es absurdo calificar de sencillo o de complejo ningún componente molecular, ni aún en forma relativa.
Las células exhiben un variado muestrario de complejas conexiones multiproteicas entre ellas y con la matriz extracelular. Una simple hilera de células epiteliales intestinales es una obra maestra de ingeniería, una serie de “casillas” donde todo fue tenido en cuenta: el sostén de cada unidad con su forma apropiada, la ajustada e impermeable unión entre ellas, las “puertas” que las comunican. ¿Podemos decir, frente a esta obra, al menos que las uniones adhesivas son más sencillas que los desmosomas? ¿O los hemidesmosomas más que los desmosomas? No, de ninguna manera. Sólo podemos afirmar que, aún manteniendo algunos patrones de diseño generales, son completamente elaborados (y diferentes) en estructura y función. ¿Y si comparamos diferentes tipos de células? ¿Son más complejos los múltiples “remaches” que anclan los tejidos animales que las paredes que adhieren completamente entre sí las células vegetales? Nadie podría decirlo. En los primeros se ensamblan intrincadamente varias proteínas de adhesión, filamentos de citoesqueleto y fibras proteicas extracelulares. En las segundas, capas sucesivas de diferentes polisacáridos se disponen sólida y exquisitamente en ángulos fijos, como en un perfecto tejido.
¿Y qué decir si observamos las uniones inestables, anclajes transitorios que permiten a ciertas células migrar abriéndose paso entre otras células y el hiper-complejo y preciso entramado de la matriz extracelular? Este tipo de uniones, llamadas contactos focales, no son menos complejas por ser transitorias. Más bien al contrario. Su establecimiento requiere que, previamente, la célula que se moviliza y el elemento de la matriz extracelular al cual se anclará se reconozcan por medio de otro tipo de unión momentánea y que luego la célula migrante emita un “pié” (pseudópodo) en el cual surgirá el contacto focal. Después, vendrá la contracción de todo el citoplasma que hará que la célula avance un paso hacia adelante. Y en todos estos pasos participan decenas de proteínas distintas ¿Tiene sentido entonces seguir planteando, como se hace en evolución, que lo complejo debe derivar de lo simple? Sólo si lo simple lo ubicamos en un pasado remoto y desconocido, porque hoy, al menos en el ámbito molecular, lo simple no existe.
Las células exhiben un variado muestrario de complejas conexiones multiproteicas entre ellas y con la matriz extracelular. Una simple hilera de células epiteliales intestinales es una obra maestra de ingeniería, una serie de “casillas” donde todo fue tenido en cuenta: el sostén de cada unidad con su forma apropiada, la ajustada e impermeable unión entre ellas, las “puertas” que las comunican. ¿Podemos decir, frente a esta obra, al menos que las uniones adhesivas son más sencillas que los desmosomas? ¿O los hemidesmosomas más que los desmosomas? No, de ninguna manera. Sólo podemos afirmar que, aún manteniendo algunos patrones de diseño generales, son completamente elaborados (y diferentes) en estructura y función. ¿Y si comparamos diferentes tipos de células? ¿Son más complejos los múltiples “remaches” que anclan los tejidos animales que las paredes que adhieren completamente entre sí las células vegetales? Nadie podría decirlo. En los primeros se ensamblan intrincadamente varias proteínas de adhesión, filamentos de citoesqueleto y fibras proteicas extracelulares. En las segundas, capas sucesivas de diferentes polisacáridos se disponen sólida y exquisitamente en ángulos fijos, como en un perfecto tejido.
¿Y qué decir si observamos las uniones inestables, anclajes transitorios que permiten a ciertas células migrar abriéndose paso entre otras células y el hiper-complejo y preciso entramado de la matriz extracelular? Este tipo de uniones, llamadas contactos focales, no son menos complejas por ser transitorias. Más bien al contrario. Su establecimiento requiere que, previamente, la célula que se moviliza y el elemento de la matriz extracelular al cual se anclará se reconozcan por medio de otro tipo de unión momentánea y que luego la célula migrante emita un “pié” (pseudópodo) en el cual surgirá el contacto focal. Después, vendrá la contracción de todo el citoplasma que hará que la célula avance un paso hacia adelante. Y en todos estos pasos participan decenas de proteínas distintas ¿Tiene sentido entonces seguir planteando, como se hace en evolución, que lo complejo debe derivar de lo simple? Sólo si lo simple lo ubicamos en un pasado remoto y desconocido, porque hoy, al menos en el ámbito molecular, lo simple no existe.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.
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