lunes, 10 de marzo de 2008

¿En qué medida la biotecnología ha conmovido las bases de la biología clásica?

Vivimos en un mundo en el cual ingerimos alimentos provenientes de plantas cuya resistencia y vigor han sido aumentados por vía transgénica, en el que nuestros hijos pueden ser engendrados in vitro -fuera de nuestros cuerpos-, y en que respondemos con todas las armas de nuestro sistema inmune natural a la amenaza artificial y ficticia de una vacuna recombinante. ¿Puede la biología seguir siendo definida como la ciencia que estudia a los seres vivientes en cuanto a sus características y funciones fisiológicas, o- lo que es lo mismo- naturales?
Imagino que la primera respuesta que se nos ocurriría a la mayoría de nosotros es un rotundo no. Las estrategias tecnológicas que emplean procesos y herramientas naturales para crear funciones o caracteres artificiales en plantas, animales y hasta en bacterias, son múltiples y muy comunes hoy en día. Basta mencionar el ya hoy tradicional empleo, en los protocolos de clonación de genes, de plásmidos (estructuras naturales presentes en microorganismos) y de enzimas de restricción (herramientas naturales con las cuales las bacterias destruyen cualquier ácido nucleico que las haya invadido sin permiso). Ésto nos han permitido disponer de levaduras o de células animales en cultivo productoras de proteínas humanas de gran importancia medicinal, como por ejemplo la somatotrofina y la insulina. Este desarrollo biotecnológico nos permitirá disponer de ganado capaz de secretar en su leche proteínas de origen humano.
Pero, ¿acaso esas extrañas manipulaciones tecnológicas, que a primera vista se ven tan artificiales, no cumplen condiciones y no siguen caminos que nunca escapan de los principios biológicos básicos de lo que es fisiológico o normal en cualquier organismo vivo? Un gen humano, pese a transportar información de una proteína perteneciente a la especie humana, si ha de ser expresado por una bacteria, (o sea, si ha de dar lugar a esa proteína en un hospedador extraño), necesitará cumplir las condiciones básicas que toda bacteria le exige a cualquier gen para poder ser reconocido como tal. Es decir, el gen no deberá tener interrupciones en el mensaje y deberá estar flanqueado por zonas de regulación propias de bacterias, no humanas. Una vacuna, por más "recombinante" que sea, aunque sólo conserve una simple proteína de la bacteria a la que debe emular, una vez introducida en el cuerpo humano, deberá seguir los pasos que sigue cualquier microorganismo extraño para ser reconocido por nuestras células de defensa. Además, nuestra respuesta será en principio la misma que si hubiera entrado la bacteria entera, aunque, claro, como tal bacteria está ausente, la "batalla" será fácilmente ganada por el ser humano.
Si nos dejamos llevar por este segundo, fascinante- aunque polémico-, punto de vista, reconoceremos que a la pregunta que dio lugar a esta reflexión: "¿puede la biología seguir siendo definida como la ciencia que estudia a los seres vivientes en cuanto a sus características y funciones fisiológicas, o- lo que es lo mismo- naturales?" podemos también contestar que sí. Entonces habremos reconocido que es el campo de la biología clásica, el que, con sus reglas y principios, ha sufrido en las últimas décadas una enorme expansión, hasta invadir terrenos tecnológicos, farmacológicos y médicos.
Copyright Mirta Elena Grimaldi. Derechos reservados.

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