sábado, 31 de mayo de 2008

La Biología, ¿ciencia de hechos o ciencia de esencias?

En el congreso de 1993 dedicado a conmemorar los aportes de Schrödinger a la Biología del siglo XX quedó clara la existencia de dos visiones en conflicto acerca de la Biología, relacionadas con el modo de tratar el tema de la contingencia.
Algunos autores celebraban la intervención de la física en el ámbito de la biología para introducir planteos de carácter universal ("el orden a partir del orden" y "el orden a partir del caos", es decir, el mecanismo de la herencia, por un lado, y el crecimiento de la organización a partir de un entorno físico sometido a las leyes de la termodinámica, por otro). Otros conferencistas, incluso alguno procedente del ámbito de la física, se dedicaron a hablar en contra de esa intervención, una posición que podríamos resumir en la "envidia de la física" que mencionó Gould específicamente.
El planteo de Gould consiste en que lo que hace "interesantes" a los seres vivientes es el hecho de que su conformación física específica es el resultado de contingencias históricas. Por ejemplo, y más allá de que las bacterias siempre han sido las vencedoras en la lucha por la vida en el planeta, entre los organismos puricelulares es una contingencia (posiblemente originada en la caída de un meteorito) lo que dejó libre el nicho ocupado por los dinosaurios para que los mamíferos pudieran desarrollarse libremente.
Tales contingencias no son negadas, pero sí simplemente obviadas, justamente por carentes de interés, por quienes, en un espíritu más "tradicional", se ocuparon de defender la elaboración de modelos generales, sea en la línea de la sinergética de Haken, de la termodinámica de procesos irreversibles de Prigogine o de las redes booleanas de Kauffman.
Ambas líneas de pensamiento se ocupan del pasaje "del caos al orden", que Schrödinger intrpretaba como una apropiación de "entropía negativa" por parte de los organismos, dejando de lado la cuestión del pasaje del "orden al orden", proyecto universalmente vigente en la genética y la biología molecular contemporáneas.
Uno de los expositores se planteó por qué la primera sugerencia de Schrödinger fue bien acogida y desarrollada, y no la segunda. De este tema nos ocuparemos en otro momento. Ahora nos interesa ocuparnos de la cuestión de la necesidad y la contingencia y el lugar de la ciencia en este debate.
La ciencia, ya lo hemos dicho, surgió buscando lo permanente, lo universal y lo necesario, detrás del mundo de apariencias confusas y contingentes de nuestro choque sensorial con el entorno. La crítica de Gould a este enfoque, sin embargo, no es equivocada: si la verdad debe abarcarlo todo, la contingencia debe ser también comprendida y explicada.
Pero explicar es derivar el hecho contingente a partir de una ley necesaria y universal. No así el "comprender", que trata de detenerse en los detalles del caso singular. Comprendemos a una persona, comprendemos el sentido de un texto, comprendemos a una cultura. Las ciencias humanas son hermenéuticas. Lo hermenéutico, la comprensión de la singularidad del caso, es la técnica de aquellas ciencias que Husserl denominó "ciencias de hechos". La Paleontología es una ciencia de hechos. Su objetivo es recontruir el modo de vida, en un entorno específico, de una especie animal o vegetal o fúngica o protista o procarionte, pero extinta.
Las ciencias llamadas "duras", como la física o la química, son ciencias "de esencias", en la terminología de Husserl. Buscan enunciados universales que puedan funcionar como leyes de las cuales pueda deducirse el caso particular por intermedio de un razonamiento estrictamente deductivo, para lo cual se sirven del apoyo de teorías de la medida que les permite reducir esas leyes a fórmulas matemáticas.
¿Y la Biología? Cuando se ocupa de leyes, como en el proyecto molecular, es una ciencia de esencias (esencias que toma prestadas de la química y de la teoría de la información, a veces también de la física). Cuando se ocupa de las contingencias históricas de la evolución, incluyendo a veces (no en la perspectiva de la teoría de la autooorganización, que es universalista) el origen de la vida en la Tierra, es una ciencia de hechos.
Si tenemos en cuenta que en el siglo XIX la Biología se ocupaba de describir características observables de seres vivientes de distintas especies y especulaba sobre su evolución, y que ahora es mayormente "biología molecular", debemos aceptar, en una perspectiva estrictamente histórica (y quizás, por ello mismo, como algo contingente) que la Biología se ha pasado cada vez con más decisión al bando de la "ciencia de esencias", algo que a la psicología le está sucediendo también, aunque con mucho mayor lentitud.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

viernes, 30 de mayo de 2008

Planes y estrategias en criaturas no inteligentes

La excelencia de la estrategia de una araña para atrapar insectos sobre una tela pegajosa o el ingenioso plan de una hormiga cortadora de cultivar hongos sobre fragmentos de hojas de vegetales me han impactado desde pequeña.
Como consecuencia de la pobre formación en etología que he tenido - bastante autodidacta, en realidad, basada en unos cuantos libros de Vitus Dröscher, documentales televisivos y poco más- se me ha inculcado, como a todos, que aún las estrategias más elaboradas, si son llevadas a cabo por organismos “sencillos” (o sea, no por mamíferos “superiores”) son el simple resultado de la puesta en acción de un conjunto de instintos innatos.
Sin embargo, pensando ahora acerca de ello, me empieza a parecer demasiado listo que una araña tienda su trampa, espere pacientemente que una mosca caiga en su red y que su previsión termine cumpliéndose. O que una hormiga “sepa” que depositando su hoja en el hormiguero el tiempo necesario -en condiciones de humedad, oscuridad y temperatura adecuadas-, sobre ella crecerán apetitosos hongos.
Una planta carnívora de zonas desérticas dispone sus hojas carnosas como pinzas para atrapar insectos que le brinden el nitrógeno que el suelo árido no puede brindarle. Una bacteria comanda sus flagelos móviles de manera de escapar rápidamente de una fuente tóxica.
Hay en todos estos comportamientos la puesta en marcha de diversas conductas complejas de planificación temporal con el objetivo de obtener cierta respuesta, ya sea por parte de otros organismos o del entorno abiótico.
No busco, con estas simplísimas disquisiciones, desmentir el dogma de la etología. Ni las arañas, ni las hormigas, ni las plantas carnívoras ni las bacterias son criaturas inteligentes. Pero, ¡vaya qué astutas son sus estrategias! Perdónenme la irreverencia los etólogos que puedan leer estas líneas.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

jueves, 29 de mayo de 2008

La disección del conocimiento

A riesgo de que Daniel -acérrimo defensor de los derechos del animal- vete mi participación en el blog, les contaré algo que me ha ocurrido hace unos días en un bioterio. He debido colaborar durante la disección de ratas con el fin de obtener muestras de tejido del hipocampo (una de las áreas del encéfalo), en el marco de la investigación sobre hipoxia perinatal en la que tengo el honor de participar. No es la idea de este comentario entrar en detalles acerca del inevitablemente sanguinario procedimiento. Ni detallar cómo una parte de esos animales habían sido sometidos a una cruel asfixia al momento de nacer. Respecto a estos puntos, -y para que Daniel me perdone- solamente voy a reconocer que a los investigadores en biología molecular no nos suele sobrar, precisamente, la capacidad empática con otros animales.
Mi intención aquí es que reflexionemos sobre la selección de los objetos de estudio. Nuestra intención es estudiar, en todos los animales -tanto los asfícticos como los controles-, el aspecto microscópico de las sinapsis nerviosas y las variantes de expresión de algunas proteínas en dichas áreas del tejido nervioso. Sin embargo, sucedió algo muy llamativo. De las aproximadamente siete ratas sometidas a dicho estrés al nacimiento, dos se desarrollaron muchísimo menos que el resto, al punto de alcanzar, a los dos meses de vida, un tamaño unas cuatro veces menor al de las demás. Sin embargo, no estudiaremos este fenómeno. De estos animales extrañamente poco desarrollados, pensamos ver, como en el resto, las citadas diferencias a nivel nervioso y molecular, sin detenernos en la aplastante evidencia de que el efecto del tratamiento haya sido mucho más generalizado y haya alterado el desarrollo de todo el organismo.
Lejos están los tiempos en que un investigador iba guiando su búsqueda hacia diferentes niveles o aspectos del problema según iban surgiendo dificultades, o inquietudes, o fenómenos interesantes. Al fin y al cabo, somos biólogos moleculares modernos. Nuestro objeto de estudio son los contenidos celulares de un tejido determinado. Tenemos un exhaustivo plan de trabajo -preestablecido en todos sus pasos, en sus insumos, y hasta en sus posibles resultados- del que no podemos desviarnos. Y bueno, que del desarrollo del organismo como un todo se ocupen otros.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

martes, 27 de mayo de 2008

¿Por qué la filosofía de la biología molecular no es todavía una rama establecida de la filosofía?

