martes, 18 de marzo de 2008

¿Hacia dónde nos lleva "el paseo del borracho"?

En el libro La estructura de la teoría de la evolución, Gould propone una analogía para explicar por qué motivo ha evolucionado la vida hacia formas de mayor complejidad: el paseo del borracho. Supongamos, dice Gould, que un borracho sale de un bar que acaba de ser cerrado y comienza a deambular. Por más que su recorrido fuera al azar, habrá una pared que no puede atravesar: la del lugar del cual ha salido. Como la vereda tiene, además, una anchura limitada, la probabilidad de que el borracho termine tropezándose con el cordón y caiga al pavimento puede considerarse igual a uno. Gould sostiene que la pared indica el nivel de complejidad mínima para un ser viviente, equiparable con la de la bacteria más simple. La vida, ese deambulador borracho, no tiene más remedio que ir hacia grados mayores de complejidad, es decir, terminar en el suelo. No voy a discutir si la caída del borracho puede equipararse con la aparición de los seres humanos sobre la Tierra. Supongo que la intención de Gould no fue otra que hacer una lejana analogía que muestra, además, cómo hacia el final de su vida se iba acercando cada vez más a una idea de "deriva genética" en la que el azar de las mutaciones casi deja fuera de juego a la barrera de la selección natural. Lo que realmente sorprende es la cuestión de la pared. ¿Acaso no se supone que en Marte hubo vida bacteriana y que, por razones climatológicas desconocidas, esta vida terminó por extinguirse? Si debemos pensar que la complejidad mínima para que un organismo sea considerado viviente es una barrera inexpugnable, sólo porque pasar esa barrera hacia atrás implicaría la desaparición de toda forma de vida, ¿prueba eso que era estadísticamente necesario que la complejidad de la vida aumentara progresivamente en la Tierra? ¿No es acaso más probable que si, por fruto del puro azar, surgiera vida en un planeta, ella se extinguiera inmediatamente? Salvo que algo o alguien haya estado impidiendo a las bacterias retroceder hacia la no-vida de la que suponemos que emergió por esos enigmáticos procesos que mencionan John Maynard Smith y Eörs Szathmáry en Ocho hitos de la evolución.
Copyright Daniel Omar Stchigel. Derechos reservados.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Antes que nada, felicitaciones por el blog.
Según la analogía de Gould: El borracho es la vida. La pared es el límite de complejidad mínimo que puede alcanzar la vida.
Bien, de aquí en más la vida puede evolucionar, permanecer como está o desaparecer.
La analogía, creo, intenta explicar porqué la vida evoluciona en lugar de permanecer siempre igual. Por supuesto que en cualquier momento del trayecto, el borracho puede caer fulminado por un rayo. ¿Cuáles son las posibilidades de que un rayo fulmine al borracho? No lo sé. Más allá del análisis probabilistico, del cual no puedo hacer ningún comentario, lo que no entiendo es la necesidad de postular la hipótesis de que "algo o alguien haya estado impidiendo a [la vida] retroceder hacia la no-vida". Nadie se pregunta en la analogía como ha sido creado el borracho (como surge la vida). La analogía está destinada a explicar el funcionamiento del sistema, no como surge o porqué desaparece. Y para explicar el funcionamiento del sistema, como diría Laplace a Napoleón sobre el creador, "nunca he necesitado esa hipótesis".
Puede que ocurra lo que dijo Lagrange: "Pues es una bella hipótesis. Explica muchas cosas”. Puede que no.
Pero no me parece que se lo pueda criticar a Gould por no tenerla en cuenta.

DOS, MEG dijo...

Ante todo, gracias por tu comentario. La cuestión es que esta analogía nos habla de un cambio. Si hay una pared que impide al borracho ir en una dirección, deberá ir en la dirección contraria. Pero, de hecho, tal pared no existe. Si partimos del nivel de complejidad bacteriano, es posible ir hacia atrás, y esto pasa: hablamos de los virus, esos indefinibles (¿están vivos o no lo están?) que a veces parasitan bacterias. El deambular del borracho es azaroso, el de la vida también lo parece, pero la probabilidad de que un borracho escale un monte (que es lo que se nos ha dicho que hace la vida a lo largo de millones de años) es despreciable. No es despreciable la probabilidad de que, en su deambular aleatorio, el borracho termine en el suelo (es decir, que acabe en lo inerte, pues lo inerte es muchísimo más probable, como estado de la materia, que lo viviente). Una vez que la vida desaparece, el cambio no termina. Marte sigue teniendo sus vientos, sus variaciones de calor y frío, y sus transformaciones geológicas. Sólo que, por lo que sabemos, no tiene vida. Además, no es necesario ningún rayo poderoso para fulminar al borracho. Lo puede aniquilar fácilmente su propia caída.

Diego Flannery dijo...

Me quedo con esta frase de tu respuesta a Nacho... "No es despreciable la probabilidad de que, en su deambular aleatorio, el borracho termine en el suelo (es decir, que acabe en lo inerte, pues lo inerte es muchísimo más probable, como estado de la materia, que lo viviente)" , y digo,... cuanta razón tenía Sigmund cuando plasmó su teoría pulsional..."el juego es Eros y Thanatos, pero el ganador será, después de todo el dasarrollo que busquemos: la pulsión de muerte"

DOS, MEG dijo...

Gracias por tu comentario. Efectivamente, la biología ha descubierto que las células tienen programada su propia muerte, y no sería extraño que el organismo pluricelular también la tuviera. El evolucionismo tiende a pensar a la muerte como algo accidental, algo que le pasa al organismo por razones que le son externas, y éste es parte del sentido que tiene la selección natural. Pero lo cierto es que, como decía Heidegger, la muerte es una constante posibilidad de la vida, que marca su sentido como proyecto.