lunes, 24 de marzo de 2008

El velo de Maya

Hay demasiado antropomorfismo en nuestra visión de las muelas, de las alas, de los dientes y de las garras ensangrentados. Reprimamos toda alusión a los fenotipos. Pensemos que el fenotipo es el resultado del encuentro entre el mundo y el sujeto.
Sujeto, anúlate a tí mismo, ponte entre paréntesis, deja que ante tus ojos despojados del cuerpo emerjan las fórmulas universales de la química pura. Piensa que el fenotipo es sólo un velo, eso que los hindúes llamaban el "velo de Maya", la gorda araña de la ilusión que teje la red en la que el deseo te hace caer. Biólogo del mañana, asume una mirada desinteresada. No veas en los dientes que mascan la carne otra cosa que una interacción entre dos químicas complejas. Reduce todo a un movimiento molecular. Olvídate de los límites de la individualidad, sigue las rutas metabólicas que se extienden más allá de las membranas celulares, más allá de la piel de un organismo individual, más allá de una comunidad o de un ecosistema.
El marqués de Laplace dijo una vez que si pudiéramos conocer la posición y la velocidad de todas las partículas del universo, gracias a las fórmulas de la física de Newton podríamos saber todas las posiciones que ellas ocuparon en el pasado y las que ocuparán en el futuro. Así sabríamos cómo el mundo fue y cómo será. La mecánica cuántica se burló, con su indeterminismo, de este afan grandilocuente. Pero como las fórmulas de la relatividad generalizada de Einstein son deterministas, la cosmología ha seguido el desafío de Laplace.
¿Por qué no aplicar el desafío de Laplace a la biología molecular? Más allá del factor cuántico, ¿por qué no pensar en ubicar todas las moléculas relacionadas con la vida en sus posiciones actuales, aplicarles las leyes de la física y de la química, y retrotraerlas a la época en que la Tierra era joven? ¿No encontraríamos de ese modo, más allá de toda especulación, el verdadero origen de la vida (si es que hubo tal origen), el verdadero mecanismo de su evolución (si es que hubo evolución en el sentido habitual de la palabra)? En realidad, de este modo, deberíamos pensar en el todo de la vida como un único organismo en constante movimiento, en el que la evolución debería entenderse como un despliegue de potencialidades presentes en él desde el principio.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

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