Con nuestro libro El logos de la vida y con nuestro blog estamos en el afán de profundizar dentro de una novedosa y poco explorada rama de lo que el filósofo epistemólogo argentino Mario Bunge denominó "biofilosofía": la "biofilosofía molecular".
Con nuestro arribo a Internet hemos escudriñado la Web en busca de contenidos similares a los que desarrollamos nosotros aquí. En algunos sitios hallamos textos que analizan temas de algunas áreas biológicas, en especial de evolución y biotecnología, textos abordados desde puntos de vista mayormente teológico y ético, respectivamente. Ha sido tan pobre el resultado de esta búsqueda cuando la restringimos al ámbito molecular, que comenzó a intrigarnos por qué una disciplina científica enormemente exitosa no mereció casi ningún tratamiento filosófico aún.
Entonces, surgió la duda, la pregunta obvia: ¿por qué la filosofía de la biología molecular no se ha establecido, como la sí lo ha hecho la disciplina experimental?
Esta duda me condujo hace un tiempo a instaurar la primera encuesta de este blog, y si bien muy pocos lectores la han respondido, esas pocas respuestas coinciden en la sorprendente opinión popular de que la Biología Molecular es demasiado reciente para que se la pueda analizar filosóficamente. Digo sorprendente porque lo cierto es que la biología molecular está sólidamente establecida no sólo por sus cruciales progresos sino también por su antigüedad. No es una disciplina nueva, sino que hace más de sesenta años que viene construyendo un sólido cuerpo de conocimientos. No olvidemos que las primeras estructuras proteicas fueron dilucidadas en los años cuarenta y la del ADN en los años cincuenta del siglo XX.
Podría suponerse entonces sencillamente que al público en general, e incluso a los investigadores moleculares, no les preocupa reflexionar sobre los resultados experimentales que se obtienen (o sobre su interpretación) mientras éstos avances deriven en aplicaciones prácticas más o menos directas. Confieso que éste ha sido mi punto de vista durante mucho tiempo, antes de descubrir lo provechosa que puede ser la biofilosofía molecular para lograr un equilibrio, una sensatez en la interpretación de los saberes que nos pone a disposición la biología molecular.
No voy a presumir que tengo la respuesta definitiva para la pregunta que planteo en el título de este comentario: ¿Puede ser -insisto- un bajo nivel de interés de las ciencias biológicas en la reflexión filosófica? ¿O acaso una estimación -dentro de la filosofía- de que la biología molecular no provee material de reflexión relevante?.
Quizas lo más criterioso sería pensar que la causa está en la carencia de filósofos formados en lo molecular y de biólogos con inquietudes filosóficas.
Lo invito, lector, a opinar, o al menos a responder la encuesta.
No obstante, me reconforta saber que algunos de los lectores de este blog - los que se han molestado en responder ya la encuesta- no desprecian el valor de cultivar el pensamiento y la reflexión en este campo.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

¿Qué es Biofilosofía?

El futuro de la biología es el título de una serie de conferencias que tuvieron lugar en conmemoración del cincuentenario de la publicación del librito ¿Qué es la vida?, de Scrhödinger, físico cuántico devenido padre intelectual de la revolución genética de los años sesenta del siglo XX.
En este libro de la editorial Tusquets, colección Metatemas (dirigida por el inquieto físico, que en nuestro libro identifiqué como biólogo, Wagensberg, especialista en el estudio de sistemas alejados del equilibrio y director del museo de la Caixa en Barcelona), encontramos lo que ya constituyen los "temas" para la biología del siglo XXI (hay que recordar que el libro es de 1993).
Salvo por la ausencia de Margulis, allí estaban todos los "popes" de la biología en el límite de lo ortodoxo: Stephen Jay Gould, Maynard Smith, Stuart Kauffmann, y un largo etcétera.
Lo notable de éste como de otros libros formados por conferencias selectas, como el dedicado a la idea de progreso en Biología, es el modo en que viejos problemas filosóficos reaparecen en el pensamiento de físicos y biólogos que indagan en los límites de sus respectivas disciplinas. Se trata de una mezcla de cuestiones epistemológicas (el artículo de Gould) con otras de carácter ontológico (el artículo dedicado a la contingencia en el dominio de la física, con el título "la evolución de las leyes de la naturaleza"), que justifican la formación de una disciplina filosófica dedicada exclusivamente a la indagación de temas relacionados con la Biología en todos sus aspectos, y a la cual se ha llamado "Biofilosofía".
La Biofilosofía, como la Biotecnología para Ricardo Gómez, puede ser definida en función de las subdisciplinas que abarca:
Bioepistemología: el estudio de los métodos de contrastación utilizados en Biología para poner a prueba sus hipótesis, así como el criterio de lo que es una buena teoría en esta área del conocimiento.
Biometafísica: el estudio del tipo de entidades de las que se ocupa la Biología, es decir, de los seres vivientes, sus relaciones con otras entidades, como los entes físicos, psíquicos e ideales, su origen y su destino.
Bioaxiología: el estudio de los valores propios de la Biología y sus jerarquías, tales como la búsqueda de la verdad y su relación con la búsqueda de aplicaciones tecnológicas.
Bioética: el estudio de las relaciones entre la biología y los conceptos del bien y del mal, tanto en lo que se refiere a la aplicación práctica de sus descubrimientos, como en cuanto a la aplicación de conceptos morales humanos (como el egoísmo, la violencia, el apetito sexual, etc.) para describir los objetos de los que se ocupa.
Biopraxiología: el estudio de las prácticas a través de las cuales la Biología desarrolla lo que ella misma considera un "saber racional", incluyendo la experimentación en laboratorio.
Ésta división es claramente arbitraria, pues los temas se superponen y entremezclan, y de ahí que haya que incluirlos en una disciplina única no tradicional, en la que se cruzan los saberes de las distintas disciplinas filosóficas para ocuparse de un objeto único: la correlación entre ese "grado del conocimiento" que es la Biología, y su correspondiente "grado del ser", el de los entes vivientes (ésto dicho en términos platónicos, no por antiguos menos vigentes).
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

martes, 20 de mayo de 2008

Aprender a desaprender

En la biología molecular actual, casi tan importante como aprender constantemente es desaprender constantemente. Y es la misma acumulación de conocimientos la que nos lleva a entrenarnos para aprender todos los días algo nuevo, y a la vez nos conduce a desaprender algo antiguo.
En el marco del tema de transporte activo de membrana, por tomar uno cualquiera, lentamente aprendimos a asociar a las bombas de iones con la hidrólisis directa de ATP como único medio de obtención de energía y, por otro lado, a los "carriers" o transportadores de azúcares o de aminoácidos asociarlos siempre con un modo indirecto de obtención de la energía que aprovecha algún gradiente de iones previamente generado por una bomba de iones y que prescinde del uso directo de ATP. Uno de estos "carriers" se ubica en la membrana apical intestinal y utiliza el gradiente de Na+ generado por la bomba de Na+/K+ (bomba que se ubica en la membrana basal del epitelio) para acumular glucosa activamente dentro de dichas células absortivas. Sin embargo, recientemente han aparecido transportadores de drogas de tipo "carrier" que sostienen su transporte activo hidrolizando ATP en forma directa, de manera que nuestras categorías previas ya no sirven.
Dentro del mismo campo, estábamos convencidos de que la selectividad era una de las propiedades más importantes de los transportadores proteicos de membrana. En apoyo de este punto de vista, argumentábamos que la estructura interna de un canal o de un carrier debe adaptarse conformacionalmente a la molécula a ser transportada si el transporte ha de ser exitoso, lo cual limita el número de variantes de forma posibles para el ligando. Otra vez nos vimos desmentidos por el descubrimiento de transportadores que son capaces de lidiar con una gran variedad de moléculas de conformaciones diferentes sin evidenciar ninguna dificultad en el transporte.
La asociación del ADN con proteínas de empaquetamiento parecía ser exclusiva de las células eucariontes. Ya no. En las bacterias el pequeño ADN circular también está superenrrollado y asociado a proteínas específicas, aunque no sean histonas. Las membranas intracelulares también se consideraban exclusivas de células nucleadas. Ahora, los profusos pliegues internos de membrana de muchas bacterias (mesosomas, membranas fotosintéticas) amenazan incluso esta -antiguamente clara- distinción entre células procariontes y eucariontes. ¿Piensa usted lector que aún nos queda como criterio de diferenciación el citoesqueleto? Hum...¡una estructura proteica fibrosa dispuesta en red que ha sido recientemente descubierta en bacterias empieza a conmocionar esta última pared de división!
¿Es que cada tantos años tendremos que reescribir todos nuestros manuales de Biología Celular? Comprender y aprender fenómenos y estructuras celulares nuevos es, sin duda, un avance permanente ¿Es también desaprender lo aprendido avanzar en esta ciencia?
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

¿Puede surgir la armonía de la selección natural sobre el azar?: El caso de la replicación ilimitada de los genes.

