domingo, 16 de marzo de 2008

¿Es la vida algo más que una química compleja?

El reduccionismo es una concepción muy antigua. Antes de preguntarse por el origen de las especies, los materialistas como Demócrito se habían planteado la inexistencia de una divisoria entre distintos entes en la naturaleza. "Todo es átomos y vacío", decían los materialistas antiguos. Todavía Descartes, excepción hecha de su propia conciencia, seguía trabajando con este concepto. Él pensaba que todos los procesos podían explicarse como resultado de movimientos en torbellino en una materia homogénea que identificaba con el espacio mismo. Newton y Leibniz, en cambio, se vieron obligados a introducir la idea de algo inmaterial, a veces capaz de actuar a distancia, aunque siguiendo pautas totalmente regulares, no caprichosas, cuyo funcionamiento podía expresarse con exactitud mediante fórmulas matemáticas: la fuerza. A partir de ese momento, el materialismo tuvo que resignarse a aceptar que "todo es átomos, vacío, y fuerzas". Newton estudió la fuerza de gravedad, pero fue incapaz de hacer avanzar la química en un sentido similar, más allá de que se afanaba por hacer experimentos de alquimia. Cuando Lavoisier sentó las bases de la química moderna, la manera de entender los enlaces entre los átomos, recientemente redescubiertos, era hablar en términos de "afinidades", es decir, de fuerzas. A principios del siglo XX, cuando surge la embriología experimental, aparece el planteo acerca de la posibilidad o imposibilidad de reducir la vida a una serie de fenómenos químicos. Pero los seres vivientes parecían hacer cosas inexplicables en estos términos. Si se dividía un embrión recién fecundado, surgían dos organismos bien formados. Eso llevó a pensar en la existencia de una finalidad en los procesos vivientes que debía manifestarse físicamente a través de la acción de fuerzas de un nuevo tipo, nunca antes descubiertas (aunque postuladas por la filosofía a un nivel puramente especulativo): las fuerzas formativas. La intención de los embriólogos era la delimitación de un campo específico para la Biología, saber qué tiene un ser viviente que no tenga un cristal, o algún otro ente o proceso natural que pudiera explicarse en términos de las fuerzas químicas de afinidad, que la física había identificado ya con las fuerzas electromagnéticas. Después del surgimiento de la genética y de la bioquímica, ya no se ha vuelto a hablar de fuerzas formativas. Ese concepto se considera metafísico y superado. La biología molecular nos ha demostrado que podemos entender el funcionamiento de los seres vivientes sin recurrir más que a fuerzas físicas y químicas. A lo sumo habla de "cualidades emergentes" que surgen de la "extremada complejidad" de los procesos químicos que tienen lugar en el interior de los organismos vivientes. ¿Significa eso que la vida es solamente una química compleja? La respuesta, creo yo, es simple: , lo es, mientras no consideremos lo que la vida tiene de específicamente viviente. Quiero decir: todo es física, desde la perspectiva del físico. Todo es química, dirá el químico. Pero, cuidado: todo es psicología, nos dirá el psicólogo, para quien el resto de las ciencias son aparatos simbólicos que nos sirven para sublimar y evitar así la angustia que surge de la repetición. Así que, más prudencia a la hora de decir "todo es". También el filósofo tiene su "todo es", cada uno el suyo propio. El del fenomenólogo nos dice: todo es el correlato de las acciones de nuestra propia subjetividad.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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