lunes, 10 de marzo de 2008

Un conservadurismo necesario

La Biología parece ser la única ciencia que conserva, ampliado, un programa de investigación que ya ha durado más de cien años: el darwinismo. Si bien es cierto que no se trata del darwinismo de Darwin, quien nada sabía de ADN, ARN y proteínas, es notable la persistencia de esta explicación acerca del origen de las especies, que sigue conservando un núcleo rígido que ha sobrevivido a una importante crisis que tuvo lugar a principios del siglo XX, superada por el neodarwinismo de los años cincuenta. El caso reciente de un intento por suprimir la enseñanza del darwinismo en las clases de ciencias naturales de ciertas escuelas de EEUU, o de acompañarlo con el agregado de modelos alternativos, ha hecho popular, sin embargo, la idea de un principio de quiebre en una estructura considerada hasta entonces inconmovible. La presencia, durante el debate, de partidarios de la idea de un diseño inteligente, como Behe, y la mención de la existencia de otras alternativas al modelo ortodoxo, tales como la teoría de los sistemas complejos de Kauffman, o la simbiogénesis de Margulis, ha aumentado todavía más el desconcierto popular después de años de aprender en las escuelas (de un modo claramente vulgarizado e incorrecto) que "el hombre desciende del mono". Una consecuencia ha sido que ciertas universidades españolas aceptaran que se dieran en sus claustros conferencias acerca del diseño inteligente, lo cual ha causado la protesta generalizada de algunos sectores científicos y muchas veces la vuelta atrás con ese proyecto.
Todo este movimiento ha sido tan útil para que el darwinismo no muera por desinterés generalizado, como lo han sido las declaraciones de la Iglesia Católica en contra de quienes proponen acabar con el celibato. También este movimiento ha llevado al surgimiento o resurgimiento de ideas alternativas que proponen modificaciones en los enunciados de las leyes de la física, apelando a un plano astral de fuerzas cósmicas, llamado "contraespacio", que permitiría la creación de átomos "a partir de la nada", así como a la capacidad de las mitocondrias para operar como aceleradores de partículas capaces de transmutar unos elementos químicos puros en otros mediante un proceso de fusión fría. Estoy pensando específicamente en Francesc Fígols, ingeniero formado en la escuela de Rudolf Steiner. Este autor desarrolla una especie de maravilloso sueño coherente en el cual une todas las comunmente llamadas pseudociencias, como la homeopatía, y otras que están en el límite, como la teoría Gaia. Plantea que la vida no tuvo un origen en la Tierra porque la Tierra siempre estuvo viva, que las montañas antiguamente tenían propiedades de fluidez y locomoción, y que así como la Tierra se ha desprendido del Sol como una especie de embrión en formación, ha cobijado formas vivientes embrionarias que se ramificaron lateralmente en especies "cristalizadas", mientras un núcleo central y humano esperaba a que las condiciones fueran las adecuadas para perder su carácter cartilaginoso y adquirir un esqueleto sólido y perfecto, con un encéfalo de máximo potencial, superando a los otros homínidos, que no han sido más que formas degeneradas de lo que iba a venir. Nunca ha habido una posición más contraria a la de Darwin que se basara, sin embargo, en "más o menos" los mismos hechos. No es demasiado extraño que un sueño como este surja en una época de crisis de paradigmas como la que vive la Biología hoy en día. Y digo sueño por contraponerlo a la ciencia oficial como vigilia. No es una idea original. Ya Platón habló de una involución de las especies, y puso al hombre como ápice de la jerarquía viviente. Sólo quiero hacer dos comentarios sobre estas ideas, que he resumido a partir de la lectura del libro Cosmos y Gea.
En primer lugar, exige demasiados cambios en otras ramas de la ciencia para ser aceptada como proyecto de investigación alternativo frente al darwinismo. Por ejemplo, plantea fuerzas que proceden desde la totalidad del cosmos hacia los seres vivientes para darles forma de un modo astrológico. Además, acepta la fusión fría y la creación de materia "a partir de la nada". Esto es inaceptable debido a lo que yo llamaría un "conservadurismo necesario". Se trata de algo simple: si todo está permitido, nada puede ser explicado. La creación y la transmutación de materia nos pone un paso más allá de lo que el propio darwinismo se animaría a aceptar en materia de azar: hasta las propias restricciones físicas y químicas podrían ser superadas por el movimiento de la vida. No pude haber ciencia sin leyes, ni leyes sin restricciones y principios de conservación. En un universo donde un hecho no se puede repetir (aunque sea aproximadamente), nada es un hecho.
En segundo lugar, es interesante que la teoría apele al mismo argumento de Darwin para la inexistencia de una fauna compleja en el Precámbrico: los cuerpos blandos no dejan huellas fósiles. Es por ello que no se han descubierto los hombres en estado cartilaginoso o embrionario que formaban el tronco común a partir del que se decantaron las ramas mineralizadas que dejaron huella.
Todo esto no significa que no existan algunos destellos de ideas de posible desarrollo científico futuro en esta obra encantadora, mezcla de ciencia, magia y ciencia ficción, que yo compararía con Hacedores de estrellas de Olaf Stapledon (novela en la que, por otra parte, hay interesantes anticipos de la teoría de la simbiogénesis).
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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