Heráclito decía: "El mundo, uno solo para todos, no fue creado por los dioses ni por los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego eternamente vivo, que se enciende y se apaga según medida".
Aquí tenemos la visión del mundo que está en la base de toda disciplina científica. Después Sócrates y Platón contrapondrían las esencias a las apariencias, Aristóteles buscaría la esencia en el interior de las propias cosas, y Newton reduciría las causas aristotélicas a una sola, a la causa eficaz o eficiente, es decir, a la fuerza mensurable que mueve desde atrás y desde afuera. Pero todos éstos son, si se quiere, detalles. Lo central ya está en Heráclito, quien funda las bases de la ciencia fáctica, como las de la ciencia formal están completitas en Parménides, con sus principios o axiomas ontológicos y sus teoremas demostrados por la vía indirecta de suponer lo contrario y llegar al absurdo.
Pero, un momento, ¿y las ciencias blandas? ¿y la comprensión y la empatía? ¿y los corsi e ricorsi de la historia que descubrió el italiano Vico, que quedó oculto por la sombra proyectada por el platónico Descartes? También la historia buscó leyes (ahí tenemos a Hegel y a Marx). Sólo que fracasó, y se adormeció en su fracaso. O hizo del fracaso victoria. Lo mismo le pasó a la biología cuando Darwin logró explicar todo en general sin explicar nada en particular. Hasta que llegó la genética y la biología molecular, y la Biología tuvo envidia de la física y de la química y quiso ser ciencia dura y no blanda, y reconstruir sus hechos a partir de leyes, y dejarse de inventar pseudoleyes a partir de sus hechos, como hacía Haeckel (¿qué mejor ejemplo de pseudoley que la "ley de recapitulación de la filogénesis por la ontogénesis?).
Pero algunos insisten en que la biología sea una ciencia blanda, y tratan, como lo hace Maynard Smith junto a su secuaz Eörs Szatmary en Ocho hitos de la evolución, de ver cómo emerge, de la selección natural de mezclas desproporcionadas de genes en distintas células, la perfección de una replicación ilimitada y fiel del material genético.
Cuando se hizo en 1993 un congreso para conmemorar el cincuenta aniversario de la publicación del libro de Schrödinger ¿Qué es la vida?, Gould dejó también en claro su apuesta a favor de una biología histórica, como ciencia blanda capaz de aceptar la existencia de la contingencia como factor central junto con las leyes de la física y la química, aunque en un sentido que podríamos llamar "transdarwinista". Trató de apoyarse en la presencia de las contingencias en las leyes estadísticas de la mecánica cuántica y rechazó la "envidia de la física" propia de la biología molecular.
Curiosamente, en el mismo congreso Penrose aclaró que la física cuántica se basa en una ley determinista, en la que prima la superposición de estados, no la contingencia, y trató de probar que la física podía ayudarnos a comprender un fenómeno extraño como es la conciencia humana.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

Biofilosofía: la Biología como arte

Según la concepción que la filosofía analítica maneja acerca de la ciencia en general, la Biología debería ser tratada como un discurso formado por proposiciones encadenadas en razonamientos y cuya intención es explicar un dominio de hechos, al cual se le da el nombre de "base empírica".
Esta es una visión muy empobrecedora acerca de las discipinas, y una epistemología fenomenológica es capaz de revelarnos una riqueza mucho mayor en la labor del científico.
Si alguna palabra se adapta a lo que un biólogo hace y piensa, ella es, según creo, la de "arte". "Arte", en el sentido griego del término, es un conocimiento productivo, es decir, una técnica, un saber que está destinado a hacer emerger algo que no estaba allí más que en potencia, que no hubiera podido aparecer sin el trabajo del hombre.
El biólogo disecciona, mira al microscopio, marca radiactivamente las sustancias y las sigue en sus trayectos, arma modelos mentales o computacionales de esos movimientos, subordina a leyes. Trabaja con las cosas que han nacido solas del seno de la naturaleza, es decir, trabaja con la fysis, pero como buen metafísico trasciende las apariencias, busca el secreto escondido en la vida, horada, cava en la superficie de su terra incógnita, y crea realidades donde no había más que su posibilidad. Por ello no es posible hoy en día una biología de mera observación, más que en esos pequeños territorios de la etología o de la teoría de la evolución aplicada al comportamiento social de las hormigas, o en la vieja ornitología.
Ramon y Cajal le decía a su padre que se dejara de anatomía, que no iba a descubrir nada nuevo estudiando a simple vista los cadáveres. Usó el microscopio, dividió el tejido nervioso, aplicó tinciones y llegó a los extremos de las conexiones, y descubrió que el último valuarte reticulado que se sustraía a la teoría celular era, después de todo, un conjunto de alargadas y tortuosas, pero no por ello menos ciertas, células vivientes, como las de cualquier otro tejido.
Ramón y Cajal descubrió la neurona, pero al descubrirla la creó, igual que los aceleradores de partículas, en choques a altísimas energías, nos permiten ver y descubrir lo que en verdad están creando, es decir, lo que están haciendo emerger del fondo oscuro de la naturaleza.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

Los dinosaurios como test de Rorschach

Desde hace muchos cientos de años que se conoce la existencia de fósiles. Al principio se pensaba que eran juegos de la naturaleza, por los cuales el mundo inerte trataba de imitar superficialmente a las distintas formas de vida. Fue en el Renacimiento cuando se empezó a reconocer que los fósiles eran mineralizaciones de tejidos de origen orgánico. Pero sólo con Cuvier se inició la paleontología moderna, al relacionar los restos fósiles con las condiciones generales en las que esos animales y plantas desaparecidos debieron vivir, para reconstruirlos tomando como modelo sus analogías con especies actualmente existentes.
Fue así que los dinosaurios fueron catalogados como reptiles. Sin embargo, con el tiempo, se empezó a ver en ellos algo diferente. Algo que los emparentaba más bien con las aves, en algunos casos. En vez de atrinuírseles pieles pardas o verdosas, empezaron a mostrar crestas de colores, a exhibir de vez en cuando algunos sectores de plumas entre sus escamas. Incluso llegaron a pensarse con una piel rugosa y desnuda, con capacidad para controlar su temperatura corporal, y con instintos de paternidad.
Actualmente los dinosaurios son pensados como un grupo heterogéneo y peculiar, algo intermedio entre mamíferos y aves, y su carácter reptílico se fue perdiendo.
¿Pero qué son "realmente" los dinosaurios? Tal vez esta pregunta no tenga sentido, por lo menos en el sentido que un realismo ingenuo pudiera atribuirles. Los dinosaurios son realmente, como han sido siempre, un enigma. Son y han sido algo así como manchas de Rorschach tridimensionales en las que hemos proyectado nuestros temores arquetípicos, nuestros sueños con dragones alados, nuestro sentimiento de lo sublime. Igual que a los extraterrestres, los hemos visto como lagartos terribles o como tiernos semimamíferos o semiaves, según como nuestra imaginación ha rellenado sus restos óseos, que ni siquiera están hechos de verdadero tejido óseo.
En muchos casos esas huellas o sombras de criaturas desaparecidas han sido creadas por los depósitos minerales dejados en su lugar por el trabajo biológico de las omnipresentes arqueobacterias, modeladoras del mundo desde el origen de la vida en la Tierra.
¿Hay signos en la naturaleza? ¿Podemos estar seguros de que el humo nos señala el incendio? A veces nos olvidamos de que estamos nosotros, ahí, mirando el humo e interpretando que es la señal del fuego. Sartre pensaba que no hay signos. La naturaleza habla si hay alguien para escucharla.
Vamos al museo de Ciencias Naturales. Ahí están los huesos. En las paredes, los dibujos han ido cambiando. Las reproducciones de la vida cotidiana de esas moles vivientes no son las mismas que hace cincuenta años. Véanlos, y díganme qué ven. Eso me hablará de ustedes más que de los dinosaurios.
Los restos fósiles son el test que nos revela la psicología colectiva de los miedos y las fantasías de una época.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

domingo, 18 de mayo de 2008

Bactericidas y antibióticos y el "factor ecológico"

