miércoles, 26 de marzo de 2008

¿Qué es la vida?

Al abordar este tema, no voy a intentar una respuesta, sino que voy a hacerme una pregunta acerca de esta pregunta. ¿Qué se pregunta cuando se pregunta "¿qué es la vida?"? En primer lugar, está lo que sería el significado "vulgar" de la palabra, el del lenguaje corriente. Ese significado no es nada claro, y quizás no exista. Reconocemos a algo cuando lo vemos como "poseedor de vida", y también decimos de ciertas cosas que "parecen estar vivas". Cuando Heráclito proclamó que "el cosmos es un fuego eternamente vivo" parece haber querido decir que está cambiando permanentemente sin dejar de ser fuego. La vida, en el sentido vulgar, tiene que ver con la idea de que la energía que impulsa el cambio viene de aquello mismo que cambia. En ese sentido, lo viviente se opone a lo inerte, a lo que no reacciona al estímulo, a lo que carece de voluntad propia para moverse. Pero visto así el tema, la vida se nos presenta más bien como una metáfora del cambio libre, no forzado, no determinado causalmente. Cuando tiramos un gato por la ventana, no está vivo porque caiga a la misma velocidad que una piedra, movido por la fuerza de la gravedad, sino que está vivo porque patalea en el aire, e incluso logra caer con las cuatro patas sobre el suelo (no a todo ser viviente le pasa lo mismo).
Ahora bien, la Biología toma algunas de esas cosas que se mueven y se pregunta qué es lo que las hace seres vivientes. Es decir, a partir de cierto significado vago de la palabra "vida" que nos hace aplicar este calificativo (que según Margulis debería tomarse como un verbo y no como un adjetivo), se demarca un campo de cosas que están ahí a las que todos acordamos llamar "vivientes", cosas como las plantas, los pájaros, etc.
Después viene el intento filosófico por definir qué es la vida, por encontrar su esencia, algo de lo que Aristóteles se ocupó con mucho esfuerzo, pero siempre girando en torno a la idea de lo animado, de lo que tiene vida propia. Aristóteles dividió lo animado en planta, animal y hombre, según atributos que se van complejizando al subir la escala. Lo común a toda vida está resumido para él en los atributos del alma vegetativa (alma entendida como principio de vida): nutrición, crecimiento y reproducción. A ellos se suma, en los animales, la sensibilidad y el deseo, y en el hombre, el entendimiento.
Finalmente llegamos al surgimiento de la Biología como ciencia, en el siglo XVI, cuando empiezan los primeros experimentos centrados en torno a cuestiones de reproducción y desarrollo, y a las dudas acerca de la hipótesis de la generación espontánea (con Harvey). Aparece la anatomía comparada, método para buscar la unidad de plan de cada reino viviente.
Hoy en día las cosas han cambiado mucho, y se pueden encontrar muchas definiciones acerca de qué es la vida. Sin embargo, no estamos tan lejos de Aristóteles como parece a primera vista. Hablamos, es verdad, de una vida química, que realiza trabajo termodinámico, que saca energía de la materia para hacer gracias a ella nueva materia, que almacena información en el ADN, no sólo en el núcleo, también en las mitocondrias y en los cloroplastos. Encontramos en la célula la unidad mínima de la vida, y seguimos sosteniendo esta idea aunque los virólogos se nieguen a aceptarla. Pero todas estas son especificaciones de aquello mismo que había dicho en su momento Aristóteles: nutrición, crecimiento y reproducción. Porque Aristóteles fue el primero en poner en palabras algo que era "puro sentido común". Y si bien la ciencia es no-sentido común, porque acepta que la Tierra se mueve, porque acepta la relatividad del espacio-tiempo, porque acepta la indeterminación, se apoya, como diría Hegel, en aquello mismo que niega. El sentido común marca la referencia, e, indagando en el referente con nuevos instrumentos, corremos los límites marcados por el sentido común. Pero ninguno de los aspectos puede prescindir del otro.
Por eso la vida es algo que se mueve no sólo por sí mismo, sino también por el movimiento de nuestros conocimientos acerca de ella.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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