jueves, 13 de marzo de 2008

El costo de mantenernos vivos



Todos sabemos que vivir cuesta. Que la vida es una permanente inversión: inversión de esfuerzo, inversión de tiempo, inversión de dinero. Tener una familia, una inserción social y un proyecto de vida no son logros gratuitos. Tampoco lo es mantener nuestro cuerpo funcionando más o menos correctamente. Para mantenernos sanos y activos nuestro organismo necesita un suministro permanente de alimentos, de oxígeno para respirar y también ciertos cuidados preventivos cuando las enfermedades acechan. Cada una de nuestras células recibe los nutrientes que les provee nuestra dieta, los degrada, utilizando para ello el oxígeno proveniente de nuestra respiración, y con la energía que obtiene de ese proceso realiza todos los procesos de transporte y de movimiento necesarios para mantenerse viva, elabora los materiales para su crecimiento, y eventualmente se reproduce dividiéndose en dos.
Sin embargo, eso no es todo. Cada una de nuestras células debe hacer, además de todo ello, un trabajo permanente mucho más arduo y más costoso. Este trabajo consiste en la regulación precisa de su ciclo de vida, el denominado “ciclo celular”. Este ciclo es una sucesión de etapas en las que la célula primero debe crecer y realizar el “trabajo biológico” para el que está destinado el tejido en el que la célula participa, y eventualmente luego podrá duplicar su información genética y finalmente dividirse. Aunque cumplir gradualmente éstas etapas parezca ser el curso espontáneo de la vida de una célula, lo cierto es que no lo es. Si el ciclo celular no se regulara especialmente, si no se invirtiera una gran cantidad de energía con ese objetivo, cualquier célula simplemente “se olvidaría” de desarrollarse y realizar su trabajo en forma disciplinada dentro de su tejido. ¿Qué haría entonces? Podría dedicarse meramente a multiplicarse, dividiéndose una y otra vez sin control. Hasta podría adquirir la capacidad de trasladarse e ir a invadir un sitio ocupado por otro tejido. Claro que sabemos lo que implica esta subversión celular. Es el tan temido tumor localizado que puede progresar hasta el cáncer diseminado. Incluso la célula podría optar por “suicidarse”, camino que sólo requiere que se deje escapar de uno de los compartimientos de la célula - la mitocondria- una proteína que desencadena la muerte celular. En definitiva, nuestras células terminarían en un comportamiento alocado, incompatible con la vida, si nada se los impidiera.
Afortunadamente, en toda célula funciona una complejísima y costosísima red de múltiples maquinarias moleculares “guardianas” que durante todo el ciclo actúan como frenos para evitar que de una etapa se pase a la siguiente sin el debido control de que es el momento justo para hacerlo. El filo de la navaja es escalofriante. Las señales que permiten el cambio de una fase a otra del ciclo celular se producen permanentemente y algunos de estos dispositivos de control deben detectarlas y destruirlas de inmediato y sin descanso mientras no sea recomendable el cambio de etapa. También la señal de muerte celular pugna por salir de la mitocondria, y el dispositivo “guardiacárcel” debe impedírselo si quiere que la vida continúe. Así que el encauce de nuestra vida dentro de márgenes fisiológicos se lo debemos a los delicados mecanismos de homeostasis, que regulan cada suceso que ocurre dentro de una célula. El costo de mantenernos vivos es muy alto.
Figura: Célula de un carcinoma humano durante el proceso de división. (Ilustración de A.M.E. Luccerini. Derechos reservados).
Copyright Mirta E. Grimaldi. Derechos reservados.

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