Mi hija tuvo estos días una seguidilla de episodios febriles, sin más síntomas que la garganta colorada y un poco de catarro. Sólo después de cinco días de fiebres intermitentes un hisopado de fauces determinó que se trataba de una bacteria, y le recetaron el antibiótico correspondiente.
Para los médicos a domicilio mi hija padecía una virosis, que es como le llaman a las enfermedades que producen estados febriles que ceden rápidamente con el uso de antitérmicos y no tienen síntomas preocupantes.
Cuando pregunté a la médica de guardia por qué no se le había hecho antes el hisopado, la respuesta fue que el noventa y nueve porciento de los casos las anginas son virales. Lamentablemente, el caso de mi hija correspondía al uno porciento restante.
Haciendo uso del "pensar" en el sentido heideggeriano del término, dejé que se fueran hilando en mi mente una serie de reflexiones. Una me hizo confirmar mis dudas acerca de la utilidad de las estadísticas en el ámbito científico.
¿Cómo se pueden superar las probabilidades? Con un estudio histórico del caso. Mi hija ya tuvo la misma enfermedad con los mismos síntomas el año pasado, y tardaron el mismo tiempo en autorizar el hisopado para descubrir que su enfermedad era bacteriana y no viral.
El paciente está atomizado por la medicina tanto en el tiempo como en el espacio. Como decía Heidegger, la estantería (Gestell) dentro de la cual nos ubican suele categorizar a cada órgano o tejido, o a veces a cada molecula, en estantes separados. El paciente es, además, un ahora sin pasado, y la llamada "historia clínica", o brilla por su ausencia (a veces las ausencias se hacen ver con la evidencia de vacíos que "mariposean", como decía Sartre), o se multiplica por tantos médicos como fueron visitados.
Por otra parte, las dudas de los médicos no dejan de ser, en el fondo, justificadas: el uso indiscriminado, y en forma incluso preventiva, de los antibióticos, condujo a un cambio en la ecología formada por las relaciones entre los humanos y las bacterias y virus con los que se relacionan. Por un lado, ha aumentado el número de bacterias resistentes a los antibióticos. Por otro lado, los antibióticos, y muchos bactericidas hogareños, dejan proliferar a los virus, que generan efectos cada vez más parecidos a los bacterianos. Además, el uso de antihistamínicos que disminuyen la respuesta inmunitaria calmando síntomas molestos, deja al organismo más indefenso frente a los ataques de bacterias, virus y hongos.
Cada nueva sustancia que se incorpora a nuestro cuerpo altera su ecología dinámica, formando un hombre nuevo. No debemos olvidar lecciones como la de la talidomida, o el prozac, que prometía eliminar definitivamente de la existencia la molesta molécula de la angustia, sin tener en cuenta que eso podía llevar a la desaparición de la esencia misma de un proyecto de vida.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

viernes, 16 de mayo de 2008

Transgenicidad natural: el caso del ornitorrinco

Hay un libro de Umberto Eco, Kant y el ornitorrinco, que se pregunta por los casos límite, aquellos que se ubican en la frontera entre categorías aparentemente excluyentes.
Estudios genéticos han probado que los ornitorrincos son seres transgénicos naturales. Es decir, comparten parte de su genoma con los reptiles, parte con los mamíferos, y parte con las aves. Eso los pone en el vértice de una triple frontera. Esta nueva evidencia, además de ir en contra de los árboles filogenéticos, funciona como un nuevo contraejemplo para la idea de la evolución como selección de pequeñas variaciones, y fortalece la tesis de Máximo Sandín acerca de los genomas como especie de "juegos lego" que generan múltiples combinaciones viables.
Sumado al descubrimiento de los plásmidos y de las "islas genómicas", el ejemplo del ornitorrinco da nueva evidencia para sostener una teoría saltacionista de la evolución, en un sentido distinto al del saltacionismo tradicional. La transferencia horizontal de genes, determinada por algún vector que bien podría ser de origen viral, nos habla de módulos funcionales que se pueden transferir de una especie a otra generando nuevas variedades, en una notable revitalización de la teoría de Empédocles, quien pensaba que las especies actuales son combinaciones viables dentro de mezclas al azar entre las que encontramos a las mitológicas sirenas y a los centauros. Después de todo, el ornitorrinco no deja de ser algo así como una criatura mitológica real.
No se trata del único caso aparentemente confirmado. Bien podría ser que los dinosaurios emplumados, o el mismo archeopterix, tomado por Darwin como una evidencia a favor de la existencia de eslabones intermedios, deban reinterpretarse a la luz de la idea de "evolución modular". Lo mismo podemos decir de la existencia de partes del genoma de neandertal en el homo sapiens actual, que ha llevado a los evolucionistas a la convicción de que hubo alguna cruza sexual entre ambas especies.
La transgenicidad es una combinatoria funcional entre genomas de especies distintas, y es mucho más probable como mecanismo evolutivo natural, en virtud de su realización práctica en el laboratorio, que las pequeñas variaciones sostenidas por una selección natural que se mantuviera unidireccional durante millones de años, algo de muy escasa probabilidad.
El hecho de que el hombre de Piltdown, famoso fraude científico, había sido construido con partes de cráneo de hombre y de gorila, de haber sido real, hubiera encajado mejor en una explicación modular de la evolución que en una gradualista, nos obliga a reflexionar sobre el verdadero peso de las pruebas empíricas en esa argamasa formada por hechos, generalizaciones, fantasías e iusiones que constituyen lo que llamamos una "teoría científica".
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

martes, 13 de mayo de 2008

¿Podríamos llegar a demostrar que todos los organismos eucariontes tienen un sistema "nervioso" que les otorga sensibilidad?

Los antiguos griegos discutían acerca de si la sede del pensamiento estaba en el corazón o en el cerebro, así como si había tres almas o una sola. La actual neurociencia, heredera de esa visión que no podía aceptar realidades totalmente incorpóreas, sigue buscando la sede física de nuestros pensamientos.
La tomografía computada se ha utilizado como una herramienta para la localización de las áreas cerebrales involucradas en la formación de ciertos pensamientos.
Las neurociencias han avanzado mucho en los últimos años gracias a la invención de medios tecnológicos que permiten saber en vivo lo que ocurre fisiológicamente en un cerebro que piensa. Pero siempre cuenta con el testimonio introspectivo de aquéllos que se someten a sus experimentos, con lo cual, más que alcanzar un reduccionismo de algún tipo, lo que hace es seguir la ya vieja idea de un paralelismo psicofísico.
El paralelismo psicofísico se remonta a las ideas de la física galieleana y cartesiana, con su distinción de cualidades primarias y secundarias, y ha sido criticado y desmenuzado por Husserl en su última obra pubicada en vida, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. La ciencia "seria" sigue siendo moderna, y eso significa que se basa en el planteo platónico de un recurso a explicaciones metafísicas de los fenómenos físicos. Con esto queremos decir que el fenómeno es considerado manifestación de un noumeno, de una construcción teórica que postula una realidad paralela, más verdadera, que escapa a la subjetividad del observador. Esto vale, paradójicamente, aun para el estudio de los fenómenos subjetivos.
Podríamos dudar de esta descripción de las neurociencias si pensáramos que la tomografía computada no recurre a construcciones teóricas. Pero sí lo hace, pues no nos muestra lo que pasa en el cerebro "abriéndolo", lo cual implicaría "matarlo para comprender su vida propia", sino de un modo indirecto.
Así como la física correlaciona las sensaciones de color con las ondas de luz con amplitudes y longitudes mensurables, la neurociencia correlaciona nuestros estados psíquicos con los flujos sanguíneos en el cerebro que piensa.
Lo que recién empieza a analizarse es un nivel más elemental que el fisiológico, de las áreas cerebrales. Nos referimos al nivel biomolecular, en el cual se ubican las investigaciones acerca de las prolongaciones y retracciones de las conexiones sinápticas y sus intercambios de moléculas, así como el transporte de señales a través de los microtúbulos.
Si se pudiera llegar a correlacionar el trabajo de los microtúbulos con el pensamiento, teniendo en cuenta que ellos, como parte del citoesqueleto, controlan no sólo el mantenimiento de la estructura celular sino también sus movimientos, debríamos pensar que ellos constituyen el "verdadero" sistema nervioso de los organismos, aun de aquellos que no cuentan con neuronas. La irritabilidad pasaría a considerarse como un modo de sentir y de pensar (en virtud del paralelismo psicofísico antes mencionado), y aparecería difundido por la totalidad del organismo pluricelular, y no sólo en sus ganglios nerviosos, que serían meras concentraciones de la capacidad perceptiva y locomotora de, al menos, todos los organismos eucariontes. Los microtúbulos que regulan y producen el movimiento de los cilios de los paramecios, como dice Penrose, deberían ser tomados como un ejemplo de proceso cognitivo. Habríamos llegado a la conclusión de que el "alma" está difundida por todo el cuerpo, sin una localización específica, que es lo que pensaban los primeros filósofos griegos.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

No al sinsentido

Lo que sostiene Daniel es cierto. Quienes alguna vez hemos sido o somos investigadores rechazamos instintivamente el sinsentido, lo inexplicable. O lo ubicamos en la categoría de aquello que, algún día, en el futuro, tendrá su sentido, su lógica, para que hoy moleste menos en nuestras construcciones teóricas sólidas.
Preferimos creer que todo debe tener una intención, y aunque adoptar un lenguaje científico ortodoxo nos impida expresarlo de este modo, pensamos, por ejemplo a cada organela o a cada estructura celular como si hubieran sido precisamente diseñadas para llevar a cabo su función con la máxima eficiencia posible.
Los pronunciados pliegues de la membrana interna mitocondrial parecen estar allí para llevar el rendimiento de la cadena respiratoria que transcurre en su seno al máximo. El pequeño espacio intermembrana parece hábilmente dispuesto para ser colmado por la cadena respiratoria de oportunos protones que le permiten a la enzima sintetizadora de ATP acumular ingentes cantidades de energía en un compartimiento separado y más interno, la matriz mitocondrial. En suma, todas las membranas y los espacios acuosos que conforman la mitocondria parecen tener la composición justa y la disposición perfecta para que procesos metabólicos extremadamente complejos como la oxidación de ácidos grasos y la respiración celular tengan lugar allí.
Sin embargo, nos molestó haber hallado dentro de esta organela un pequeño ADN circular, una maquinaria completa de transcripción y otra de traducción. Y nos molestó simplemente porque descubrimos que todo ello sólo sirve para producir un escaso número de las numerosas proteínas que hacen falta en la mitocondria (en algunos casos ni siquiera proteínas enteras sino partes de ellas). De manera que la extraña condición biosintética se queda en una -a todas luces- insuficiente “semi-autonomía” del resto de la célula. A esto, que nos pareció una burda imperfección de diseño, algunos trataron de otorgarle, a pesar de todo, algún sentido, un sentido de tipo evolutivo, con la hipótesis de la simbiogénesis.
El pensamiento del “como si”, que tan bien describió Daniel, se nos impone sin quererlo, aunque mientras admiremos el perfecto diseño de un aparato mitótico aparezcan, como molestas moscas revoloteando, dos pares de centríolos todavía inexplicables.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

sábado, 10 de mayo de 2008

Uniones celulares: otro vistazo al reino de la complejidad.

¡Qué lejos que han quedado los tiempos en que se creía que las células de un tejido estaban simplemente “pegadas” entre sí por una especie de cemento adhesivo informe y parejo! ¡Qué tranquilos tiempos en los que la complejidad se intuía encerrada por una membrana plasmática! Los reductos de la sencillez molecular se han agotado. Es absurdo calificar de sencillo o de complejo ningún componente molecular, ni aún en forma relativa.
Las células exhiben un variado muestrario de complejas conexiones multiproteicas entre ellas y con la matriz extracelular. Una simple hilera de células epiteliales intestinales es una obra maestra de ingeniería, una serie de “casillas” donde todo fue tenido en cuenta: el sostén de cada unidad con su forma apropiada, la ajustada e impermeable unión entre ellas, las “puertas” que las comunican. ¿Podemos decir, frente a esta obra, al menos que las uniones adhesivas son más sencillas que los desmosomas? ¿O los hemidesmosomas más que los desmosomas? No, de ninguna manera. Sólo podemos afirmar que, aún manteniendo algunos patrones de diseño generales, son completamente elaborados (y diferentes) en estructura y función. ¿Y si comparamos diferentes tipos de células? ¿Son más complejos los múltiples “remaches” que anclan los tejidos animales que las paredes que adhieren completamente entre sí las células vegetales? Nadie podría decirlo. En los primeros se ensamblan intrincadamente varias proteínas de adhesión, filamentos de citoesqueleto y fibras proteicas extracelulares. En las segundas, capas sucesivas de diferentes polisacáridos se disponen sólida y exquisitamente en ángulos fijos, como en un perfecto tejido.
¿Y qué decir si observamos las uniones inestables, anclajes transitorios que permiten a ciertas células migrar abriéndose paso entre otras células y el hiper-complejo y preciso entramado de la matriz extracelular? Este tipo de uniones, llamadas contactos focales, no son menos complejas por ser transitorias. Más bien al contrario. Su establecimiento requiere que, previamente, la célula que se moviliza y el elemento de la matriz extracelular al cual se anclará se reconozcan por medio de otro tipo de unión momentánea y que luego la célula migrante emita un “pié” (pseudópodo) en el cual surgirá el contacto focal. Después, vendrá la contracción de todo el citoplasma que hará que la célula avance un paso hacia adelante. Y en todos estos pasos participan decenas de proteínas distintas ¿Tiene sentido entonces seguir planteando, como se hace en evolución, que lo complejo debe derivar de lo simple? Sólo si lo simple lo ubicamos en un pasado remoto y desconocido, porque hoy, al menos en el ámbito molecular, lo simple no existe.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

viernes, 9 de mayo de 2008

Penrose contra Dennet: un platónico en la era de las computadoras


He empezado a "degustar" un libro que es un verdadero placer para los paladares científicos y filosóficos. Se trata de Las sombras de la mente. Su autor es Roger Penrose, un físico y matemático famoso por las aportaciones que hizo, junto a Stephen Hawking, al desarrollo de la teoría de los agujeros negros.
Hace tiempo que, además de ocuparse de las llamadas Teorías de Todo, de las cuales la de las Supercuerdas es hoy en día sólo un ejemplo, Penrose se ha puesto a especular acerca de la conciencia humana, discutiendo contra quienes la reducen a una propiedad emergente de procesos computables que ocurren a nivel cerebral.
¿Qué tiene esto que ver con la Biología Molecular? Mucho. Y no sólo con ella, sino con la Biología en general.
Consideremos, por ejemplo, los trabajos de Daniel Dennet. Dennet ha trabajado sobre dos temas: una defensa de la teoría de la evolución en su versión ultradarwinista, y una defensa de la idea de la mente como un conjunto de procesos reproductibles a través del trabajo algorítmico de combinación de signos de una computadora suficientemente compleja.
¿Qué tienen que ver ambas cuestiones? La respuesta está en los textos de Richard Dawkins. Para Dawkins el cerebro humano es una de las tantas partes de unas complejas maquinarias que obedecen a las leyes corrientes de la física y de la química clásicas, y que son creadas y utilizadas por los genes egoístas para asegurar su propia replicación.
¿Qué tiene de interesante el libro de Penrose? En primer lugar, Penrose sostiene que, aun cuando se trate de procesos deterministas, nuestros pensamientos concientes no son computables, es decir, no podrían ser imitados por una máquina que funcionara con reglas de tipo algorítmico dentro de los estrechos márgenes de lo que es materialmente posible de acuerdo con las concepciones habituales acerca del funcionamiento de la realidad. Para Penrose, en esta manera no algorítmica de alcanzar la verdad están involucrados procesos cuánticos que se amplifican más allá de los límites aceptados habitualmente por la mecánica cuántica en su versión tradicional.
¿Y dónde aparece aquí la Biología Molecular? Ocurre que hay un biólogo llamado Stuart Hameroff, que ha salido, repentinamente, en apoyo de las ideas que Penrose había apenas esbozado en su obra anterior, La nueva mente del emperador, tratando de probar que tal aparición de efectos cuánticos a nivel macromolecular tienen lugar en las estructuras que son las verdaderas portadoras de información en las neuronas, pero que además están omnipresentes en todos los organismos eucariontes, incluso en aquellos que pertenecen al nivel unicelular. Nos referimos a los microtúbulos, esos de los que, casualmente, Mirta hablaba como de verdaderas moléculas "altruistas", que contribuyen a los más diversos procesos intra y extracelulares "sin pedir nada a cambio".
Quizás lo más sorprendente del texto sea que, sin escapar a los límites de lo que llamaríamos una concepción "estrictamente científica" de la realidad, Penrose concluye no sólo que existe cognición a nivel celular (hipótesis también sostenida antes por Margulis), sino que, al menos en el caso del cerebro, la conciencia nos pone en contacto con un reino de verdades eternas que sólo podemos identificar con el Mundo Inteligible de Platón, un mundo del cual, mal que les pese a los positivistas del más diverso estilo, los matemáticos como Penrose nunca se han sentido completamente desterrados.
Como no creo en las casualidades (hacerlo no sería nada científico), pienso que una teoría cuántica de la mente sumada a una teoría cuántica de la evolución biológica, como aquella que hemos comentado en otros artículos, pueden conducirnos a construir poco a poco una alternativa frente al ultradarwinismo-computacionismo de Dennet sin caer más allá de los límites de lo que la tradición nos obliga a aceptar como "conocimiento científico".
Construir tal alternativa en compañía de una figura prestigiosa en el campo de la física y la matemática como lo es Roger Penrose no nos viene mal desde el punto de vista del omnipresente "principio de autoridad".
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

Damos la bienvenida a Norberto Álvarez Debans, publicista con inquietudes filosóficas

El artículo más reciente de nuestro blog es de la autoría de un publicista de larga trayectoria que ha sabido reflexionar filosóficamente sobre su oficio, y que nos habla de un sentido no habitual de la palabra "evolución", que Marx fue el primero en considerar: ¿existe una esencia humana genéticamente determinada, o el ser del hombre depende de su relación con el entorno mediada por el trabajo, ese trabajo que ha creado una segunda naturaleza, la tecnológica, que se transmite por una vía no genética a través de las generaciones?
Si la noción de genotipo extendido de Dawkins fuera aceptada, este planteamiento de una evolución hacia un homo technologicus implicaría que nuestro comportamiento humano es fruto de selecciones naturales sobre variaciones genéticas, y no, realmente, de una influencia retroactiva del entorno cultural sobre nuestro modo de ser y de obrar. Pero nosotros rechazamos los esquemas lineales, que sólo podían aceptarse en la época del dogma, y estamos obligados, por la propia evidencia empírica, a aceptar que la tecnología nos determina del mismo modo en que nosotros la determinamos a ella.
¡Bienvenido, Norberto, y gracias por la ampliación del concepto de "vida" que aporta tu artículo!
Daniel Omar Stchigel

jueves, 8 de mayo de 2008

Transformación del Homo Technologicus, desde una perspectiva publicitaria.

La comunicación publicitaria se ubica hoy entre las ciencias sensoriales y de la percepción. Conceptos que dejan claro que es el aparato sensorio del hombre el que percibe diferentes estimulaciones desde diferentes soportes mediáticos que ingresan en su percepción, transmisión e integración de estímulos sensoriales, elaborados inicialmente como mensajes impactantes sobre productos, marcas y packaging.
La sola recepción de publicidad pude cambiar el estado de ánimo de los receptores, hacerlos pasar de una etapa de racionalización de ideas-símbolos recibidos, a una conceptualización de éstos, para finalmente caer en un estado racional de rechazo, o de emotivo de deseo y apetencia, al querer tener, ya, el objeto mercancía publicitado.
Este estado repetido de recibir estímulos sobre mercancías desde los medios, y advertir que los necesita y desea poseerlos, crea una movilización de conciencia y un continuo archivo de marcas en su mente, junto con el diseño de las mismas, figura, forma y colores, es decir isologotipos. Podemos destacar, a través de encuestas, que hay quienes recuerdan más de cien marcas seleccionadas como preferidas y muchas competitivas, y sus atributos, permaneciendo grabados a fuego en su memoria.
Esta base de datos personal, íntima, altamente significada, construida en base al proceso de percepción e integración de estímulos sensoriales desde la publicidad, le permite al destinatario clasificar los objetos-mercancías marcados por categorías de valor sígnico y monetario, asignándoles un índice de deseo y quizás una decisión en el tiempo, sobre la posibilidad de poseerlos.
Este proceso es posible porque el publicitario contemporáneo puede dar un paso más, al adoptar teorías sensoriales por sobre las teorías tradicionales de hacer publicidad solo audiovisual. Puede clasificar sensorialmente cada producto a publicitar y analizar los diferentes sistemas técnicos de comunicación y su complementariedad a través de la unión adecuada entre ellos, para elaborar creativamente y transmitir estratégicamente los mensajes multisensoriales.
La efectividad buscada por la publicidad implica el logro final de un fuerte anclaje del producto en la mente del destinatario, pasar de la memoria del corto plazo a la memoria del largo plazo. Sabemos que el mundo actual es un producto de la razón humana, y la comunicación publicitaria es la principal actora en la difusión sobre disponibilidades de nuevos productos, objetos y herramientas tecnológicas, exponiendo mensajes en los medios con un fuerte impulso, llegando a saturar a las audiencias.
Mi preocupación es el cambio de concientización del ser que recepcionaba desde su sistema perceptivo mensajes tibios, solo audiovisuales, a la comunicación o información publicitaria recibida desde mensajes polisensoriales, integración con alto impacto perceptivo, sin autocrítica de los publicitarios y los medios, demasiado frecuente a nivel de polución y saturación de sentidos, casi como una toxina mediática.
¿Este bombardeo diario de ideas creativas y seductoras sobre objetos, y el difundir ofertas sobre nuevos recursos tecnológicos, significará algo en la evolución del hombre y su descendencia? Esta dependencia informática con los medios, conformada por información repetitiva sobre productos, con memoria de cada impacto y su archivo sensorial en el cerebro ¿cambiará su esencia?
El hombre pasó desde una esquematización en el tiempo y el espacio, que fue evolucionando en cuanto a la recepción de mensajes desde el trazo en la arena, en tablas de arcilla, en las piedras, en las cavernas, en graffiti en las paredes, saltando a los medios tradicionales, los carteles, la gráfica, la radio, y hasta llegar a la televisión. ¿Este hombre es el mismo que hoy se desenvuelve en tres dimensiones, saltando de una a la otra; del mundo físico, al virtual y al imaginario altamente sensorio? Nuevos diseños, nuevos gustos, nuevos fragancias, nuevas texturas, nuevos sonidos, etc. se le imponen.
Este homo technologicus parece ser muy diferente al tradicional homo sapiens sapiens. Puede haber nacido en una probeta, se maneja con medios virtuales, con el idioma del hiper texto, encuentra su pareja en Internet, vive en casas inteligentes, se comunica a través de fibra óptica o satelital, se traslada a miles de kilómetros en horas, puede conducir un auto a energía solar, escucha el sonido de la estrellas, escapa a la gravedad, puede salir de la Tierra, alcanzar la Luna u otro planeta o una base espacial, visitarla, cambiarle una pieza y regresar, sintiendo en su cuerpo alteraciones por la ingravidez durante varios días. ¿Es el mismo que pintaba las cavernas o leía las tablas de arcilla mesopotámica, o construía las pirámides?
Este ser, este consumidor y usuario de productos tecnológicos diversos, ha adaptado su cuerpo a ellos, ha mudado de piel, recibe transplantes, se le injertan chips, ideas sobre la nueva naturaleza, marcapasos, que regulan su corazón, su forma de alimentarse, nuevas drogas para medicarse, para hacer sexo, son atravesados no solo por los neutrinos, sino por ondas eléctro-magnéticas, por microondas, y procura ser feliz. ¿Qué ocurre con su cerebro, hay una superioridad cognoscitiva, hay transformación antropológica? ¿El logos tradicional del hombre ha evolucionado?
Riccardo Campa nos dice: "La transformación antropológica se realizaría por transplante de ideas como sucede por los transplantes de órganos haciendo vana la identidad individual e intentando vencer las asperezas del tiempo (…)".
¿Puede la comunicación publicitaria, desde el implante de sus pulsiones imaginarias, fantásticas, transplantar idea pegadas al deseo y apetencia de objetos, cambiar las expectativas del hombre?
Basta observar hoy a los niños de 6 a 7 años, cómo han evolucionado en el uso de recursos; Adictos a “mamá televisión” que los educa sin exigirles nada, se comunican con el celular, manejan la computadora con gran destreza, identifican íconos de los programas aún sin saber leer, usan los CD que reconocen por la ilustración o formato de texto, identifican y memorizan las pistas que les interesan, usan el DVD, seleccionan su contenido, tienen su WebBlog tales que, si bien las administran sus padres, ellos son los que crean los contenidos, los dibujos que van a subir y el texto para comunicarse con sus amiguitos, que a su vez saben cómo encontrar el Blog en la maraña de Internet.
Las mentes nóveles de estos jóvenes homo technologicus, han cambiado respecto de las de sus predecesores. Hay un nuevo orden técnico, una nueva alteridad dentro de la nueva naturleza artificializada que habitan, su cuerpo se ha adaptado al uso y atributos de la profusa mercancía técnica disponible en el mercado global.
¿Es posible que a partir de la difusión y el uso de las técnicas actuales se haya desarrollado una nueva unidad evolutiva, el homo technologicus?
Copyright Norberto Álvarez Debans. Derechos reservados.

El reduccionismo como el mayor peligro de la biología actual

En teoría, la biología debe lidiar con múltiples niveles de organización a la vez: el molecular, el celular, el tisular, el de órgano, el del organismo individual, el poblacional y hasta el de la comunidad. (Recomiendo leer al respecto el artículo de Daniel que discute si la evolución transcurre o no en esos diferentes niveles).
Sin embargo, actualmente se ha impuesto la biología molecular, y con ella una visión que pretende cubrir completamente el espectro biológico empleando casi exclusivamente sus propios métodos de análisis, que son justamente los que más han progresado en las últimas décadas. Y este proceder, valga como autocrítica, no parece llevar más que a conclusiones del mismo nivel, el molecular.
Recuerdo una anécdota de mis épocas de estudiante universitaria. Ante la pregunta de cómo el funcionamiento renal permitía la homeostasis iónica en el plasma sanguíneo mediante la variación de la composición iónica de la orina, describí los mecanismos de transporte de iones presentes en las membranas de una célula de los túbulos renales y entregué confiadamente mi examen. La lección la recibí cuando me fue devuelto con un inexplicable - para mí- aplazo. La profesora de fisiología me dijo entonces (y nunca lo olvidé): ¿Así que una rata tiene una única célula renal?
Hoy las ciencias biológicas suponen que puede entenderse la hiper-compleja situación de preñez en términos de interacciones entre moléculas de origen fetal y moléculas de origen materno (trabajo al que Daniel aludió en “Los hijos contra sus padres”). O explicar patologías neurodegenerativas hallando mutaciones en el ADN (enfermedad de Hungtington, por ejemplo) o alteraciones proteicas (Alzheimer, Parkinson). ¿No está tan lejos de mi enfoque reduccionista de estudiante, verdad?
Aunque sepamos que cada nivel de organización posee propiedades emergentes que aportan una mayor complejidad respecto al nivel inmediatamente inferior, cuando explicamos una enfermedad del individuo sólo en términos moleculares o celulares o, cuanto mucho, tisulares, no lo tenemos realmente en cuenta. Muchos dirán -diremos- que ya es bastante complicado entender este nivel. Y sí, es así, pero ¿será suficiente?
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

miércoles, 7 de mayo de 2008

De nuevo sobre el estilo de Dawkins

Mirta se ha tomado el trabajo de hacer unas encuestas para tratar de obtener alguna información acerca del pensamiento de quienes leen este sitio, ya que suelen ser demasiado tímidos para hacer comentarios a nuestros artículos (salvo agradables excepciones).
Sé que no poder estar seguros de que el comentario sea aceptado puede amedrentar, pero sólo suprimimos comentarios que resultan ofensivos o que contienen localismos cuyo sentido desconocemos pero que, por el contexto, suenan muy mal. A pesar de que este sitio está en castellano, el idioma que manejamos tiene múltiples formas locales, y eso nos ha llevado a optar por lo que suele llamarse un "español neutro", siguiendo las ideas universalistas de Jorge Luis Borges.
Pero, volviendo a las encuestas, y considerando la información que muchas veces se acercan a buscar nuestros lectores, me doy cuenta de que queda un gran trabajo por hacer en el camino de la Epistemología de la Biología. Un trabajo que se parece a lo que podríamos calificar como "tareas inútiles", y que son las que mejor definen las características de nuestra especie. Tareas inútiles como la de pensar por el sólo placer de hacerlo, pensar para distanciarnos de la realidad, que nos apabulla con su superficie brillante que deslumbra, pensar para no dejarnos embaucar por los biólogos mediáticos como Dawkins, cuyos libros, sumamente entretenidos, toman rarezas interesantes de donde sea, las unen con hilos flojos pero agradables, y nos dejan, al final de su lectura, un vacío de rebordes suaves, reamente agradable, pero poco alimenticio para el alma.
Consideremos, por ejemplo, la obra Escalando el Monte Improbable, a la cual ya hice referencia en otros artículos de este blog. En una parte de la obra, Dawkins toma una serie de investigaciones hechas por David Raup acerca de la forma de los caracoles, muestra que puede establecerse un espacio de formas posibles, y señala que el hecho de que las caparazones de los caracoles no sean sistemas de protección les ha permitido transgredir ciertos límites evolutivamente "prohibidos". También nos dice Dawkins que él ha elaborado un programa de computadora basado en El Relojero Ciego, extensión a la cual dió el nombre de El Caracolero Ciego, lo cual le ha permitido mejorar la representación de formas posibles de Raup, etc.
De esta manera Dawkins no tiene problemas en admitir que pueda haber formas que carecen de función adaptativa, que esas formas siguen ciertos patrones que pueden graficarse en un espacio de formas posibles, y que, consecuentemente, hay orden gratuito en la Naturaleza (o sea, que existen las "enjutas" de las que hablaba Gould). Claro que antes había realizado un alegato ultradarwinista y había criticado a aquellos que, por "detalles" como éstos, pretender ir más allá de las ideas sacrosantas del Maestro. Después continúa con las curiosas simetrías del reino animal y habla de la simplicidad de un programa genético que repite patrones sin necesidad de extender la información mínima necesaria para la supervivencia de la especie, con lo cual reduce a economía una cuestión que otros verían en términos de armonía y mesura.
Lo cierto es que el "cubo de Raup" nada tiene que ver con la teoría de la evolución. Tampoco El Caracolero Ciego. Ni siquiera El Relojero Ciego. El espacio de Raup y los artilugios computacionales de Dawkins no presentan procesos que transcurren en el tiempo. En ningún caso las formas obtenidas de las variaciones de los parámetros iniciales coinciden con la dirección de la evolución según los registros paleontológicos, ni tienen que ver con ventajas adaptativas. Sostener lo contrario es confundir la estructura atemporal del mundo de las ideas de Platón con la cronología de las visiones del mundo de La decadencia de Occidente de Spengler.
Las formas posibles son formas co-existentes, como las nubes de probabilidad de la mecánica cuántica indican las posiciones en que puede encontrarse un electrón dentro del átomo en cualquier instante del tiempo.
Abran los ojos, estimados lectores, no se dejen engañar por quienes creen que la filosofía nada aporta a la Ciencia. La Ciencia nació de la Filosofía y sigue teniendo en ella sus raíces. Cuando un paradigma entra en decadencia, el científico busca desesperadamente a un filósofo que lo ayude. Si no lo encuentra, deberá hacerse él mismo filósofo. Pero que no se le ocurra buscar la ayuda de un vendedor de vidrios de colores, que deslumbra pero no instruye.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

martes, 6 de mayo de 2008

Limitaciones de la evolución cuántica


La teoría cuántica tiene una característica tentadora para un biólogo: explica los fenómenos estadísticos mediante de la idea de la existencia de un umbral a partir del cual los estados superpuestos posibles decantan en una realidad macroscópica definida.
Tentadora, digo, porque esto elimina el azar como concepto central en las estadísticas, y reestablece un logos, un sentido racional, para los procesos aparentemente caóticos, esos que Gould comparaba con "el paseo del borracho".
De todos modos, si es una dirección viable para la explicación de la microevolución de las bacterias en situaciones de estrés, eso no significa que el enfoque cuántico explique todo proceso de tipo evolutivo.
La cuestión es simple: la configuración de un organismo viviente en un momento dado es una de sus configuraciones posibles. Eso implica, por ejemplo, que una replicación de ADN puede decantar en un sentido distinto al habitual cambiando cierta molécula por otra que se encuentre en el medio interno del organismo viviente, o que el propio organismo pueda producir en el momento en que está sufriendo un cambio de configuración global. Incluso podríamos pensar la superposición de sus estados posibles como una "información" que es expresable o no en función de ciertas condiciones del entorno.
Pero cambios más radicales, como la aparición de nuevos genes reguladores, obligarían a pensar, por ejemplo, que entre los estados posibles de una bacteria está el ser un trilobite, o una ballena azul. No digo que esto no sea posible. Incluso la teoría de la canalización ontogenética, heredera de la concepción de la evolución por adición terminal (por agregado de nuevas etapas de desarrollo ontogenético) lograría, mediante la recurrencia a la teoría cuántica de la evolución, una fundamentación física que le vendría muy bien para hacer aceptable un cierto "sentido" en el proceso evolutivo que trascienda el azar de las mutaciones aleatorias.
De todos modos, y siguiendo nuestra idea de "conservadurismo necesario", creo que sólo podría dirimir la cuestión un equipo interdisciplinario de físicos, químicos y biólogos. Habría que avanzar en el estudio, paso a paso, de la superposición de estados que debería estar detrás de una vida que ha adquirido las configuraciones conocidas a lo largo del proceso de recambio constante que han sufrido las especies en nuestro planeta.
Lo primero, creo, para avanzar en una teoría cuántica de la evolución, es revisar el modo en que Pauling elaboró la gran, aunque poco apreciada, unificación entre la física cuántica, por un lado, y la tradicional química de "valencias y afinidades", por el otro.
El uso que hizo Pauling de las nubes de probabilidad para eliminar la posibilidad de amplificación de efectos cuánticos a nivel molecular ha sido puesta en duda en algún momento, si bien fue definido como un medio útil para evitar conflictos entre la "surrealista" no-localidad de los fenómenos cuánticos y la "clásica belleza" de los enlaces moleculares en función de relaciones de afinidad entre elementos químicos.
Quizás, como piensa Roger Penrose, existan situaciones en las que esas extrañas propiedades se amplifican, y un caso podría ser el de lo que llamamos "vida".
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

domingo, 4 de mayo de 2008

Transgenicidad, ¿una creación humana?

Quiero aclarar algunos puntos acerca de los organismos transgénicos, tema que ha tocado tangencialmente Daniel en el artículo en el que ironiza acerca de las consecuencias que tiene en nuestro país, Argentina, el patentamiento (como si fueran obras artísticas) de las variedades transgénicas de la soja.
La gente común, que poco o nada sabe de estas lides, vé a los organismos transgénicos como construcciones artificiales, seres con propiedades sobrenaturales fabricados en laboratorios para desbancar a la larga a los pobres seres vivos naturales. La atribución de este carácter alejado de lo natural a “los transgénicos” deriva de ignorar en qué consiste realmente la transgenicidad.
Si, mediante técnicas de ADN recombinante se introduce de forma permanente un gen de otra especie en el genoma de una célula, la célula se cultiva in vitro de manera que se multiplique y el gen logra expresarse correctamente, se tendrá una línea celular “recombinante”, o sea un clon de células modificadas pero idénticas entre sí que producirán una proteína nueva, extraña para ellas. Si la célula alterada in vitro resulta ser un ovocito animal fecundado (un cigoto), se implanta en el útero de una hembra de esa especie y prospera, entonces nacerá un animal transgénico, perfectamente normal en todas sus características excepto que portador de un gen de una especie extraña en todas sus células, ya que todas derivan del cigoto inicial. Si se logra que ese gen ajeno se exprese en el tejido correcto, la manipulación genética habrá logrado otorgarle al animal alguna propiedad artificial, aunque siempre puntual. Si bien oímos hablar de ganado transgénico que en su leche secreta alguna proteína humana con aplicación terapéutica, estamos más familiarizados con los cultivos transgénicos. Las plantas transgénicas adquieren resistencia a un herbicida, a un insecticida o mayor tolerancia a situaciones de estrés. Es simplemente eso. Bueno, tal vez no corresponda hablar aquí de “simpleza”, pero por cierto también es exagerado hablar de criaturas artificiales “armadas” por ingeniería genética.
No niego los grandes desequilibrios ecológicos que pueden causar al competir “deslealmente” (gracias a sus propiedades de especial resistencia) con las variedades no mejoradas. Pero los “transgénicos” están hechos de las mismas biomoléculas, agua y minerales que nosotros. Al comerlos lo único que puede afectarnos es que estén rociados con sustancias químicas tóxicas que a ellos no los afectaron y que a nosotros sí lo harán. No les tengamos tanta aprensión. No son más que la forma tecnológicamente moderna de los cultivos y ganado otrora seleccionados por cruzas dirigidas.
Sr lector: ¿cambia esto que ha leído su idea previa acerca de los transgénicos? Opine, opine.
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

Altruísmo molecular: he aquí el citoesqueleto

Repasando los artículos de Daniel percibo su constante preocupación por refutar el tan mentado “egoísmo a la Dawkins” en el orden biológico. No obstante, no es nada difícil encontrar ejemplos de colaboración en el mundo de las moléculas y estructuras subcelulares biológicas. Es más, uno podría citar muchos de ellos.
Refirámonos específicamente a una maravillosa y dinámica estructura, extendida a lo ancho y a lo largo de toda célula eucariota: el citoesqueleto. No se podrían enumerar las múltiples funciones del citoesqueleto prescindiendo de la mención de prácticamente todas las otras estructuras celulares. Sin miedo a exagerar, el citoesqueleto no tiene ninguna función propia, exclusiva. Toda su enorme funcionalidad descansa sobre la interacción colaborativa con organelas, con moléculas, con complejos moleculares que no forman parte de él.
El citoesqueleto ubica a las organelas en los sitios donde son más eficientes en su funcionamiento y hasta las reubican si es necesario. Reparte los complejos moleculares que llevan las copias de la información genética -los cromosomas- entre las dos células hijas durante la división celular. Transporta grupos de moléculas empaquetadas dentro de vesículas. Refuerza tejidos anclando sus células entre sí y a componentes de la matriz extracelular. El citoesqueleto permite respuestas fisiológicas tisulares complejas -como la inflamación- al posibilitar la migración de algunos tipos celulares. El citoesqueleto colabora con una proteína contráctil -la miosina-para posibilitar la contractilidad muscular. Sostiene al núcleo. Hasta permite que un embrión vaya modelándose. Y la interminable lista sigue... Es como “la Tía Tula” para la célula (quienes hayan leído el libro de Unamuno evocarán ese maravilloso personaje que sólo vivía la vida de los demás).
Mal llamado está el citoesqueleto si pensamos en su extraordinaria plasticidad, pero perfectamente llamado está si atendemos a su función de sostén de tantas actividades biológicas.
Supongo que, como único ejemplo, éste es lo suficientemente contundente como para preocuparse menos por el supuesto egoísmo de los genes y empezar a reflexionar acerca de la, mucho más evidente, colaboración de todas las estructuras a nivel molecular para sostener la vida. ¿No te parece, Daniel? ¿Y usted, lector, qué opina?
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

viernes, 2 de mayo de 2008

La evolución cuántica y el concepto de "multiverso"


Quizás lo más criticable de la idea de "evolu-
ción cuántica" sea la interpreta-
ción que utiliza para dar cuenta del origen de la vida: la de Everett III. Como en "el jardín de los senderos que se bifurcan" de Jorge Luis Borges, para Everett III el Universo se bifurca cada vez que "decide" entre estados posibles. Esto hace que se ramifique continuamente, con lo cual todas las posibilidades (por ejemplo, que el "gato de Schrödinger" esté vivo o que esté muerto, para aludir a una vieja paradoja suscitada por la amplificación a niveles clásicos de la idea de "superposición de estados") están "actualmente" realizadas en universos paralelos alternativos.
Este modelo tiene la intención de explicarnos por qué, de todas las posibilidades permitidas por las leyes de la naturaleza, sólo una se ha realizado, aquella en la que estamos nosotros para hacernos esta pregunta. La respuesta es que se trata del único, entre los infinitos mundos que se crean por bifurcaciones sucesivas, en el cual hemos hecho esta pregunta, de esta manera, en este blog, etc., etc. No se diferencia, en cierto sentido, del modelo antrópico en su versión más débil: si el Universo no fuera éste en el que vivimos, no estaríamos aquí para contarlo.
Mc Fadden plantea que, dada la ínfima posibilidad de que la vida surja en alguno de los mundos posibles, ella "debe" haber surgido en alguno de ellos. Eso directamente hace inútil seguir indagando sobre esta posibilidad.
Un planteo así tiene extrañas consecuencias. Por ejemplo, si es físicamente posible (es decir, cuánticamente posible) la existencia de Dios, Dios existe en algún mundo, aunque puede que no en el nuestro. También los marcianos existen. Y Caperucita Roja. Y ¿por qué no? en el mismo mundo en el que existe el Lobo (un lobo que habla no es cuánticamente imposible). Y así podríamos seguir jugando con estas ideas. Pero hay un problema: cada universo debe ser coherente consigo mismo. Es decir, por alguna razón (y esa razón no ha sido dada), es en el mismo mundo en el que no hay lobos que hablan, en el que una vida improbable ha surgido al menos en un planeta, pero sin cobrar todas las formas y estados que físicamente (cuánticamente) podría haber cobrado. La respuesta de Everett podría ser, de todos modos, que hay infinitos mundos en que la vida existe y existimos nosotros y también lobos que hablan y una tal Caperucita Roja. Pero eso no nos dice por qué estamos nosotros en este mundo, y no en esos otros, ahora. ¿Puedo yo estar en varios de esos mundos a la vez? Cuánticamente es posible, debe, entonces, ser real, pero eso implicaría que yo, ahora, debería estar viviendo, simultáneamente, en esos otros mundos, y tal cosa no ocurre.
El mismo mundo en el que es poco probable que haya surgido la vida, la vida ha surgido. Explicar no es enlazar un mundo con otros, sino enlazar por leyes los acontecimientos de un mundo con los acontecimientos de ese mismo mundo que le sirvieron de precedentes. Es más lógica la vida en un mundo en que la vida haya existido siempre (un mundo que es, cuánticamente, un mundo posible). Y sin embargo, el mundo en el que estamos es uno en el que la vida, según las evidencias actuales, no ha existido siempre. Y aunque las leyes físicas nos dicen que un sistema evoluciona necesariamente hacia estados más estables, el surgimiento de la vida nos enseña lo contrario. No se resuelve el problema del origen de la vida, entonces, diciendo que habiendo infinitos mundos distintos, en alguno de ellos "debe" presentarse la vida. Se trata del mismo argumento que Mc Fadden rechaza cuando se enuncia en términos de "combinaciones al azar" sumadas a "un tiempo suficiente". Mc Fadden sólo ha sustituido el tiempo por el espacio, las combinaciones posibles por los Universos posibles. Eso no le quita nada de su fuerza, por otra parte, a su argumentación acerca del posible origen cuántico de las mutaciones beneficiosas en bacterias, con el cual nos mostramos de acuerdo.
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